La intensa iluminación cromática del cuadro refleja el aura
de misticismo que inspira esta escena de la transición de la Virgen María en
una novia. El vuelo del vestido queda reflejado en la ampulosidad de las líneas
rectas que se abren en el margen inferior del cuadro, confiriendo un movimiento
de torsión al cuerpo representado. El gesto del brazo levantado produce la
impresión de elevación del cuerpo, y la postura gacha de la cabeza inspira el
estado de agotamiento y éxtasis de la figura.
En este célebre lienzo de 1912 Duchamp comenzaba a desplazar su interés por el cubismo en la configuración del cuerpo femenino retratado. A partir de entonces, la mujer iría perdiendo sus atributos singulares en la obra de Duchamp, transformándose cada vez más en combinaciones abstractas de columnas largas y estrechas y volúmenes modula res para cada segmento del cuerpo. La sexualidad quedaría sugerida por el movimiento mecánico de los cuerpos, mostrando una transfiguración de la mujer como si de una máquina automática se tratara. En el artificioso gesto del brazo doblado de la novia parece intuirse una leve elevación hacia los cielos, henchida de gracia divina e iluminada con los colores ocres y amarillentos que la bañan cenitalmente.
(Museum Of Modern
Art, Nueva York)
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.