El monumento más destacado
del período de los reinos de taifas es el castillo-palacio de Zaragoza,
conocido en la actualidad como la Alfajería, aunque originariamente se llamó
Dar al-surur, es decir, Casa del Regocijo. Fue construido en la segunda mitad
del siglo XI en el sector oeste de su capital, Zaragoza, por Abu Yafar (
1046/1047 - 1081/1082), el segundo miembro de la dinastía hudí, de cuyo nombre
deriba el término Aljafería.
El palacio mantiene la misma tipología que
las estructuras palaciegas omeyas, es decir, un recinto de planta rectangular,
en este caso de 87 x 78 metros, envuelto de una poderosa muralla. Esta gruesa
construcción de piedra tallada está flanqueada por dieciséis torres
cilíndricas, a excepción de una que es rectangular, la llamada del Trovador. La
muralla encierra las instalaciones en un terreno trapezoide. La única puerta de
entrada, con arco de herradura, se encuentra al noreste entre dos torres redondas.
Dentro del recinto se halla el palacio y una
pequeña mezquita con mihrab de estilo cordobés. El edificio palatino está
situado en un eje norte-sur y tiene un gran patio abierto rodeado de arcos
lobulados que componen un espléndido pórtico. Estos arcos contienen una
decoración sumamente compleja de motivos florales, geométricos y diminutas
columnas pareadas. El patio da acceso a las salas de recepción: el salón del
trono con arquerías lobuladas, un salón rectangular bastante largo, que se encuentra
flanqueado por dos cámaras casi cuadradas, a las cuales sólo se tiene acceso
desde el salón y no desde el pórtico.
Junto al salón del trono se sitúa la
mezquita, cuya planta interior octogonal se encuentra dentro de una
construcción cuadrada. La sala de oración está recubierta por una cúpula de
crucería restaurada. El mihrab, con un esbelto arco de herradura en su hueco,
es una clara reminiscencia de la mezquita aljama de Córdoba. De hecho, el deseo
de emular a la antigua capital va a ser norma común.
Hacia Córdoba se volverán siempre los ojos
de sus constructores. Artísticamente, se profundiza en sus logros y se imitan
sus fórmulas. Así ocurre en este edificio palatino zaragozano, en cuya mezquita
se acentúan los efectos ornamentales, empleándose arcos mixtilíneos y
entrelazados repletos de una menuda labor de atauriques.
Estos salones están profusamente decorados
con estucos de motivos vegetales y epigráficos de una elevada complejidad, lo
cual constituye una clara manifestación de la riqueza y el gusto artístico de
los gobernantes de los reinos de taifas, pues aunque utilizaban en sus
construcciones materiales pobres los recubrían con una abundante y variada
ornamentación consistente en mocárabes, sebka y cerámica vidriada.
La Aljafería pasó a ser residencia de los
reyes cristianos tras la conquista de la ciudad por Alfonso I El Batallador.
Los Reyes Católicos llevaron a cabo una considerable reforma y en 1593, Felipe
II la transformó en cuartel. Después de tantas vicisitudes y de una
considerable restauración, actualmente acoge las Cortes de Aragón.
A pesar de sus profundas modificaciones y
destrucciones a lo largo de su existencia, la Aljafería de Zaragoza ha llegado
hasta el presente como el ejemplar mejor conservado y más lujoso de palacio
islámico.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.
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