Esta entrada está flanqueada por dos torres cilíndricas, entre las cuales queda un espacio vertical, relativamente angosto. Parece que a la solución escultórica para rellenarlo no fue ajeno el arquitecto mallorquín Guillem Sagrera, llamado por Alfonso V a Nápoles. El cuerpo inferior reproduce un arco romano, pero el friso que se apoya sobre él y que representa el cortejo triunfal es renacentista. Las cuatro virtudes cardinales, sobre la tribuna superior en forma de arco, se rematan con un frontón semicircular con figuras alegóricas y encima con la estatua de bulto de Alfonso el Magnánimo.
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.
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