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Giotto y el alma humana

El principal interés de los frescos de Giotto en Padua y Asís estriba siempre en la perspicacia del artista para analizar las íntimas profundidades del alma humana. El que por primera vez, sin estar preparado, viese estos dos conjuntos monumentales, acaso quedaría algo desconcertado por la ingenua simplificación de los fondos, la pobreza de aquellos paisajes, dibujados con árboles en miniatura, y las infantiles arquitecturas de edificios fantásticos, sostenidos por columnitas de inverosímil delgadez, con las que Giotto quiere representar el templo de Jerusalén o los palacios de su época. 

No obstante, para el gran artista todo aquello es menos que secundario; lo principal, casi lo único, es el alma humana, protagonista en todas las escenas. El amigo de Dante tenía que distinguirse precisamente por esto; Giotto, como el poeta florentino, observa atentamente a la inmensa multitud de seres que actúan sobre la tierra, para dar a cada uno su gesto, su alma propia, su mirada característica, que expresa el tormento o la alegría de aquel ser en uno de los instantes de su existencia.

Para el hombre occidental, la vida no es un estado permanente, sino más bien una sucesión de momentos de placidez, de ansiedad, de tristeza o de dolor.
 
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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