Esta obra de 1939 evoca un universo destruido, poblado de
extraños objetos fantásticos, que viene a ser como una premonición de una edad
futura en la que sería posible la bomba atómica. Se ha dicho que este pintor es
indudablemente uno de los surrealistas más singulares e irreductibles.
(Colección James Thrall Soby, New Canaan, Connecticut)
Fuente: Historia del Arte. Editorial
Salvat
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