Al iniciarse esta nueva fase en la historia del antiguo México, Teotihuacan se halla abandonado desde dos siglos atrás, y borrado su recuerdo de la conciencia histórica de los pueblos del altiplano. Numerosas, en cambio, son las tradiciones orales que relatan la fundación de Tula por un personaje semilegendario, Ce Acatl Topiltzin, hijo de un caudillo bárbaro y de una mujer que desciende de pueblos de antigua tradición cultural. Y resulta significativo el rol de Xochicalco en el paso de un período a otro, pues algunas leyendas cuentan que este joven príncipe fue educado por los sacerdotes de aquella ciudad.
Además, se atribuyen a este personaje una serie de cualidades extraordinarias, porque no sólo se le representa como la encarnación del dios Quetzalcóatl -la Serpiente Emplumada que se ha visto nacer en Teotihuacán-, sino que lo describen como el ser civilizador por excelencia, iniciador del cultivo del maíz, creador del calendario, de las artes, etc. A tal grado que, siglos más tarde, los propios aztecas emplearán la palabra"tolteca" (que significaba originariamente" gente de Tula") como sinónimo de persona civilizada, culta, artista ...
Cualquiera que sea la verdad respecto a este personaje de leyenda, las evidencias arqueológicas revelan el centro ceremonial de Tula como un pálido reflejo de lo que fuera el esplendor clásico en Teotihuacan. Pues de los elementos que hicieron aquel esplendor, muchos se han perdido para siempre. Hay además, en este imperio tolteca que se inicia, un nuevo espíritu militarista y sanguinario que era prácticamente inexistente en épocas anteriores. Y en el repertorio artístico tolteca, el guerrero viene a ocupar el lugar hasta entonces reservado a los sacerdotes. Tanto en Tula como en la lejana Chichén Itzá -en la península de Yucatán, donde se desarrolla paralelamente el arte "maya-tolteca"-, los motivos predilectos son ahora, al lado de los grupos de guerreros toltecas, los macabros temas de águilas y jaguares devorando corazones humanos, o los espeluznantes amontonamientos de cráneos de sacrificados sobre las plataformas y los altares destinados a este fin: los llamados "tzompantli".
Sería injusto, sin embargo, negar toda grandeza al arte tolteca, así como todo poder creador. Testigos de ello son, en Tula, las grandes columnatas que hacen su primera aparición en la plaza principal, al pie del templo de Tlahuizcalpantecuhtli o "lucero del alba" (el planeta Venus), así como los denominados "atlantes" o colosos que, ataviados como guerreros toltecas, sostenían el techo de este templo. Y podría añadirse todo un nuevo repertorio de formas escultóricas, tales como el" chacmool" o personaje recostado, el"portaestandarte"y otros, aparte de la creación de una interesante variedad de cerámica conocida con el nombre de"plumbate" o"plomiza", que presenta destellos metálicos. Y, hablando de metales, éste es el momento en que, por fin, hace su aparición en Mesoamérica, el trabajo de metales como el oro, la plata y el cobre. Además, se perfeccionan las técnicas del mosaico y de las incrustaciones en turquesa, concha y otros materiales.
Desde finales del siglo X, y por espacio de dos siglos, la hegemonía tolteca se va a extender en casi todas las direcciones, llevando los límites de Mesoamérica a su máxima expansión tanto hacia el norte de México como hasta América Central. Este es también el momento en que algunas de las regiones que permanecieron al margen del gran impulso clásico empiezan a desarrollar una escultura y una arquitectura más duraderas. Este es el caso de la Huasteca al norte del golfo de México, y del occidente de México, con los tarascas y otros pueblos.
Pirámide de las serpientes emplumadas, en Xochicalco (Cuernavaca). Situada en el valle de Morelos, a 1 00 kilómetros al sudoeste de la capital del país, la pirámide, que forma parte de los restos de Xochicalco, presenta una serie de relieves que reproducen a Quetzalcóatl junto con otros elementos como signos del fuego y sacerdotes, al parecer inspirados por modelos mayas.
En efecto, la región del occidente de México, que desde el período preclásico se había mantenido en un nivel cultural más modesto, participando sólo de modo superficial de las influencias olmecas -y luego teotihuacanas y de otras áreas-, se va a incorporar plenamente a la cultura mesoamericana a partir del período posclásico. Estos pueblos que hasta entonces sólo se habían distinguido por su cerámica de formas plenas y sensuales, seguirán produciendo algunas refinadas artesanías, tales como las diminutas y delicadas vasijas policromadas o los objetos de orfebrería de la zona lacustre de Michoacán. Pero al lado de estas artes menores, se labra una vigorosa escultura en piedra, de aristas muy marcadas, y se construyen las llamadas "yácatas" o basamentos escalonados típicos de esta región, con su peculiar combinación de volúmenes de planta circular y rectangular.
Y mientras esta región tarasca -y otros sitios como Ixtlán del Río, en Nayarit-levantan sus primeros edificios en piedra, se extienden las influencias mesoamericanas a lo largo del litoral del Pacifico hacia el Norte. En cuanto a las mesetas áridas que constituyen el área septentrional de México y que eran tradicionalmente habitadas por cazadores nómadas, éstas llegan a desarrollar algunos importantes núcleos de cultura sedentaria. Este es el caso de La Quemada, un sitío semifortificado cuya existencia puede remontarse hasta los tiempos del esplendor teotihuacano. Y más al norte aún, Casas Grandes produce una rica cerámica de finos diseños geométricos de un estilo que se relaciona con el arte del suroeste de Estados Unidos.
Pirámide de las serpientes emplumadas, en Xochicalco. Detalle de la decoración en la que aparece la serpiente Quetzalcóatl, ser mítico de cuya boca sale la palabra.
Los tres siglos anteriores a la conquista española verán sucederse en el altiplano mexicano las últimas oleadas de tribus nómadas, entre las que destacan los feroces grupos chichimecas procedentes del norte de la meseta central. A partir de la destrucción de Tula por los chichimecas hacia finales del siglo XII, se entra en una fase de gran fragmentación política y de intensos movimientos migratorios. Y en medio de un escenario de pequeños estados rivales pugnando por alcanzar la hegemonía política, surgirá de la nada el pueblo azteca, que estaba destinado a alcanzar una gloria tan elevada como efímera.
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.
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