Mientras tanto, en el norte
de Italia, durante el período carolingio, se iba formando una escuela
arquitectónica que después hubo de contribuir principalmente a la
estabilización del arte románico. La llamamos lombarda porque se supone creada, o al menos difundida, por grupos
de maestros albañiles que tuvieron su centro principal en Como, pequeña
población lombarda a pocas horas de Milán. Según la leyenda, durante el saqueo
de Roma por Alarico, en 410, la corporación de maestros albañiles abandonó la
Ciudad Eterna y fue a refugiarse en una isla del lago de Como. Estos romanos,
desterrados voluntariamente en el norte de Italia, fueron más tarde llamados a
regiones lejanas del otro lado de los Alpes.
A pesar de su rudeza, los reyes longobardos
hubieron de reconocer muy pronto la importancia de los albañiles comacinos y
les concedieron privilegios cuyos textos todavía se conservan. Los primeros son
dos edictos del rey Lotario, de l643, relativos a la responsabilidad de
empresarios y obreros en los accidentes ocurridos en las obras. Ochenta años
más tarde Luitprando, en su código, incluyó también una serie de reglas para
favorecer al gremio de maestros comacinos o Magistri
casari, señalando los precios de las paredes, bóvedas y arcos, estucos y
carpintería. Las dificultades inherentes a la construcción de las bóvedas se
reconocen de plano por el mero hecho de estipular en dichas reglas para ellas
un precio quince a dieciocho veces mayor, por superficie, que el señalado para
la obra común de paredes.
Y, sin embargo, la especialidad de los
albañiles comacinos, que debía hacerles tan famosos, era la construcción de
bóvedas. Para ello dividían la planta de la sala o nave en espacios cuadrados
por medio de arcos transversales y cada cuadrado estaba cubierto por una bóveda
en arista, sostenida sobre unos arcos diagonales que iban de pilar a pilar.
Estos arcos transversales descansaban sobre
unos ensanchamientos del pilar, lo que da a los pilares forma compuesta; no son
ya pilares simples de planta rectangular o circular, como los que sostenían las
antiguas bóvedas, sino que están formados por haces de pilares distintos
pegados e intersecándose.
Los más antiguos pilares compuestos,
característicos de la arquitectura lombarda, se descubrieron en 1869 en Milán
al practicarse las excavaciones para construir los cimientos de un banco.
Llevan inscripciones que los sitúan en la primera mitad del siglo VIII. Más
tarde aparecen los pilares compuestos en otras iglesias lombardas: en San
Ambrosio de Milán, en San Miguel de Pavía y en la infinidad de edificios de
este tipo que levantaron las corporaciones de albañiles comacinos o lombardos
en Italia y fuera de ella. Aunque la fecha de su construcción es incierta, San
Ambrosio de Milán y San Miguel de Pavía, las dos muy parecidas, tienen que
considerarse las iglesias madres del estilo, ambas prerrománicas.
La iglesia de San Ambrosio de Milán es ahora
una basílica latina de tres naves, cubierta toda por bóvedas de arista con
arcos diagonales en cada sección cuadrada de la planta; sólo delante del ábside
había una cúpula octogonal, hoy destruida. Esta solución de la planta de una
iglesia demuestra mayor libertad en disponer las formas que la capilla palatina
de Aquisgrán, pobre imitación de San Vital de Ravena.
Iglesia de San Ambrosio (Milán). Considerado uno de los edificios más importante
de la arquitectura lombarda, del antiguo templo de tipo basilical sobre el que
se levanta la iglesia románica que es hoy quedan pocos vestigios. El atrio
porticado de la fachada occidental sería un añadido típico de la arquitectura
paleocristiana que venía siendo una fórmula habitual de los arquitectos
carolingios y otonianos en el siglo XII.
Otra preocupación de los maestros comacinos
es la de decorar el edificio con las mismas formas arquitectónicas. Así, por
ejemplo, los arcos de refuerzo se apoyan sobre unas pilastras adosadas a la
pared y forman pilares combinados que dan un poco de variedad al aspecto
interior del edificio. Exteriormente se decoran los muros con fajas de piedras
salientes o con remates de arquillos ciegos, que forman una comisa terminal. En
los campanarios, estas líneas de arquillos se repiten en todos los pisos,
dividiéndolos en varias zonas horizontales; y en los ábsides, las pilastras
verticales y las fajas de piedras se combinan con los arquillos. Los edificios
de los maestros lombardos están raramente decorados con esculturas; sólo los
capiteles y las fajas de relieves en las puertas tienen monstruos y
entrelazados. Queda aún muy oscuro el origen de este arte decorativo de los
constructores lombardos, el cual conserva todavía algo de bárbaro y germánico,
pero que manifiesta haber recibido ya la influencia bizantina.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario.