A partir de 1960, la revisión
formal iniciada por los arquitectos que desarrollaron su trabajo en la década
de 1950, y que de alguna manera habían caído en un cierto manierismo respecto
de los maestros modernos, desembocaría en una definición de posturas teóricas y
formales mucho más claras y que se extenderían a partir de diversos grupos o
tendencias arquitectónicas. Una de estas líneas de trabajo fue la que se centró
en la "hipertecnología", como postulado básico de trabajo para
superar y modificar la idea convencional de ciudad y crear nuevos valores,
utópicos sin duda alguna, para una futura urbe. Entre los exponentes de esta
tendencia figura el grupo británico Archigram, así como otro grupo de
arquitectos italianos -Aldo Rossi, Giorgio Grassi, Manfredo Tafecci, Carla
Aymonino, Vittorio Gregottique formulaba sus intenciones ideológicas de manera
muy explícita. Para ellos, lo fundamental en sus proyectos y realizaciones era
la concepción de la tradición histórica como fuerza desbordante que reconstruía
el tejido cultural. La realidad de la ciudad tradicional y las enseñanzas de la
historia eran valores que debían ser recuperados, y por tanto, en todas sus
propuestas se tenían en cuenta no sólo los conocimientos de la tradición
arquitectónica, sino también los monumentos urbanos y las preexistencias
urbanas. En este grupo italiano se puede ya observar una de las características
que serán fundamentales a partir de 1970, la recuperación de elementos
arquitectónicos propios de otros momentos históricos, especialmente el
clasicismo, aunque el artista de la nueva década recupere estos valores a
partir de otra sensibilidad mucho más ecléctica. El ejemplo más claro de este
nuevo espíritu arquitectónico postmodemo es Aldo Rossi.
Cementerio de San Cataldo de Aldo Rossi (Módena). Proyecto terminado en 1984 que recrea una "ciudad" para los muertos. La figura de este arquitecto es decisiva en la arquitectura de las últimas décadas. Su confianza en el repertorio de la historia, su manierismo e incansable voluntad de seguir inventando a través de la poética personal, proveen a sus proyectos de un rigor y creatividad modélicos.
Las propuestas de la arquitectura
estadounidense, influidas por el peso de una sólida tradición representada por
Sullivan o Wright, definían un carácter muy sintético, que enlazaba la calidad
e innovaciones formales con un gran pragmatismo y conciencia comercial. Así
pues, desde finales de 1960, arquitectos neoyorquinos como Michael Graves,
Richard Meier, Peter Eisenman, Charles Gwathmey, John Hejduk, & Robert
Siegel, agrupados bajo el nombre de"NewYork Five", establecerían el
punto de partida para las posteriores ideologías postmodernas a partir del
lenguaje de las vanguardias, en especial de Le Corbusier, Terragni y De Stijl.
A finales de 1970, tanto
arquitectos como teóricos observaron que no sólo se estaba produciendo un
cambio en las ideas arquitectónicas, sino que se estaba entrando también en una
nueva etapa, con un espíritu y unos valores claramente diferentes de todos los
movimientos anteriores. A la nueva postura del arquitecto frente a la
tradición, frente a los elementos estructurales y plásticos, se le llamó
"postmoderna". Así lo constataban escritos como los de Charles Jencks
o Paolo Portoghesi. Jencks, en su libro El
lenguaje de la arquitectura postmoderna, publicado en 1977, define la nueva
arquitectura como un lenguaje que ofrece al público muy diferentes niveles de
lectura, y donde todos los postulados quedan reducidos a una cuestión de
"fachada", interpretación, sin duda alguna, en extremo formalista.
Edificio Portland de Michael Graves (Portland, Oregón). La obra de este arquitecto mantiene el carácter más sugerente del eclecticismo radical de la nueva arquitectura. El edificio se estructura a partir de una continua composición de referencias a la clave clásica, desafiando el peligro de caer en el juego fácil de citas personales. Su lirismo parece burlarse de la adecuación funcional de la arquitectura.
Museu d'Art Contemporani de Barcelona (MACBA) de Richard Meier (Barcelona). El arquitecto comparte, junto a otros proyectistas de su generación, la obsesión por los temas formales a expensas del contenido y la función, como una reacción en contra de la escuela tecnológica, poniendo énfasis en la delgadez de las estructuras, el carácter plano y la transparencia.
Edificio Portland de Michael Graves (Portland, Oregón). La obra de este arquitecto mantiene el carácter más sugerente del eclecticismo radical de la nueva arquitectura. El edificio se estructura a partir de una continua composición de referencias a la clave clásica, desafiando el peligro de caer en el juego fácil de citas personales. Su lirismo parece burlarse de la adecuación funcional de la arquitectura.
Museu d'Art Contemporani de Barcelona (MACBA) de Richard Meier (Barcelona). El arquitecto comparte, junto a otros proyectistas de su generación, la obsesión por los temas formales a expensas del contenido y la función, como una reacción en contra de la escuela tecnológica, poniendo énfasis en la delgadez de las estructuras, el carácter plano y la transparencia.
Se extendió una conciencia de
crisis del desarrollo capitalista y del agotamiento de las fuentes de energía
que generaría la aparición de una arquitectura alternativa, muy cercana a la
ecología, que evitaba todo contacto con el marketing y el desenfreno
consumista, para primar valores como la intervención del usuario en el diseño
de los espacios, la creación de espacios más humanos, la utilización de
materiales fáciles de manipular y el uso ahorrativo de la energía. La vuelta a
retomar elementos del clasicismo se inscribía dentro de una nueva manera de
entender la arquitectura que se alejaba de la lógica y la racionalidad de
movimientos anteriores. Los arquitectos no pretendían configurar un nuevo
clasicismo en el sentido estricto del término, sino que escogían aquellos
elementos que les eran útiles para definir un espacio determinado, sin
pretender que la totalidad del proyecto fuera coherente bajo el punto de vista
formal o tradicional. Así pues, lo clásico se incorporaba a una cierta
dispersión en cuanto a referencias, que otorgaba mucha más importancia a
cuestiones plásticas y sensitivas, que a la elaboración de un discurso lógico y
ordenado. Ante todo, la arquitectura de la década de 1980 se destaca como el
resultado de un individualismo acérrimo, donde todas las referencias a modelos
anteriores no son sino una selección producto del deseo exclusivo del
arquitecto.
Frente al internacionalismo que
proponían los movimientos de vanguardia, la arquitectura postrnoderna tiende a
valorar, por el contrario, la cultura local y las influencias directas de las
preexistencias regionales. En estos mismos términos, el teórico Kenneth Frampton
define el "regionalismo crítico" como una arquitectura ligada a
culturas menores y locales.
⇨ Museo de Arte Romano de Rafael Moneo (Mérida). La obra desarrolla un juego semántico típico de la sensibilidad postmoderna. Este museo, terminado en ·1985, expresa en su arquitectura los mismos arquetipos formales y constructivos de la arquitectura romana. Una enorme nave, hecha de muros de ladrillos y grandes arcos de medio punto, expresa las premisas en que se basó la arquitectura romana: la solidez de la construcción.
⇨ Museo de Arte Romano de Rafael Moneo (Mérida). La obra desarrolla un juego semántico típico de la sensibilidad postmoderna. Este museo, terminado en ·1985, expresa en su arquitectura los mismos arquetipos formales y constructivos de la arquitectura romana. Una enorme nave, hecha de muros de ladrillos y grandes arcos de medio punto, expresa las premisas en que se basó la arquitectura romana: la solidez de la construcción.
Robert Venturi, arquitecto y
teórico nacido en Filadelfia en 1925, inicia su labor a partir de la idea de
que el lenguaje académico en arquitectura era más genuinamente americano que
europeo.Venturi aplicó criterios constructivos que provenían del clasicismo y
los aunó con repertorios formales provenientes del Pop y de la cultura comercial. Su desconfianza en la conciliación
entre forma-función le llevó a crear una estructura arquitectónica envuelta o
disfrazada por efectos o decorados ópticos, donde la opción sensualista y
sensible predomina por encima de cualquier otra idea. Lo importante y decisivo
para Venturi es el gusto e imaginación del consumidor, por lo que en cada caso
el proyecto es esencialmente diferente, aunque siempre muy escenográfico.
Hans Hollein, nacido en Viena en
1934, utiliza la metáfora como idea básica en su obra. Heredero de la cultura
del diseño de objetos de la Viena de finales del siglo XIX, este arquitecto
cosmopolita y de gran experiencia, tanto en el terreno artístico como técnico,
ha desarrollado una arquitectura muy personal, basada en una metodología de
trabajo influida por las teorías freudianas del inconsciente y por la interpretación
de los signos de Jung. A estas fu entes de trabajo cabría añadir también sus
actividades artísticas como pintor y escultor, que le llevaron a sintetizar la
idea del espacio barroco combinada con un sistema constructivo de alta
tecnología. Sus obras tienden a ser bellas, pulcras y acabadas, resultan
altamente evocadoras y muy sensuales, y en ningún momento se tiene la sensación
de que Hollein hiciera ninguna diferencia entre el terreno de la arquitectura y
el del objeto.
Hasta 1970, toda la arquitectura
española se había centrado en las ciudades de Madrid y Barcelona, pero a partir
de esta década empezaron a surgir otros grupos de arquitectos, vascos y
andaluces sobre todo, que descentralizarían los modelos anteriores y aportarían
nuevas concepciones espaciales. Tal es el caso de Rafael Moneo, nacido en
Tudela en 1937, que centró su empeño creativo en manejar elementos lingüísticos
extraídos de la
historia. Para este arquitecto fue decisiva su estancia en
Roma, de 1963 a
1965, donde pudo estudiar la tradición clásica y, en especial, los orígenes del
templo griego. A su interés por el pasado cabría añadir también la fuerte
influencia organicista y tecnológica de la obra de Alvar Aalto y la observación
de los modelos americanos, de manera que sus realizaciones combinan, de un
lado, un racionalismo de corte expresionista y, del otro, un organicismo muy
marcado.
Teatro Nacional de Catalunya de Ricardo Bofill (Barcelona). La recuperación del repertorio formal del clasicismo -columnas, pilastras, frontones, cornisas, molduras-, elementos utilizados de forma ecléctica y dispar, caracteriza algunos de los aspectos más relevantes del espíritu de la postmodernidad.
El estudio MBM (Martorell,
Bohigas y Mackay) surge en 1963 de la asociación de tres arquitectos, dos de
los cuales -Martorell y Bohigas- habían sido fundadores, junto a Antoni de
Moragas, Josep M.a Sostres y José Antonio Coderch, del Grupo R y G (1951). La
idea fundamental del estudio radicaba en que la arquitectura en Cataluña debía
adecuarse a sus posibilidades reales, evitando un excesivo atrevimiento
tecnológico y, en cambio, asumiendo sus materiales tradicionales. Sus
producciones siempre eran una respuesta a la exigencia del usuario, en
generalla burguesía, por lo que normalmente el tamaño del proyecto solía ser
doméstico y civil, enfatizando los espacios intermedios como los accesos,
patios, galerías, escaleras... Su trabajo consistió principalmente en la
combinación de una gran profesionalidad y un alto pragmatismo. También Ricardo Bofill, nacido en Barcelona en 1939, tiene como punto de referencia el lenguaje
tradicional de la arquitectura catalana, para pasar luego a una idea global de
ciudad vertical, creada mediante células de espacios cons~das con alta
tecnología y basándose en un método de trabajo multidisciplinar. Bofill se
distanció progresivamente de las ideas racionalistas y modernas de la Escuela
de Barcelona, para concretar, tras sus múltiples experiencias en Francia, un
tipo de arquitectura que utilizaba materiales y técnicas cada vez más
industriales, sistemas compositivos con efectos monumentales, y recuperaba
elementos de los lenguajes clásicos como frontones, pilastras y arcadas,
siempre revestidos del aura de la historia y de lo mediterráneo.
El japonés Arata Isozaki, nacido
en Oita en 1931, tras su paso por el grupo Metabolismo, donde se inscribió en
un tipo de proyectos que definían ciudades megaestructurales, hipertecnológicas
y cambiantes, en 1963 se independizó de influencias excesivamente tecnológicas
y racionalistas para acercarse abiertamente a la sensibilidad postrnoderna.
Utilizó entonces la repetición de elementos geométricos, como tubos y bóvedas,
para definir espacios y funciones, y trabajó también con referencias formales
decorativistas y manieristas muy concretas, como las de Palladio, Ledoux,
Boullée, Otto Wagner, Adolf Loos, que eran aplicadas a modo de decorado rococó
o barroco encima de la malla estructural del edificio.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.