Como en toda su obra, este
cuadro permite ver que a pesar de que Bonnard abandonó el impresionismo de los
inicios de su carrera, mantuvo las diferencias cromáticas en sus cuadros, en
los que también se aprecia una disolución total de los objetos en el ambiente.
Gracias a él, la tradición
impresionista de Monet y Renoir sobrevivió en el tiempo a la revolución
propugnada por los fauvistas y los cubistas, e influyó en el pensamiento
filosófico de Henri Bergson, "centrado en la explicación de los procesos
de la vida interior". Para él, la presencia del objeto era una auténtica molestia, por eso lo
primero que se capta en su obra es el tono; después es posible percatarse de que
la trama deja traslucir una gran profundidad.
(Musée du Petit Palais, París)