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Las figurillas sonrientes

La cercanía del área olmeca debe de haber tenido una influencia directa sobre el enorme impulso que tuvo en esta área central veracruzana la producción de estatuillas y figurillas huecas en barro, producción que se remonta hasta los principios del período preclásico y abarca todo el período clásico, o sea un total de más de veinte siglos de evolución ininterrumpida. Esta larga secuencia cultural puede seguirse con bastante claridad en los hallazgos provenientes de un lugar llamado Remojadas, de donde viene el nombre comúnmente empleado por los arqueólogos para determinar las diversas fases de esa evolución.

En la actualidad, Remojadas es también el nombre de una región que se encuentra en el centro del estado mexicano de Veracruz, una zona muy húmeda y cuyo paisaje está dominado por la selva. No se conocen muchos detalles de la organización social de los pueblos de esta región durante el período clásico, aunque los hallazgos de sitios ceremoniales con arquitectura monumental hacen suponer la existencia de líderes que eran capaces de llevar a cabo grandes construcciones sirviéndose de la mano de obra de muchos habitantes. Por otra parte, lo que sí que es evidente es la gran influencia que ejerció sobre los pueblos de Veracruz la cultura de la gran Teotihuacán, de la que Remojadas tomó tanto concepciones estéticas como técnicas artísticas.

Como decíamos, con el nombre de Remojadas se denomina, asimismo, el estilo artístico precolombino que surgió durante el período clásico mesoamericano, y más concretamente entre los siglos IV y IX. Antes de entrar en profundidad a describir las “figurillas sonrientes”, sin lugar a dudas, los objetos más idiosincrásicos del arte de Remojadas, se indicarán las líneas generales que siguió este estilo artístico ciertamente interesante.


⇨ Carita sonriente (Museo Nacional de Antropología, México) También llamada baby face o cara de niño, es una escultura totonaca procedente de la costa del Golfo. Estas figurillas de arcilla representan una excepción en el arte del México precolombino dominado por la idea de la muerte. 



Casi toda la cerámica que se produjo en Remojadas es monocroma, en especial de color negra, y los motivos decorativos más habituales que se pueden encontrar en ella son unos triángulos estriados por líneas paralelas que hacen perfectamente reconocíble la procedencia de las cerámicas. Por otro lado, también han llegado hasta la actualidad un considerable número de recipientes que imitan la forma de animales, así como objetos de cerámica roja pulida, aunque estos son menos abundantes que los de color negro.


Las figurillas de Remojadas se distinguen, desde fechas muy remotas, por la gracia ingenua de sus actitudes y por el empleo (característico de esta región rica en mantos de petróleo) de asfalto o “chapopote” a manera de pintura negra. Estas figurillas, aunque se empezaron a realizar durante mucho antes de que las culturas mesoamericanas entraran en el período clásico, conocieron su época de mayor perfección técnica durante la segunda mitad del período clásico. Asimismo, la evolución que, sobre todo en el apartado de la técnica, se observa en las figurillas de Remojadas tiene mucho que ver con la influencia recibida por parte de la avanzada cultura de Teotihuacán.


Vasija antropomorfa con vertedera (Museo Nacional de Antropología, Ciudad de México). Esta pieza, realizada por alfareros totonacas, pertenece al período final del Preclásico y se caracteriza por ser policroma con agregados de pastillaje. Lo curioso es que presenta unos rasgos que no se corresponden con los caracteres de las etnias indígenas de la costa del Golfo, como la nariz aguileña y la forma craneal. 


Así, al avanzar el período clásico, la técnica de estas estatuillas se perfecciona a tal grado que se llegan a elaborar grandes figurillas huecas de tamaño natural, como las que fueron descubiertas en El Zapotal. Dentro de esta rica gama de figurillas huecas, son abundantes las efigies de divinidades de rostro bien expresivo, ya sea sereno o alegre. Y sobresalen sin duda las llamadas “figurillas sonrientes”, que constituyen además una interesante excepción en medio de un panorama artístico más inclinado hacia las contemplaciones macabras que hacia la alegría desbordante.

Con su aspecto característico -frente ancha y aplanada, brazos abiertos o agitando “sonajas de fertilidad”- estas figurillas sonrientes cautivan por la frescura de la risa espontánea que sacude a sus personajes, ya sean niños muy pequeños o hasta ancianos y aun, más allá de esta vida, esqueletos. Expresión de algún culto a la fertilidad, a la alegría, a la música y a la danza, estas encantadoras efigies de barro se adornan a menudo con motivos zoomorfos -garzas, colas de mono, etc.- o con las “volutas entrelazadas” tan claramente características del arte de esta región. 

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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