Ubicados en la vertiente
occidental de la Cordillera Central de los Andes que desciende al río Cauca,
los quimbayas representan una serie de culturas de antiquísima raigambre a lo
largo de los cinco mil kilómetros cuadrados de extensión de esta región
colombiana. Los actuales departamentos de Caldas, Quindío y Risaralda fueron
habitados durante milenios por sociedades de diferentes rasgos culturales. Fue
notoria la disminución de su población a raíz de la conquista española en el
siglo XVI. Los cronistas señalan que se trataba de un pueblo pacífico por la
poca resistencia que opusieron a la dominación española. Quizá por eso en su
notable artesanía no abundan tanto los motivos guerreros sino más bien los
mitos de fecundidad. Pero eso no fue del todo cierto como lo demostró el
estudio de Juan Friede, Los quimbayas
bajo la dominación española, donde se dejaba constancia de la práctica
desaparición de los miembros de esta cultura en sus intentos de defenderse de
la dominación y la consecutiva poca integración que tuvo su artesanía con el
resto de la nueva cultura que se forjaba en América. Sin embargo, en la
actualidad es posible contemplar y conocer el grado de genialidad que
alcanzaron los artesanos quimbayas. También fueron notables en el arte de la
confección de mantas, a partir de la recolección del algodón silvestre que se
producía en su región y que fue una de sus actividades principales.
Bandeja quimbaya con diseño antropomorfo. El adorno que orna esta fuente de cerámica está resuelto de manera sugestiva y original aprovechando la propia forma ovalada del objeto y el sutil cromatismo geométrico que lo orna. Presumiblemente, este tipo de vasijas pudo haber sido destinada a usos ceremoniales y reservadas exclusivamente a los Jerarcas religiosos que oficiaban el rito.
Los instrumentos musicales, como
los adornos y objetos para el consumo de coca y las herramientas de los
quimbayas eran de un refinamiento caracterizado por el uso de la tumbaga, una
aleación de cobre y oro. Esta permitía que los objetos tuvieran una superficie
de tono rosáceo brillante. Abundaban representaciones de calabazas, totumas y
mujeres, tomadas como símbolos de fertilidad. Según las creencias aborígenes,
la aleación del oro y el cobre combinaba respectivamente los elementos masculinos
y femeninos, lo que además del acabado, confería atributos espirituales y
sagrados a las piezas artesanales. El proceso que utilizaron fue el de la
fundición a la cera perdida, técnica que se revela especialmente en las cuentas
de collar con forma de rostro humano. Las cuentas eran diseñadas primero en un
molde de arcilla y carbón vegetal molido, que recubrían con cera de abejas y en
los que luego vertían el metal fundido. Una vez solidificado, rompían el molde
y pulían las cuentas con arena y piedra muy finas. El alto grado de
sofisticación de los orfebres quimbayas los ubicó en un lugar destacado dentro
de sus comunidades, como seres superiores o divinos por su talento, llegando a
denominarlos “señores del fuego”. Dominaban las técnicas de repujado y
martillado. En la creación de piezas martilladas llegaban a obtener láminas
finísimas que calentaban a continuación para que recuperasen su ductilidad, y
continuaban el proceso trabajando alternativamente sobre las caras internas y
externas de la pieza. Los alfareros también tuvieron un destacado protagonismo.
Los quimbayas incineraban a sus muertos y recurrían a urnas cinerarias de
cerámica con forma de mujeres en el momento de dar a luz, por la creencia de
que la incineración era como someter al muerto a una nueva vida.
Las figuras de la artesanía
quimbaya dan cuenta de los afeites, las pinturas, los peinados que usaban, al
igual que de las deformaciones intencionadas de sus extremidades y el
característico limado que aplicaban a sus dientes. Buscaban así trasmitir
mensajes simbólicos a partir de sus cuerpos, y de todo esto dan cuenta las
famosas figuras quimbayas. La técnica empleada para elaborar la pieza era el
enrollado y modelado, que complementaban con pintura e incisiones. También
empleaban piedras lisas para pulir las superficies, y una vez pulidas las
cocinaban en fogatas para el acabado final.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario.