El equilibrio compositivo, el dibujo firme y la intensa luminosidad de los colores hacen que algunos la consideren una obra maestra. La bella Catalina van Noort aparece muy segura de sí misma, sentada y como protegiendo a su hija, la risueña lsabella, que sostiene un cestito de fruta. La dignidad de los personajes resulta una excepción en este pintor de la glorificación sensual.
(Museo del Prado, Madrid).
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.
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