Las musas (Les Muses)
es obra de Maurice Denis, hombre polifacético, pues fue pintor, grabador,
decorador y teórico del arte. Perteneciente al grupo de artistas conocidos como
los nabis (en hébreo, profetas), del que fue el propagandista más importante,
Denis se convirtió en un gran seguidor de la obra de Paul Gauguin.
Este grupo, disuelto
definitivamente en 1900, estaba influenciado por la fuerte personalidad
pictórica de Gauguin, que fue el maestro y modelo a seguir: lo consideraban el
mayor de los pintores. De igual manera, buscaban una pintura primitiva y
simbólica inspirada en el uso expresivo del color.
En este lienzo, el
artista configura el espacio con la imagen de un bosque sumamente estilizado.
Un tipo de representación que aparece en otras dos obras suyas, La lucha de
Jacob con el ángel, de la colección Joséfowitz, y Las hojas de Kerduel, del
Musée d'Orsay, pintadas también en el mismo año.
En la escena,
personajes femeninos conversan, pasean plácidamente, inundando el cuadro de una
inmensa sensación de tranquilidad. El ámbito decorativo se organiza por medio
del ritmo de sus poses descansadas y relajadas. En primer plano, tres mujeres
charlan afablemente. Este grupo parece unificar las formas de un mismo
personaje, que se repite en actitudes distintas, quizás el de su propia esposa,
Marthe Meurier, con la que se casaría el mismo año de la realización del
cuadro, en 1893.
Toda la composición es de una elevada armonía, el espacio
onírico que muchos pintores de principios de siglo xx invocaban en sus obras.
Asimismo, es significativa la manera en que se reiteran en negativo en el suelo
las copas de los árboles, las ramas y las hojas. Es como si el pintor francés
tratara de modernizar el bosque sagrado, queriendo trasladar los colores
plásticos de las estampas japonesas al entorno de la burguesía parisina,
reunida en un ambiente paradisíaco.
El nombre de Las musas nos traslada al mundo de la Grecia
antigua, pues éstas eran las hijas de Zeus y Mnemosine. Concretamente nueve son
los personajes femeninos representados en el lienzo, que, pintados con gran
delicadeza, en colores suaves, cálidos y lisos, con líneas sinuosas, nos remiten
a estas figuras mitológicas.
Sin lugar a dudas, Maurice Denis siguió las directrices
artísticas de Gauguin, incluso a la hora de representar el paisaje. No copia
fidedignamente el entorno, hay como una cierta imaginación. El mismo consejo
que Gauguin prodigaba lo llevó a cabo en su pintura. Así pues, la obra resalta
por el interesante e innovador tratamiento del espacio y de la superficie.
Siguiendo las propias palabras de su autor, el cuadro es “una superficie plana
recubierta de colores, ordenados en cierto orden”.
Iniciado en el puntillismo, evolucionó hacia el
neoimpresionismo y se interesó por los cuatrocentistas italianos, especialmente
Fra Angélico y Piero Della Francesca. Sus planteamientos le llevaron a ser
precursor, entre otros, de la abstracción.
Este óleo sobre lienzo, que mide 168 x 135 cm, se conserva
en el Musée d'Orsay, en París.
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.
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