Pintado el año 1916, en plena ebullición dadá, el autor
mezcla en este cuadro una libertad formal pero encorsetado compositivamente en
un intento figurativo realista, muy influido por la abstracción geométrica del
cubismo tras una desafortunada etapa fauvista. Posteriormente probaría fortuna
con tímidos escarceos en la pintura surrealista que, sin embargo, no superaron
su obra fotográfica.
(Colección Urvater, Bruselas)
Fuente: Historia del Arte. Editorial
Salvat