En esta obra de 1930, el crítico y escultor Vantongerloo
expone algunos de los rasgos que identifican el arte cosmológico que siempre
reivindicó en su obra, basándose en la inconmensurabilidad de la infinita
combinatoria de las formas y una amplia variedad de colores que comprende el
amarillo, el verde, el azul, el índigo y el naranja. Para el autor, la creación
no tiene principio ni fin, y las tres dimensiones de la realidad pueden
pervertirse jugando con las percepciones y creando la ilusión de perpetuo
estado de transformación visual.
(Fundación Weinberg, Suiza)
Fuente: Historia del Arte. Editorial
Salvat
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