UNA DE LAS FUNCIONES DEL ARTE
CONSISTE EN TRANSGREDIR Y AGUJEREAR LA MORAL DE LA ÉPOCA. POR ENCIMA DEL
DERECHO A NO SER OFENDIDO SE ENCUENTRA LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN.
En Thérèse soñando (1938), Balthus ordena los ele-
mentos de la composición para provocar efectos ima-
ginarios y eróticos.
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Aquellas personas que se
escandalizan ante Thérèse soñando (
1938), de Balthus, al igual que aquellas que se encolerizan ante la
representación de un dios, al que a menudo confunden con el suyo, tendrían que
saber interpretar que una obra de arte, como un buen libro, es un espejo
transfigurado que nos refleja y que nos permite _ contemplarnos y explorarnos
como acaso no podemos por otros métodos. Y con frecuencia cómo miramos y leemos
estas obras. y qué opiniones nos provocan. delatan más la personalidad del
espectador que de la obra.
No hay manera de extirpar los
prejuicios de la mirada, propios de cada época. Así ha sucedido a lo largo de
la historia y así seguirá sucediendo. Ahora le ha tocado a esta niña: mañana le
tocará a otro. Thérèse soñando es una
pintura erótica, pues hay juego con la imaginación (es bien sabido que el
órgano sexual por antonomasia es el cerebro), a diferencia de lo que ocurre en
la pornografía, donde todo es demasiado explícito. Balthus ordena los elementos
de la composición sabiamente para provocarnos determinados efectos imaginarios
y eróticos: pinta a Thérèse soñando con las manos sobre su cabeza y la pierna izquierda
levantada, lo que nos permite entrever sus bragas. Mientras, a su lado, un gato
lame un plato.
Recurrentes en su obra, el pintor
se identificaba con los gatos, independientes y en su mundo. ¿Con qué sueña
Thérèse? ¿Y es espectador? La imaginación, subversiva, siempre dispuesta a
volar, puede desviar la lengua hacia cualquier lugar.
El juego de asociaciones se
mantiene abierto.
El erotismo implica alejarse de
la animalidad. por tanto. civilización: los animales no se percatan de que van
desnudos; solo el ser humano se viste, y no solo para abrigarse; los animales
tienen sexo; solo el ser humano posee erotismo, capaz de transformar una
pulsión instintiva en un sublimado placer comparable a una obra de arte. Vargas
Llosa, que en la línea de Octavio Paz ha criticado la degradación del erotismo
en nuestra época. ha escrito: "Para saber cuán primitiva es una comunidad
o cuánto ha avanzado en su proceso civilizador nada tan útil como escrutar sus
secretos de alcoba y averiguar cómo sus miembros hacen el amor".
¿Se tienen que prohibir estas imágenes
y obras "peligrosas" antes de que ofendan, inciten a imitar y
contagien su mal? Vaya por delante que a mí los peligrosos me parecen esas
personas que no saben interpretar, no las obras en sí. Provocadas y ofendidas.
en lugar de placer y risa, generan sentimientos que les impulsan a solicitar la
censura o a ejercer la violencia contra otras personas.
Una de las funciones del arte
consiste paradójicamente en transgredir y agujerear la moral de la época,
llevándola más allá, quizá hasta la misma condición humana. Las modernas
democracias en las que vivimos no deben renunciar a sus principios porque unos
intolerantes se sientan ofendidos. Por encima del derecho a no ser ofendido se
encuentra la libertad de expresión. Cualquier ignorante se puede sentir
ofendido ante la multitud de imágenes que parpadean a nuestro alrededor.
Autor: Sebastián Gámez Millán (Doctor
en filosofía)
Fuente: Revista “Descubrir el
arte”. Nº 230 Abril 2018
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