En el claro de un terreno llano a las afueras de un pueblo, las cofradías de dos procesiones de la Aurora se enzarzan en una violenta lucha por hacer valer su preferencia de paso en sus respectivos itinerarios en la oscuridad de una noche apenas iluminada por las primeras luces del alba. Fieles, acólitos y penitentes luchan con uñas y dientes, blandiendo como armas sus faroles y astas de estandartes, con los que amenazan y golpean sin piedad a los miembros de la procesión intrusa. Las procesiones del Rosario dedicadas a la Virgen se encuentran entre las prácticas devocionales más arraigadas en la tradición religiosa española y se celebraban hasta hace relativamente poco tiempo con gran fervor y numeroso público, casi siempre al amanecer o al anochecer. Los miembros de las cofradías portaban los estandartes de las distintas congregaciones marianas flanqueados por hileras de lámparas y cirios, por lo que se las conocía comúnmente como procesiones del “Rosario de la aurora” o “Rosario de cristal”. Este cuadro ilustra un episodio de connotaciones casi legendarias, muy común en la tradición popular, especialmente en Andalucía y Madrid, y que dio lugar a uno de los dichos españoles más recurrentes, “acabar a farolazos, como el Rosario de la aurora”. terminan llegando a las manos [iluminados con lámparas], como el Rosario de la aurora”) refiriéndose a una disputa o pelea violenta. Es lógico pensar que Eugenio Lucas hubiera tomado este pintoresco episodio de la tradición de su Madrid natal donde se desarrolla -precisamente en la calle llamada del Rosario, que aún existe, junto al monasterio y basílica de San Francisco el Grande. Según la tradición: “A esta calle se llegaba por un portón de la antigua iglesia de San Francisco, por donde salía la famosísima procesión del Rosario de la madrugada. Parece que el hospital o colegio de Santa Catalina también tenía una cofradía del Rosario y que una vez, al encontrarse en la estrecha calle de los Remedios (hoy Plaza del Progreso), hubo que dirimir la cuestión de quién tenía derecho de forma. Los miembros de las cofradías llegaron a las manos, utilizando como armas los exquisitos faroles que portaban, y todo se convirtió en una reyerta y disturbio que sólo la guardia valona logró controlar. Al enterarse del suceso, los jueces de la corte real informaron al Consejo, que puso fin a la procesión”. Como es evidente, Eugenio Lucas vuelve a recurrir a las numerosas escenas procesionales de Goya en las que el genial artista aragonés siempre destacaba los aspectos más dramáticos que revelan con crudeza el comportamiento extremo –y en ocasiones verdaderamente inquietante– que caracteriza estas expresiones públicas de devoción tan propias de la cultura española. vida religiosa aún hoy. En este caso, sin embargo, Lucas se centra en crear un paisaje especialmente anecdótico y moldeado por la cultura popular que, precisamente por su carácter curioso y pintoresco, tanto agradó a los artistas y clientes del romanticismo español durante el reinado de Isabel II. Este tipo de escenas también gozarán de gran éxito en la pintura sevillana del último cuarto del siglo XIX, especialmente en las obras de José García y Ramos (1852-1912), quien dio especial fama a este episodio en las diversas versiones conocidas que realizó sobre el tema. . En la presente obra Eugenio Lucas intenta emular lo más fielmente posible la estética de Goya, como lo indican tanto la paleta como la ejecución extraordinariamente enérgica y desenfadada de toda la composición, en la que la mayoría de las figuras apenas están esbozadas. Esto ayuda a enfatizar la confusión de la escena violenta, que captura magistralmente la tensión dramática y el movimiento frenético de las masas descontroladas en medio de su batalla. Pero lo que resulta particularmente interesante es la interpretación que hace Lucas del paisaje, ya que sitúa a los grupos de miembros de las hermandades a ambos lados de un espacio muy amplio en primer plano, fuera de un grupo de casas prominente y vagamente ejecutado, cuya silueta imponente se recorta contra un cielo salpicado de nubes negras; todos estos aspectos, claramente tomados de Goya, realzan el tono dramático de la escena, representada con una técnica vigorosa y extraordinariamente suelta con un generoso uso del empaste, aunque estos efectos se atenuaron considerablemente una vez delineado el lienzo. Prueba del éxito que tuvieron entre la clientela de Lucas estas escenas de procesiones interrumpidas es la existencia de otros conocidos cuadros atribuidos al artista de temática y composición muy similares, como los titulados "Resbalón inoportuno", "Procesión en la aldea", "Procesión atacada por un toro" y "Procesión con lluvia". José Luis Diez
Fuente: https://artsandculture.google.com/
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