Debido a su carácter perecedero,
la pintura mural maya raramente se ha conservado, aunque es de presumir que en
todos los centros ceremoniales se haya utilizado. Murales de contenido
histórico (ceremonias palaciegas, batallas, juicios y sacrificios de
prisioneros, escenas pacíficas, llegada de invasores, etc.) ejecutados con gran
realismo y dominio técnico, se conocen en Uaxactún, Bonampak, Chacmultún,
Mulchic, Chichén Itzá. Frescos que hacen alusión a deidades y rituales
religiosos, muy semejantes a lo que enseñan los códices, aparecieron en Tulum y
Santa Rita, ambos enclaves tardíos sobre el litoral del mar Caribe.
Guerreros mayas en combate (Museo Nacional de Antropología, Ciudad de México). Esta escena de batalla procedente de los frescos de Bonampak supone una muestra del riquísimo realismo pictórico del arte maya. La complejidad de su composición ofrece un dinamismo inquietante, así como su brillante uso de los colores.
Dios maya (Templo de los Frescos, Tulum). A lo largo de todo el muro interior de una de las galerías de Tulum se encuentran pinturas que denotan la clara influencia mixteca del estilo de los códices. En este detalle se aprecian la figura de un personaje divino tocado con una capa de plumas y que cruza un paisaje sobre un puente de cuerda o la piel de una serpiente de cascabel, un símbolo que portaban únicamente los soberanos como emblema de dignidad.
La pintura se utilizó
profusamente también para decorar vasijas de barro, desde el período
protoclásico -hacia el inicio de nuestra era- hasta el clásico tardío, en que
floreció como las demás artes. Los motivos policromados fueron primero
simbólicos, geométricos o estilizados cuando correspondían a figuras animales
en las fases Matzanel y Tzakol, en El Petén; se volvieron después naturalistas,
presentando temas principalmente laicos (señores que reciben ofrendas,
atendiendo a grupos de guerreros o vasallos, mercaderes de viaje, ritos
propiciatorios de cacería, etc.) durante el período clásico tardío en la fase
Tepeu.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.
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