Punto al Arte

La continuidad de la pintura flamenca

Uno de los pintores de aquella primera generación flamenca, llamado Robert Campin, no ha sido identificado hasta hace poco; a este gran artista se le llamó, antes, el Maestro de Flémalle, por el pequeño pueblo de Flémalle, cercano a Lieja, de donde procede una de sus obras, o el Maestro de Mérode, por un portentoso tríptico sobre la intimidad de la Santa Familia, que perteneció al noble linaje belga de Mérode, y hoy está en el Museo Metropolitano de Nueva York. Campin trabajó en Tournai desde el año 1406 hasta 1444; es, por lo tanto, más bien predecesor (o en todo caso contemporáneo) que sucesor de los Van Eyck.

⇨ San Juan Bautista y el donante de Robert Campin (Museo del Prado, Madrid). Campin fue llamado también el Maestro de Flémalle antes de ser identificado. Es casi un predecesor de los Van Eyck, y en él se aprecian ecos del estilo gótico internacional. Esta obra de 1438, muestra un gran espejo convexo que le señala como un admirador de "Los desposorios de los Arnolfini" que se muestra unas páginas antes. El donante, humildemente arrodillado, es Enrique de Werl; por ello esta obra se . conoce también como "Retablo de Werl". 



La excelencia de la obra de Campin y su independencia prueban que la escuela flamenca de pintura era algo inevitable. Las circunstancias favorables de la corte de Borgoña favorecieron a artistas como Robert Campin, que pintó para esta corte una hermosa tabla de la “Adoración del Niño” (Museo de Dijon). Por de pronto se repite el fenómeno de la perfección técnica, debido a las experiencias acumuladas de siglos en la pintura francesa medieval; pero además, percibimos en la acumulación de detalles domésticos preciosos, en un aristocrático localismo de los fondos, algo que es exclusivamente flamenco. Esta tabla del Museo de Dijon, pintada hacia 1425, es una de las obras más encantadoras y lozanas del siglo.

Su “Virgen amamantando al Niño” (Nacional Gallery, Londres) es más tardía, quizá posterior a 1430. Las santas figuras son humanas hasta el exceso y nos transmiten un sabor de fidelidad y de cordialidad hogareñas. En estas obras y en la “Santa Bárbara leyendo” (Museo del Prado), los personajes que en ellas figuran ofrecen una de las más altas visiones de paz interior por la predilección que demuestran por los interiores de sus casas o paisajes de la región de Flandes, donde han descendido a habitar como simples mortales. Están sumidos en mística unción, mas siempre revelan carácter terrenal.

La generación siguiente a los Van Eyck y Campin está representada gloriosamente por otro artista: Rogier van der Weyden (o Roger de la Pasture, en su nombre francés). Era de la región de Flandes donde se habla francés, pero Roger tradujo en flamenco literalmente su nombre haciéndolo Van der Weyden. Consta que hizo el aprendizaje con Campin y que fue aceptado en el gremio de los pintores de Tournai en 1432. Después pasó a instalarse en Bruselas, donde adquirió gran reputación, y murió en 1464. Van der Weyden también viajó; de la visita que hizo a Italia en 1450 y su contacto con Leonello de Este, en Ferrara, se ha hecho siempre especial mención.


Los desposorios de la Virgen de Robert Camping (Museo del Prado, Madrid). En este óleo sobre tabla se observan algunos de los símbolos más utilizados en la pintura de su tiempo, como la puerta gótica inacabada de la parte derecha, que representa el establecimiento de la Nueva Iglesia.  

Los italianos demostraron gran admiración por sus obras, y él, a su vez, quiso imitarlos, pero los dos espíritus nunca se fundieron: ni Italia se desvió de sus esfuerzos para producir la resurrección del espíritu clásico, ni los Países Bajos llegaron, hasta muchos años después, a desprenderse de su gótico humanismo para adoptar el clásico de la Italia del Renacimiento. Por esto, Roger van der Weyden resulta el mejor ejemplo de lo que el contacto entre el norte y sur de Europa podía entonces producir. Su retablo con el “Descendimiento de la Cruz” (hoy en el Museo del Prado), tan hondo en la primera manera de este artista que podríamos decir se halla dentro de las concepciones de Campin, es una composición trágica con pliegues angulosos en los vestidos -de sus figuras, transidas de dolor, que llevan grandes tocas y turbantes. Fue pintado en forma de tríptico (pero las tablas laterales se han perdido) para la Compañía de Arqueros de Lovaina y debió causar gran sensación, pues se conservan de él varias copias, gracias a las cuales es posible advertir -pese a su inferior calidad- de la monumentalidad del conjunto.


⇨ Detalle de El Calvario de Roger van der Weyden (Monasterio de El Escorial. Madrid). El manto, de un delicado gris azulado, se pliega en cuidadoso modelado, cuyos ángulos, abundantes, describen líneas quebradas de gran valor dramático. Este tipo de plegado es muy característico de los artistas flamencos y borgoñones del siglo XV, y de todos aquellos que -bajo su influencia- se agrupan en el último capítulo del arte gótico con la denominación de "estilo gótico flamenco". 



El genio de Van der Weyden, menos ambicioso de originalidad y de invención que el de Van Eyck, no se reveló plenamente en composiciones teatrales, cual el “Descendimiento”, sino en tablas con la Virgen y el divino Infante. Las Vírgenes de Jan Van Eyck eran doncellas ataviadas con grandes mantos rojos paseándose por el interior de las catedrales o sentadas en un trono de piedra gris. Las de Van der Weyden son señoras cubiertas, como máximo, con un velo transparente.

Algunas de las Vírgenes de Van der Weyden eran sólo hojas de un díptico, con el retrato del poseedor rezando en la otra hoja, y actualmente están desperdigadas. Los retratados van, por lo regular, vestidos de negro, pero sus caras reflejan lo único que desean exhibir: su fuerte personalidad. Raramente estos caballeros que rezan a la Virgen se presentan con un fondo de paisaje o una ventana abierta; en general, los identifica su blasón o mote.


Otra generación y otro gusto representa Hugo van der Goes, de quien no se sabe si nació en Gante o en el pueblecito de Goes, en Zelanda (Holanda), en 1440, y que en Gante obtuvo el título de maestro pintor en 1467. Diez años después entró en un convento, al perturbarse su razón. Su estancia en Roodekloster (el Convento Rojo) es conocida a través de la crónica del monje Ofhuis. Al principio continuaba pintando y recibía a amigos. En 1481, empezó a creerse condenado y quiso suicidarse. El prior lo calmaba haciéndole oír música y él pintaba en los intervalos de sus crisis. Murió loco en 1482.


El descendimiento de la Cruz de Roger van der Weyden (Museo del Prado, Madrid). Esta obra es una equilibrada composición escenográfica. Las trágicas figuras expresan la emoción del arte gótico en todo su patetismo. El San Juan, que sostiene la Dolorosa casi caída en el suelo, se considera uno de los retratos más atractivos de este pintor flamenco nacido en Tournai. El color lívido del rostro de la Virgen, entre gris y violeta, traduce el clímax de su dolor.  


Dejó algún magistral retrato, pero su obra más conocida es el gran tríptico que ya se ha comentado con la “Adoración de los Pastores”. Lo pintó en 1476, y se conserva en la Galería de los Uffizi. Esta pintura, como se ha dicho, fue enviada a Florencia por el agente en Brujas de los Médicis, Tommaso Portinari, que con los suyos aparece retratado en la obra. Excelente por su técnica y el preciosismo en que están ejecutados los detalles, así como por la intensidad de atención con que participan en la escena ángeles y pastores; sin embargo, este tríptico carece ya de la vibración espiritual que preside las antiguas y acaso más tranquilas creaciones de Jan van Eyck y Van der Weyden. Más aún esto se nota en otra “Adoración” de Van der Goes, que de Monforte, en Galicia, pasó al Museo de Berlín. Pero el “Tríptico Portinari” es -pese a su agitación- una de las grandes obras de la pintura universal que ya causó estupor en su época, primero en Brujas y después en Florencia. Nunca se había visto en Flandes ni en ningún otro sitio, una Virgen que fuera mujer en forma tan desconcertante y humana, al mismo tiempo refinada y rústica, toda palpitante.


⇦ La Virgen y el Niño de Van der Weyden (Museo del Prado, Madrid). Formaba parte, posiblemente, de un díptico. Puede apreciarse en el rostro de la Virgen la inefable ternura hacia su Hijo, de rostro muy maduro, que juega torpemente con las páginas del libro. El decorado de piedra que enmarca las figuras no es de estilo románico, al gusto de Van Eyck, sino de un gótico caprichosamente estilizado. Las figuras destacan sobre un fondo negro, porque el mundo exterior parece interesar poco a este pintor que eligió sobre todo los fondos opacos, ornamentales o simbólicos. 




Frente a ella el maravilloso bloque de los tres pastores que se abalanzan en un gesto de adoración, está internamente quebrado por la caracterización tan diferente de cada uno de ellos. El anciano sonríe con un gesto que dulcifica su rostro trabajado por los años; el joven -encarnación de la duda- desmiente el gesto de sus manos con el escepticismo frío de su mirada; el maduro muestra una tal excitación que raya en locura.


De la misma generación es Hans Memling, nacido hacia 1435 en Seligenstadt (cerca de Aschaffenburg, Alemania) y residente en Brujas desde 1446, ciudad en la que murió en 1494. Sus portentosas dotes de colorista y la feliz inventiva que acreditaba aún al final de su vida en las escenas llenas de encanto del arca relicario de Santa Úrsula, le valieron importantes clientes: el Hospital de San Juan, en Brujas, donde aún se conservan muchas obras suyas, grandes burgueses como Guillermo Moreel, banqueros italianos, como el propio Tommaso Portinari, etc. Lo típico de Memling es su mundo interior, absorto, su sentimiento algo elegiaco, dulce, amable, nunca dramático, que penetra hasta lo más profundo.


La gran época de Memling se sitúa en torno a 1480, cuando era propietario de tres casas en Brujas, y pagó su parte de la contribución de guerra impuesta por Maximiliano, a título de ser uno de los ciento cuarenta burgueses más ricos de la ciudad. A este momento pertenecen el fantástico “Retablo de los Desposorios místicos de Santa Catalina” (Hospital de San Juan, Brujas), y varios extraordinarios retratos como el llamado de “Sibila Sambetha”, y los contenidos en el “Retablo de San Cristóbal” (conocido también como “Retablo de Guillermo Moreel”) en el que aparecen el donante, su esposa Bárbara van Vlaendenbergh y sus hijos.

Parte derecha del Tríptico Portinari o La adoración de los pastores de Hugo van der Goes (Galleria degli Uffizi, Florencia). La brillantez técnica con la que Van der Goes ejecuta esta Virgen con expresión tan serenamente humana -obsérvese la placidez de su rostro- hace que esta pintura se aleje de las obras de un Van Eyck, en las que la se refleja una mayor turbación espiritual. 


En el arte de los últimos grandes maestros flamencos no puede hablarse, ciertamente, de caída ni de decadencia, porque algunos elementos esenciales permanecen todavía en todo su vigor, o acaso aumentados en intensidad, pero el principio espiritual activador tiende ya a desvanecerse.

Los Van Eyck, Campin y Van der Weyden eran simultáneamente técnicos, creadores y videntes. No llegan a tanto sus sucesores: son pintores que llenan las tablas de imágenes admirables, pero cuyo encanto se logra principalmente por la habilidad y perfección con que están ejecutadas. No se puede remontar la corriente de las edades; al desaparecer lo que había de fenómeno casi divino en su etapa primera, la escuela flamenca quedó al principio de esta etapa, como una excrecencia medieval, justificada de forma principal por su magistral técnica.

⇦ La niña Portinari (detalle) retratada junto a su madre por Hugo van der Goes en el postigo de la derecha del Tríptico Portinari o de La adoración de los pastores (Galleria degli Uffizi, Florencia). El preciosismo, la observación minuciosa del detalle, la intensa expresividad de los ojos claros, se imponen con fuerza que los hace difíciles de olvidar. 




Así, en Dirk Bouts, pintor holandés que nació en Haarlem, pero que (según se ha comprobado documentalmente) ya a mediados del siglo se había trasladado a Lovaina, donde casó y donde murió en 1475. Si en sus primeras pinturas se observa una innegable disminución de la intensidad espiritual que resplandece en las obras de los primeros grandes pintores flamencos, en cambio, hay en ellas, a modo de compensación, un refinamiento psicológico que se patentiza, no sólo en la fineza de las facciones de los rostros, sino también en la elegante naturalidad de las actitudes y en el modo admirable como los personajes se mueven o reposan dentro del ambiente natural que los circunda. Estas mismas características ofrecen las composiciones (a veces simbólicas) de un holandés que jamás salió de Holanda: Geertentot Sint Jans, o Gerardo de la Muerte de San Juan, nacido probablemente en Leyden hacia 1460 y fallecido, al parecer, antes de los treinta años, en Haarlem. 


Escena pintada por Hans Memling en el arca relicario de Santa Úrsula (Hospital de San Juan, Brujas). Este artista, llamado "el gran ecléctico", pintó la escena con la sonrisa de la anécdota. Se diría que este burgués satisfecho se expresó aquí con un sentimentalismo de leyenda que ocultaba alevosamente la brutalidad de su época. 

Más discernible es el cambio en la siguiente generación de pintores de los Países Bajos, cuya actividad se prolongó hasta los primeros años, o hasta los primeros decenios, del siglo XVI, como Gérard David, nacido hacia 1460, y Quentin Metsys (o Massys) cinco años más joven que David. Los dos muestran un interés decidido por matizar la expresión y por dar a sus composiciones de figuras humanas naturalidad y monumentalidad a la vez. Gérard David es, sobre todo, un característico pintor de Madonas caseras, fina evocación de la madre de familia concentrada toda ella en la crianza de su pequeñuelo. Apasionadamente ensalzado por los críticos e historiadores del arte del siglo XIX, hoy interesa mucho menos porque se aprecian más los valores imaginativos e intelectuales que una perfecta habilidad técnica como la de este pintor.


Retablo de San Cristóbal de Hans Memling (Museo Municipal, Brujas). Llamado también de Guillermo Moreel, nombre del donante, al que pertenece este fragmento con el más bello retrato colectivo del pintor. Santa Bárbara, vestida de rojo, protege a Bárbara van Vlaendenbergh, esposa del donante, y a sus once hijas; todas ellas idealizadas y tranquilas, firmes y pacientes, tratadas con un colorido de increíble transparencia, rebosan dulzura y encanto.  


⇨ Resurrección de Cristo de Dirk Bouts (Antigua Pinacoteca de Munich). Destaca el contraste entre la figura de Cristo, que se presenta muy espiritualizada, con la emotividad que muestran los asustados soldados. 



Metsys subraya o exagera, en cambio, la intención expresiva de los rostros y de las actitudes en algunas de sus obras de tema religioso. Diríase que presiente el tumulto de inquietudes espirituales que precedió y acompañó al estallido de la Reforma. No es sorprendente que en su residencia de Amberes se relacionase con los magistrados humanistas, entre los cuales se encontraba Pieter Gillis que le puso en contacto con Erasmo en 1517. En otras obras, en cambio, apunta ya una influencia directa de Leonardo, cuyas obras conoció (y alguna copió) durante el viaje que hizo a Italia. En el Museo del Prado, se pueden contemplar dos grandes tablas apaisadas, una de cada uno de estos dos maestros; ambas contienen escenas rodeadas de paisaje.


⇦ Retrato de Pieter Gillis de Quentin Metsys (Museo Real de Bellas Artes, Amberes). En este retrato de su amigo Pieter Gillis, importante magistrado humanista, Metsys parece querer contener, en la mirada serena y casi ausente del retratado, toda su capacidad para crear rostros de una expresividad llevada casi al límite de lo verosímil. 




La de Gérard David representa un tema que este pintor trató repetidamente: el descanso en la “Huida a Egipto”; la de Quentin Metsys representa “Las Tentaciones de San Antonio”, con el santo ermitaño sometido a la tortura de las mimosas caricias de tres bellas diablesas, con gran lujo ataviadas, a quienes acompaña un diablo disfrazado de alcahueta horriblemente expresiva. El fondo paisajístico es en ambas obras magistral, algo que denota una sensibilidad nueva en el clima artístico neerlandés. Los paisajes de estas dos obras maestras no son ni de David ni de Metsys, sino de un pintor exquisito cuando se trataba de pintar paisajes, y que con ellos colaboró, el primer gran paisajista que produjeron los Países Bajos, Joaquín Patenier o Patinir .


Las tentaciones de San Antonio, obra de Joachim Patinir, en cuanto al paisaje, y de Quentin Metsys para las figuras (Museo del Prado, Madrid). En esta obra de colaboración es fácil distinguir la mano de Patinir en el paisaje de misteriosa religiosidad, último soplo de la mística medieval, de la caricatura psicológica de Metsys, con su sensualidad y su exotismo, en las diablesas y el santo ermitaño que centran la escena. 


Después de estos últimos maestros que, a pesar de todo, conservan todavía algo de la impronta y originalidad de la escuela en el arte pictórico de Flandes y de Holanda (países que entonces constituían aún un solo ente político y cultural) aparecen los maestros en cuyas obras apunta ya influencia directa de la pintura del Renacimiento italiano. Esta influencia deriva, en la ya decadente escuela de Brujas, hacia un excesivo predominio del adorno. Pero entonces los principales centros pictóricos de los Países Bajos son Bruselas y Amberes. Gérard David abandonó Brujas por Amberes en 1515, después de haber sido reconocido pintor oficial de Brujas a la muerte de Memling. Metsys fue un característico maestro de la escuela antuerpiense, que se había inscrito, ya en 1491, en el gremio de pintores de Amberes. Su estilo expresivo hallaría después eco, dentro de esta escuela, en las obras de un pintor zelandés que allí ejerció su arte principalmente, antes de enzarzarse en las querellas políticas derivadas de la aparición del protestantismo: Marinus van Roemerswaele.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Arando de René Auguste Seyssaud



Nacido en la Provenza, este artista supo plasmar esos colores intensos de su tierra, sentando los fundamentos del fauvismo.


(Museo del Ermitage, San Petersburgo)

Michel Seuphor (1901-1999)



Seuphor, Michel (Amberes, 10 de marzo de 1901 – París, 12 de febrero de 1999), cuyo verdadero nombre fue Ferdinand Louis Berckelaers, es un pintor abstracto, crítico de arte, editor y escritor francés. El seudónimo de Seuphor es un anagrama de Orpheus.

En 1921, en colaboración con Jozef Peeters y Geert Pijnenburg, Michel Seuphor publica en Amberes la revista Het Overzicht (El Panorama). Desde 1922 entró en contacto con los artistas de vanguardia de las grandes ciudades europeas, Berlín, Roma, Amsterdam después París. Se relaciona con Robert Delaunay y Sonia Delaunay, Marino di Teana, Piet MondrianFernand LégerAmédée Ozenfant, Tristan Tzara, Albert Gleizes, Jean ArpSophie Taeuber-Arp, Filippo Marinetti, Gino Severini, Joaquín Torres-García, y también con pintores cubistas, dadaístes, futuristas, constructivistas o neoplasticos.

Se instaló en París en 1925 en donde publicó, en colaboración con Enrico Prampolini y Paul Dermée, los Documentos Internacionales del Espíritu Nuevo. Después fundó el grupo Círculo y cuadrado con Joaquín Torres García y otros artistas que se reclamaban del neoplasticismo profesado por Piet Mondrian. En 1930, publicaron tres números de la revista del mismo título. Michel Seuphor organizó también exposiciones colectivas de grupo; la primera fue en 1930, a las que participaron principalmente Mondrian, Arp, Taueber, Léger, Kurt SchwittersWassily Kandinsky, Le Corbusier, Antoine Pevsner o Alberto Sartoris.

Michel Seuphor se alejó de París y a su partida el grupo Abstracción Creación, creado en 1932 por Vantongerloo, continúa el trabajo de Círculo y Cuadrado,  retomado en 1939 por el grupo Realidades Nuevas que del que resultó la Asociación y Salón en 1946.

Estuvo en Nueva York en el periodo de diciembre 1950 a febrero 1951 durante el cual preparó su libro sobre Mondrian. Ahí conoció a numerosos artistas, entre los más destacados se pueden mencionar a: DuchampKooningPollockRothkoKline, Motherwell, Gottlieb, Stuart Davis, Richter, Gallatin, Morgan Russell, Reinhardt, Newman.

Michel Seuphor organizó numerosas exposiciones entre ellas Los Primeros Maestros del Arte Abstracto, de 1949, en 1958, 50 años de Arte Abstracto y en 1959 en Estados Unidos, Construction and Geometry Painting. El mismo año preparó la gran exposición retrospectiva de Mondrian en el Museo de la Orangerie.

Michel Seuphor realizó obras neoplásticas a partir de 1926. En 1932, realiza sus primeros "dibujos unilineares" que dieron lugar a su primera exposición en Ginebra. En 1951 los dibujos de Michel Seuphor toman un carácter particular: trazaba líneas horizontales dispuestas paralelamente y a distancias diversas, separadas por espacios en blanco. Seuphor nombró dicha técnica "dibujos de lagunas de trazos horizontales" y fue el punto de partida de una obra plástica personal que exploró a lo largo de su vida.

Como artista plástico, participó en numerosas exposiciones colectivas en Francia y en el extranjero a partir de 1933. También tuvo exposiciones individuales: en 1953 en la galería Berggruen, en 1959 en la galería Denise Renacido en París, en Turín en 1967, en el Museo de La Cal-de-Fondos en 1968, a una retrospectiva al museo municipal de La Haya en 1977, así como en el Centro Beaubourg de París, en 1981 en el museo de la Bouverie en Lieja, en 1986 en la Galería Treffpunkt Kunst de Saarlouis, en 1989 en el Museo de Sarrebruck y en 1994 en "La Galería" en París. La más reciente retrospectiva fue realizada en 2014 en el Museo FélixArt en Drogenbos.

Michel Seuphor fue pintor y dibujante, así como ceramista y se dedicó al collage desde 1953. Expuso sus collages y serigrafías en 1977 en la Galería 2016, de Hauterive, Neuchâtel, Suiza. Expuso nuevamente en la Galería 2016 en 1991 y 1993.

A principios de la década de 1980, Michel Seuphor atrajo la atención de los medios de comunicación al ser implicado en un proceso legal referente a la adquisición de tres piezas falsas de Mondrian a finales de los años 1970 por el Museo nacional de arte moderno. Se alegaba que Seuphor había certificado las obras como auténticas.4 Su buena fe fue reconocida por el tribunal de apelación de París en 1985.5

Michel Seuphor publicó un número considerable de obras literarias y escritos sobre el arte, sobre estudios sobre Mondrian. Entre ellos, la monografía de 1956, titulada Diccionario de la Pintura abstracta en 1957, El Arte abstracto, sus orígenes, sus primeros maestros de 1949 y la Escultura de este siglo de 1959, La pintura abstracta, su génesis, su expansión en 1962, El Estilo y el Grito en 1965, y una historia del arte abstracto de cinco volúmenes, en colaboración con Michel Ragon a partir de 1973.

Fuente: Texto extraído de es.wikipedia.org

Obra comentadas


Galería

Composición V, 1929

Le grand verseur: La coupé pleine, 1965

Variaciones en amarillo y azul de Michel Seuphor


Realizada en 1958 empleando únicamente tintas y collages de papel, el pintor, ceramista y diseñador de tapices Seuphor se dio a conocer internacionalmente de la mano de otros artistas sobre los que escribió acertados ensayos críticos, como los dedicados a Torres García, y elogiosos poemas informalistas.

(Colección privada, Bélgica)

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat

El sentido dramático de Scopas


Ménade de Scopas (Staatlisches Kunstsammlungen, Dresde). Escultura realizada en mármol hacia el siglo IV a.C., que muestra un estilo más turbulento del tratamiento de la figura que el de su antecesor Praxiteles.
Otro gran maestro del siglo IV fue Scopas tan genial como Praxíteles. Era acaso más viejo que él y natural de Paros, pero ambos debieron de convivir en Atenas, y hay probabilidades de que hasta trabajasen juntos. No fue Scopas, como Praxiteles, «un ateniense de Atenas» ni se le ofreció, como al maestro de los amores, la fortuna de poseer un taller acreditado por su padre y su abuelo. Parece haber sido un temperamento estudioso, puesto que sus personificaciones filosóficas le muestran al corriente de las ideas más adelantadas de su tiempo. Su tristeza pensativa contrasta con el optimismo estético de Praxiteles. Así como éste tenía preferencia·por los estados de dulce abandono, que se han interpretado como consecuencia de la iniciación en los misterios, Scopas agitaba sus figuras y las representaba en los extremos de paroxismo orgiástico. Con el Sátiro de Praxiteles, sumergido en quietismo sensual, contrasta la Ménade de Scopas, del Museo de Dresde, en furor báquico, que sostiene con una mano el cabrito que acaba de sacrificar.

Mausoleo de Halicarnaso. Dibujo del
que ha sido considerado como una
de las maravillas del mundo antiguo
que atrajo a los grandes escultores
de la época.
Pero hasta en las figuras de reposo Scopas refleja intensamente su espíritu sombrío. Han quedado varias copias mutiladas de una estatua suya de Meleagro, el joven cazador que se prepara a partir para la cacería del jabalí de Calidón, que ha de serle fatal. Está representado como si, antes de partir, tuviera premonición de su fin próximo, con aquella intensa vacilación de los héroes que se resuelve rápidamente en lo íntimo del corazón. Otra hermosísima cabeza del joven héroe, en el estilo de Scopas, del Museo Metropolitano de Nueva York, manifiesta la misma preocupación de tener que aceptar el inevitable destino.

El temperamento de Scopas era apropiado para grandes obras de decoración arquitectónica. Scopas es el último gran maestro que se dedica a adornar la ingrata forma triangular de los frontones de un templo. Ha sido asimismo Pausanias quien informa de que fue Scopas el director de la reconstrucción total de un templo cerca de Tegea, el de Atenea Alea. Como siempre, el viajero describe brevemente las esculturas: en un frontón estaba representada la caza del jabalí Calidón; en el otro, la lucha de Telefo con Aquiles; dos temas que debió de preferir Scopas por su carácter eminentemente dramático. Las excavaciones de Tegea han devuelto un corto número de fragmentos de esta decoración escultórica; los más interesantes son dos cabezas juveniles que miran con atención al horizonte lejano. Su relación con la cabeza de Meleagro es evidente, y han servido muchísimo para determinar el estilo de Scopas. Los héroes y los dioses se han aproximado por el dolor común a ambos; la expresión sublime de los tipos fidíacos ha sido sustituida por este silencio patético de un dolor moral. Los asuntos mitológicos están interpretados también como alto símbolo de la tragedia humana. Scopas representa a los héroes homéricos sufriendo las eternas angustias de su propia alma, como Sócrates y Platón recuerdan también a cada momento los dolores de Aquiles y Ulises sin concederles valor histórico y real.

 Cabeza de Meleagro de Scopas (Villa Médicis, Roma). Los primeros años atenienses de este artista, nacido en Paros de familia oscura, fueron seguramente difíciles. Temperamento rebelde, fácilmente inflamable, nunca fue un hombre de mundo, sino un genio a la vez tierno y vigoroso, lleno de pasión, lo que hoy sería llamado un "contestatario". Su escultura -intensa, dramática y dolorida- refleja de modo muy auténtico esta personalidad. En la copia mutilada de un original, la tragedia del cazador que sabe el fatal desenlace de su acción se sublima en la decisión de la mirada, pronta al sacrificio.

   

Significativo indicador del espíritu de la época es que el monumento más conspicuo de este período sea una tumba: el Mausoleo de Halicarnaso.

Lucha entre griegos y amazonas de Scopas (Museo Británico, Londres). Detalle de la decoración del friso Este del mausoleo de Halicarnaso encomendada a este artista. Es fácil reconocer el aire que imprimía Scopas a sus obras en la amazona del primer friso; el quitón hendido, arremolinado en forma de corola en torno a las caderas, deja ver el joven cuerpo desnudo lanzado al ataque con desesperada impetuosidad. Parece como si el escultor se condoliese, porque sabe que ella va a morir.
Lucha entre griegos y amazonas de Scopas (Museo Británico, Londres). Detalle de la decoración que este escultor realizó en el frontón Este del mausoleo de Halicarnaso.

Estatua de Mausolo de Briaxis
(Museo Británico, Londres). Es-
te artista fue uno de los escul-
tores que intervino, junto con
Scopas, Leocares y Timoteo, en
la decoración del mausoleo de
Halicarnaso.
Plinio describe así la construcción del Mausoleo: "Scopas tuvo por émulos y contemporáneos en la escultura a Briaxis, Timoteo Leocares, los cuales trabajaron juntos en el Mausoleo de Halicarnaso, esto es: en el sepulcro erigido en memoria del reyezuelo o sátrapa de la Caria Mausolo, por su esposa Artemisa. Esta obra, que se cuenta entre las siete maravillas del mundo antiguo, tiene por basamento un alto cubo, más largo de los lados que de los frentes, y encima 36 columnas. La fachada del Este -sigue diciendo Plinio- la decoró Scopas; la del Norte, Briaxis; la del Sur, Timoteo; la del Oeste, Leocares. Artemisa murió antes de que el Mausoleo estuviera terminado, pero los artistas continuaron trabajando en él, ya que creyeron que ello redundaría en su propia gloria. El monumento termina en una pirá­mide de 24 peldaños, y en la cúspide, situada a 140 pies (esto es, 45 metros), está la cuadriga marmórea que hizo Pytio". La enorme base del Mausoleo debió de contener una cámara sepulcral, puesto que una crónica de la Edad Media transmite que los caballeros de San Juan de Jerusalén, que en el siglo XV aprovecharon el sepulcro para edificar un castillo, encontraron aún en el interior los sarcófagos. Las ruinas del Mausoleo fueron exploradas por el arqueólogo Newton en 1857, el cual descubrió importantes restos de los frisos, que formaban una zona esculturada en el basamento, fragmentos de la cuadriga y las estatuas de Mausolo y Artemisa. Esta obra colosal, erigida en las costas de Asia para un sátrapa sometido a Persia, en la cual trabajaron en colaboración tantos maestros griegos, indica la fuerza expansiva del arte griego, más propiamente del arte de Atenas. Pytio, el arquitecto director, era jonio, y es bien conocido porque construyó el templo de Priene. Mas para la escultura, la esposa de Mausolo hubo de acudir a Atenas: Scopas y Leocares indican la procedencia de todo el grupo. Los asuntos representados en los relieves eran todavía los predilectos de los atenienses: el famoso combate con las amazonas y una carrera de carros con aurigas de largos ropajes flotantes. Los relieves encontrados hacia la parte oriental del Mausoleo pueden atribuirse, según testimonio de Plinio, a Scopas, ya que, efectivamente, presentan todos los rasgos de su estilo; en cambio, la gigantesca estatua de Mausolo, que, acompañado de Artemisa, iba en la cuadriga superior se ha atribuido a Briaxis. Conviene notar que el mayor interés de esta figura de Mausolo es la cabeza, de carácter muy personal, con la cabellera echada hacia atrás, lo que le da un aire algo bárbaro. En otra cabeza, que por su dignidad no puede ser más que del propio Mausolo, los caracteres de extranjerismo han desaparecido, y la nota patética, dolorida, de Scopas predomina como en las cabezas de Meleagro y de los frontones de Tegea.

Nióbide cubriéndose con la clámide (Galleria degli Uffizi, Florencia). Tema que se vuelve a encontrar en el clasicismo tardío por el pathos dinámico que del tema se desprende, y que aparece tratado con la agilidad y el juego de luces y sombras que presagian el helenismo.
Un eco del estilo melodramático de S copas se encuentra también en otra serie de Nióbidas de los Uffizi, en Florencia. La trágica escena del sacrificio de los hijos de Níobe, heridos por las flechas de Apolo y Artemisa, debía de ser simpática por fuerza a Scopas y a sus discípulos. Las estatuas de Florencia se encontraron en Roma, en el lugar donde estaban los jardines de Salustio; habían sido copiadas o imitadas de otros ejemplares arcaicos. Sin embargo, las dos figuras del grupo, la dolorida madre que procura salvar a la menor de sus hijas, se avienen más con el estilo de Scopas.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

El legado de Rothko

H-30 de Hans Hartung (Museo Nacional de Arte Moderno, París). Este pintor alemán se instaló en París en 1930 y trabó amistad con Julio González. Durante la 11 Guerra Mundial, resultó herido en el frente. En esta obra se expresa su vigorosa y personal caligrafía, así como su dominio técnico y extremado rigor.

La obra de Rothko es, gracias a la escasa duración de su carrera artística, una obra llevada al extremo, a la que seguramente hubiera seguido una evolución, quién sabe en qué sentido, de no quedar interrumpida por la muerte. Su más allá de la violencia, su trascendentalidad en el agotamiento del gesto físico constituyen la grandeza de Pollock y condenan al mismo tiempo la action painting neoyorquina -a través de los imitadores de tal o cual gesto- a no ser más que un academicismo regionalista como tantos otros, empezando por el art brut o el tachisme. En cambio, el sintetismo de un Tobey, de un Still, de un Kline o de un Rothko consigue, en el límite de toda numeración lógica, ese sentido del espacio real que el gesto de Pollock elevó a una incalculable potencia de desmesura.

Pollock es en Estados Unidos como un meteoro del cual todos se mantienen a respetuosa distancia. Parece haber desanimado de antemano a todos sus posibles imitadores directos (el caso de Ossorio es aparte). Europa ha mostrado menos pudor. El descubrimiento del drip por la joven generación de la década de 1950 tuvo gran resonancia. Este fenómeno, aunque vivido algo más tarde que las influencias simultáneas de Fautrier y Dubuffet (hautes pâtes), de Alberto Burri (con sus sacos), de Hartung y Mathieu, de Wols y Bryen, jugó un papel igualmente fundamental en el desarrollo del tachisme con espesor de materia que rebasó el ámbito parisiense y se extendió por Alemania, Italia, España, Japón, Polonia.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

El pensador

En el año 1880, el Estado francés encargó al artista Auguste Rodin la realización de un relieve destinado a decorar la entrada de un supuesto Museo de Artes Decorativas de París que finalmente no fue creado. El escultor trabajó durante años en el proyecto, pero la obra, basada en La Divina Comedia de Dante, no llegó a ocupar el sitio para el que había sido concebida. Sin embargo, de la monumental empresa de Rodin, titulada La Puerta del Infierno (La Porte de l’Enfer), surgieron piezas independientes que se transformarían luego en iconos de la escultura moderna; entre ellas El Pensador (Le Penseur), El Beso (Le Baiser) y La Eterna Primavera (L’Eternel Printemps).

El Pensador es, sin duda, la más célebre escultura de Rodin. Titulada inicialmente por su autor El Poeta, y luego, Dante Pensando, en principio la pieza estaría situada en medio de una serie de condenados esculpidos en bajorrelieve, meditando su destino. Modelada entre los años 1880 y 1882 en un estilo que mezcla realismo y romanticismo, la obra presenta el gusto del escultor por lo no acabado que tanto admiraba en Miguel Ángel. Rodin se refirió a ella manifestando: “Un hombre desnudo sentado sobre una roca (…). Su cabeza sobre su puño, preguntándose. Pensamientos fértiles lentamente nacen en su mente. Él no es un soñador. Él es un creador”.

La escultura representa a simple vista la magnitud de esta meditación: el personaje se encuentra imperturbable, sumido en la profundidad de sus reflexiones, librando una dura batalla interna. Rodin expresa esta fuerza, de una potencia retenida, a través de la constitución muscular de su trabajo, de modo que la escultura no otorga a la fuerza psíquica más que la imagen de la apariencia externa.

La verdadera fuerza no se manifiesta, pues, sino a través de la evocación o inferencia de un fenómeno interior como una experiencia de tormentos morales o angustias humanas que se generan y manifiestan desde el alma. La importancia que el artista otorga a la luz y la técnica del modelado es impresionista; sin embargo, el vigor con que Rodin manifiesta las formas, el trabajo de la materia y la naturaleza de su textura dejan entrever rasgos expresionistas.

El Pensador fue expuesto por primera vez en su talla original (71,5 X 40 x 58 cm.) en Copenhague, en 1888. Luego fue ampliado, en 1902, y presentado en el Salón de París de 1904, suscitando vivas reacciones de la crítica. Más tarde, en 1906, la obra se instaló delante del Panteón, siendo la primera realización de Rodin erigida en un espacio público de la ciudad. Considerada como un símbolo socialista por los conservadores, en 1922 la estatua fue transferida con su pedestal a los jardines de l’Hotel Biron -actual Musée Rodin-. Otro ejemplar domina la tumba de Rodin y su esposa, en Meudon.

Sobre esta emblemática pieza dijo el poeta Rainer Maria Rilke: “Todo su cuerpo se ha vuelto cráneo y toda la sangre de sus venas, cerebro”. La primera versión de El Pensador fue realizada en terracota, y de las numerosas reproducciones expuestas en museos de todo el mundo, la más importante se encuentra en el Musée Rodin de París.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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