El nombre doble que
recibe esta cultura es debido, en parte, a que se desenvolvió en una zona que
comprende el departamento de Nariño, en el extremo sur de Colombia, y la
provincia de Carchi, al norte del Ecuador. Esta división meramente territorial
ha dificultado las investigaciones y por esta misma razón escasea todavía una
documentación más amplia sobre una cultura muy rica que se desarrolló en esta
región aproximadamente desde el siglo VIII d.C. y que se caracterizó por ser
una sociedad de mercaderes, agricultores y pastores. Los hallazgos de hasta
tres tipos diferentes de cerámica, estrechamente vinculadas entre sí, se han
encontrado a lo ancho de toda esta región, por lo que han recibido, a su vez,
las denominaciones de Capulí o Negativo del Carchi, Tuncahuán del Norte o
Piartal, y Tuza o Cuasmal, extendiéndose en un período que va desde el 750 a .C. al 1500
d.C.
Hay que destacar la variedad de su trabajo
artesanal, especialmente las esculturas antropomorfas, entre las que sobresalen
las figuras de hombres en banquillos, mujeres y guerreros con sombreros alados.
Por lo general suelen ser alargadas, sin una correspondencia exacta con la
anatomía humana, y se caracterizan por su actitud hierática, inmutable, que las
diferencia del resto de la herencia escultórica ecuatoriana. Solían representar
escenas domésticas y en muchos casos las estatuas de hombres evidencian, por
los carrillos abultados, que están mascando hojas de coca, por lo que reciben
el nombre de “coqueras”. Los utensilios de cerámica tienen cuencos profundos
sobre una base baja y suelen estar decorados por el interior. Destacan las
compoteras y las ollas con pequeñas asas. Con frecuencia estos utensilios
imitan la forma de los animales de la región, especialmente los felinos.
También hay que destacar los llamados “platos del Carchi”, expoliados de manera
indiscriminada de los ajuares funerarios que los integrantes de esta cultura
solían depositar en pozos cilindricos de un metro de diámetro. En estos ajuares
también se incluían máscaras y otros utensilios de la vida diaria.
⇦ Coquero o masticador de coca (Museo de Cerámica, Bogotá). En esta figura antropomórfica típica de la cultura de Nariño queda patente el efecto lisérgico de la planta en el rostro representado. Pintado con marcas rituales en la cara y con los ojos muy abiertos, el hombre parece estar sufriendo un estado de alteración de la conciencia.
En la cultura Negativo
del Carchi destaca el acabado en pintura negativa. Recibe este nombre porque
los ornamentos en las piezas contrastan fuertemente con el fondo de color
rojizo en tanto que los márgenes tienen color negro. Las formas habituales eran
compoteras con pedestal y base anular, bandejas lenticulares, ollas, vasijas y
las notables ocarinas que no sólo imitaban la forma de un caracol marino sino
que reproducían un sonido muy parecido. La pintura negativa del Negativo del
Carchi, que es frecuente en el resto de culturas precolombinas del Ecuador, y
la técnica metalúrgica del dorado por fusión muestran los nexos que la
arqueología de esta zona mantenía con las culturas de los Andes centrales. El
procedimiento de la pintura negativa consistía en cubrir los diseños con una
capa de arcilla, previamente diluida en agua, y luego se sumergía la pieza en
el pigmento negro. Posteriormente se quitaba la arcilla y se obtenía un lustre
por medio de resinas vegetales. Los motivos más comunes eran cruces, círculos y
rombos, distribuidos en sucesiones armoniosas, además de figuras de personas,
aves y animales.
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.
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