El surgimiento del arte
contemporáneo en América Latina fue definido por el escritor brasileño Oswald
de Andrade como una síntesis entre las vanguardias europeas y las culturas
autóctonas, en lo que llamo antropofagia:
"Comemos la cultura europea, la deglutimos y producimos otra creación
distinta, fresca e independiente". El arte latinoamericano de las últimas
décadas ya ha superado la etapa en la que se miraba en otros o era considerado
por sus particularidades. Hoy, sin perder su identidad, se ha integrado en la
vanguardia internacional, en parte debido a la confluencia de una serie de
factores y a la existencia de estructuras artísticas que han propiciado la
consolidación de un mercado artístico que garantiza su futuro.
Exposiciones como "Magiciens
de la Terre", celebrada en el Centro Pompidou en 1989, o "Cocido y
Crudo", celebrada en el Reina Sofía en 1994, significaron un punto de
inflexión en las perspectivas de análisis artísticos, y así temas como la
globalización y el multiculturalismo, permitieron que las periferias, las
minorías, las identidades, etc., configuraran los nuevos discursos por donde
discurriría el arte. A todo ello se añade la creación de nuevos certámenes y
Bienales como las de La Habana y del Mercosur, que han contribuido
decisivamente a su difusión.
En este contexto de
descentralización culturaL los artistas latinoamericanos empiezan a ocupar un
merecido lugar en el panorama expositivo internacional y el coleccionismo. Buen
ejemplo de ese protagonismo se encuentra en artistas como la brasileña Lygia Clark
(1920-1988) con sus preocupaciones sobre la interacción entre arte y
espectador; o los cubanos Ana Mendieta (1948-1985) con sus exploraciones sobre
la memoria y la identidad, y el fotógrafo y pintor Jesse Femández (1925-1986)
con sus reconocidos retratos de personajes.
Entre los más jóvenes, hay que
destacar, entre otros muchos, a los cubanos Félix González Torres (1957-1996),
quien aúna experiencias personales y reflexiones sobre la teoría artística con
posturas políticas; Jorge Pardo (1963) con sus trabajos sobre el contexto y los
límites entre arte y diseño. El mexicanos Gabriel Orozco (1962), quien en sus
instalaciones de objetos y fotografías se centra en destacar lo efímero y lo
cotidiano, así como los límites y disolución de espacio y tiempo; objetos y
fotografías, por su parte del belga mexicano Francis Alys (1959) al cual sus
posturas de reflexión urbana lo acercan a posiciones situacionistas. Por su
parte el brasileño Vik Muñiz (1961) con sus trabajos realizados con materiales
no tradicionales como jarabes, chocolate, etc., se cuestiona el papel de la
línea y los límites de la
representación. El argentino Guillermo Kuitca (1961), con sus
mapas de países y planos de ciudades pintados sobre distintos objetos de tipo
intimista pretende evocar la condición humana, entendida como cartografía
personal. En una línea parecida está el fotógrafo venezolano Alexander Apóstol
(1969), quien, tanto en sus fotos como en videos, contrapone imágenes de barrios
marginales y grandes mansiones, para hacer patentes las contradicciones
urbanísticas que se dan en las grandes urbes latinoamericanas, tomando la
arquitectura como un exponente de primer orden para comprender la realidad
política y social.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.