Esta cultura -también
conocida como zenú- se estableció en las hoyas hidrográficas conformadas por
los ríos Sinú, Cesar y San Jorge, en el departamento colombiano de Córdoba. El
antiguo Sinú comprendía tres regiones: el Finzenú, que incluía Tolú, San Benito
Abad, Ayapel y casi todo el Alto Sinú; el Panzenú, que se extendía hacia el
este entre el San Jorge y el Cauca; el Zenúfana, que se prolongaba en dirección
sur hasta el centro de Antioquia. Por las características etnológicas de sus
obras, altamente sofisticadas, se diferencian de las culturas caribes y se
vinculan con los chibchas, de manera especial con los quimbayas, de quienes se
consideran sus antepasados. En la actualidad algunos de sus remotos
descendientes todavía pueblan la zona meridional del Valle del Sinú.
Desarrollaron una riquísima cultura alfarera, pero son notables por su
orfebrería afiligranada. Al estar regidos por matriarcados, son abundantes las
representaciones o idolillos de Venus desnudas caracterizadas por deformaciones
intencionales o bien ricamente ataviadas.
⇦ Maternidad Sinú (Museo de Cerámica, Bogotá). Son numerosas las copas votivas con pedestal de columna que se encuentran en los yacimientos de la antigua cultura sinú, y muchas son una representación amable de la maternidad. En el período tardío, se acostumbró a deformar ligeramente el cráneo de estas figuras, agrandándolos para aumentar también la caracterización de los ojos y adornarlos con objetos que acusen su rango social o su oficio. La cerámica sinú mostraba habitualmente escenas de la vida cotidiana, incidiendo sobre todo en los acontecimientos felices y también los más dolorosos, sean de nacimiento como también de muerte.
Una de sus piezas más representativas, propiedad
del Museo del Marqués de San Jorge, en Bogotá, es la llamada Maternidad Sinú. En
ella se puede ver a una mujer de cabeza y nariz grandes, con una vasija en la
cabeza, que sostiene en brazos a su vastago. En la cultura sinú el oro tenía un
gran valor simbólico y lo utilizaban para el trueque. Poseía para ellos una
serie de virtudes, como la de augurar felicidad y permitir un contacto mayor
con sus dioses, por lo que sus enterramientos eran ricos en este material
precioso.
Venus Sinú (Colección privada). Esta figura votiva de cerámica evidencia el peso de la mujer en la sociedad matriarcal de la cultura sinú. La presencia de Venus desnudas es habitual en las excavaciones arqueológicas, ya sea representando a mujeres opulentamente ataviadas como deformadas intencionalmente para exagerar sus atributos sexuales o su clase social. Las más representativas son las que sostienen un bebé en brazos, como símbolo de la fecundidad, pero también las que presentan un ideal de belleza prototípico como la de esta Venus de arcilla, con marcas en el rostro y los ojos rasgados.
Estuche fálico de oro (Museo del Oro, Bogotá). En la antigua cultura sinú las representaciones simbólicas de tipo fálico eran casi constantes, ya fuera por la evidente forma de amuletos, estatuillas con una prominente erección, y estuches como éste, con una doble función consoladora, como por el exagerado modo con el que se separan las piernas de muchas mujeres de arcilla.
Ha sorprendido la variedad del quilataje del oro
que se ha hallado en sus entierros, desde oro puro a oro ligado. Entre las
incógnitas de esta cultura poco estudiada está el no saber con exactitud si
utilizaban oro de veta o de los ríos. Su técnica de fundición del oro ha dejado
rastros de huellas digitales, por lo que se infiere que, una vez ablandado el
mineral, plasmaban las piezas con los dedos, aunque otras teorías sostienen que
tales huellas formaban parte de los moldes de arcilla con los que trabajaban.
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.
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