De Bartolomé Ordóñez. Obra magnífica que nada tiene que envidiar al Renacimiento italiano. La figura yacente reposa sobre un túmulo de mármol pulido y trabajado, de modo que luz y sombra juegan formando un encaje. Medallones con altos relieves, nichos con santos y virtudes ornan los lados del sepulcro, y en las esquinas, el paganismo de los grifos mitológicos se conjuga con las imágenes de los Padres de la Iglesia. La imaginación, la delicadeza en el detalle, el estudio anatómico de las figuras, son magistrales.
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.
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