Esta composición, que dedicó a su mujer,
Bella Rosenfeld, con la que contrajo matrimonio en Rusia en 1915, es
representativa de la fantasía lírica que inspiró muchas de las mejores obras de
este gran artista. Su pintura, una evocación abigarrada de los afectos familiares
y de la cultura hebrea, se ciñó estrictamente a los preceptos del hasidismo
que, frente a los practicantes del judaísmo ortodoxo, propugnaba una mayor
espontaneidad y calidez en todos los aspectos de la vida cotidiana. Así pues,
la representación de la alegría, en estas composiciones de rico colorido, sin
relación alguna con los apagados tonos de la existencia diaria, fue uno de sus
principales objetivos, ya que todo lo que produce alegría tiene un valor
religioso.
(Museo Nacional de Arte Moderno, París)
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.
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