Punto al Arte

De la cultura de los samuráis al Japón moderno

El período Kamakura (1185-1333) vivió la hegemonía de la nueva clase militar de los samurais. Fueron decididos protectores de la secta zen, una de las ramas del budismo, traída de China en 1191 por el monje Eisai; con el zen se infiltró la cultura china de los Song. Los samurais reconstruyeron los templos de Nara; Tódai-ji se reconstruyó en 1195 y Kofuka-jí en 1189. Si en un principio el zen fue adoptado sólo por los aristócratas, pronto llegó a todas las clases sociales, lo que supuso para el arte el renacimiento de formas de fácil comprensión, representado en los grandes maestros de la escultura Unkei y Kakei. Sus terroríficos guardianes, realizados hacia 1203 para el monasterio de Tódai-ji forman parte del sensacionalismo que acusa este arte. Los artistas, perdida la protección imperial de siglos anteriores, se agrupan en talleres para realizar una obra cuantitativamente importante, que pierde en contrapartida su calidad estética.


El período Muromachi (1337-1573) representa el esplendor de la cultura de los samurais que, debilitados militarmente por sus luchas intestinas y ávidos de refinamiento espiritual, volvieron los ojos a Kyoto. El clan reinante de los Ashikaga sigue imponiendo el zen que marcará el gusto de la época, sin duda una de las más interesantes. En arquitectura domina el orden estructural y la sencillez, con aparición de edificios modulados, la ostentación del material desnudo, el rechazo de adornos superfluos, características que tanto habían de impresionar a los arquitectos occidentales contemporáneos.

La aldea en la montaña en la niebla de la escuela de Kano. Pintura en la que su autor consiguió, con muy pocos elementos, producir una suave emoción, inspirándose desde luego en el paisaje chino. 

⇦ Máscara para teatro no del período Muromachi. Máscara de formas suaves y delicado colorido, como corresponde a la enigmática belleza femenina evocada por los protagonistas del no, que son interpretados siempre, como es sabido, por hombres. 



Recogen estas normas los templos, reconstruidos devotamente de generación en generación, de Dai-toku-ji (1334), Tenryu-ji (1340), Kinkaku-ji o Pabellón de Oro (1397), Ryoan-ji (1450), Ginkaku-ji o Pabellón de Plata (1490). En pintura el ideal nacional tiene como representante la figura del monje Sesshu, de la secta zen, creador del Sumi-e, pintura monocroma negra que los samurais Kano Masanobu y Kano Motonobu, padre e hijo, enriquecen aportando elementos no religiosos, dando lugar a la escuela de Kano. Si la escuela de Kano sigue inspirándose en el típico paisaje chino, otra, la de Tosa, centrará su atención en temas genuinos de la literatura y la historia de Japón. Pero no sólo la pintura y la arquitectura contribuyen a la idea de un arte nacional, sino otras múltiples actividades: cerámica, ceremonia del té, jardines, poesía, música. Y también con el no (literalmente, habilidad o talento), teatro que evoca el mundo metafísico del zen con poderosos recursos dramáticos, entre ellos el empleo de máscaras que son verdaderas esculturas.

El período de Momoyama (1576-1615) podría resumirse en sus tremendos castillos como símbolo de poder y autoridad. El primer castillo fue el de Azuchi-jo (1576), en las inmediaciones de Kyoto, decorado por Kano Eitoku y erigido por orden del temible Oda Nobunaga que logró acabar con el poder militar de los monjes budistas y consumar el divorcio entre poder político y religioso.

Castillo de Osaka. Levantado en 1 583 por Toyotomi Hideyoshi como símbolo de la victoria definitiva del militarismo sobre el poder religioso organizado, este edificio revela, no sólo el gusto personal de este caudillo, sino también hasta qué punto disponía de recursos. Se sostuvo en pie unos treinta años; la fotografía reproduce la reconstrucción de 1931, realizada cuidadosamente gracias a los planos antiguos. 

Palacio residencial de Katsura, en Kyoto. Edificio realizado en el siglo XVII, cuya elevación del suelo y ligereza de los materiales empleados en su construcción hacen que su estructura parezca flotar en el aire; además, con las ventanas abiertas, el paisaje se filtra en su interior como si se tratara de un simple toldo para protegerse del sol o de la lluvia. Obsérvese la grava que subraya su planta (que sirve para recoger el agua del tejado) y el refinado diseño que forma al combinarse con el césped, la tierra y las piedras gruesas. 

Ninguno de los edificios religiosos de épocas anteriores podía competir, ni en escala ni en fastuosa decoración, con aquellos imponentes castillos de varios pisos.

Entre ellos destacan el de Nijo (1602) en Kyoto, única gran residencia samurai que subsiste en la actualidad, y el de Osaka (1583), construido por orden de Hideyoshi y descrito admirablemente por Gaspar Coelho que fue recibido en él.



⇦ Botella para sake de Furuta Oribe (Museo Guimet, París). Cerámica realizada por el más destacado discípulo de Rikyu, que prosiguió el programa de simplificar la ceremonia del té y de buscar para los objetos que se empleaban en ella, una espontaneidad ideal. Sus cerámicas presentan ese primitivismo, esa indeterminación de formas apenas esbozadas, para marcar un claro contraste con la línea precisa y el rebuscado dibujo de los cé/adon de procedencia china. 



En esta época llegan al Japón los primeros extranjeros europeos, españoles y portugueses, y el país se abre a nuevas ideas que se extienden de extremo a extremo descentralizándolo. Se dibuja una nueva estructura social en la que la burguesía comercial en ascenso se impone económicamente a los samurais. Los castillos pasan de ser una máquina de defensa a una máquina de propaganda; pero en resumen incómodos para la vida de gentes opulentas. Los artistas se encargan de convertirlos en suntuosas y refinadas viviendas, en particular los miembros de la escuela de Kano, descendientes de Kano Masanobu, que como se ha visto había trabajado para los Ashikaga y cuyo más ilustre representante es Kano Eitoku, el de los fondos dorados.


Es la época del objeto, del Maki-e (trabajo en laca), de la artesanía o mingei, del oro y la plata que brillan lascivamente por doquier. En contrapartida surge Sen-no-Rikyu (hacia 1520-1591), con una nueva ceremonia del té que rechaza los automáticos gestos rituales en favor de una “sencillez natural”. Es el artífice de los nuevos utensilios para su celebración, cuya extraordinaria simplicidad, pureza de líneas y tosquedad, tanto habrán de influir en el moderno diseño industrial de Occidente. En arquitectura, frente a la recargada exuberancia de los castillos, la nueva tendencia impulsa la construcción de delicados palacios situados entre idílicos y estudiados paisajes, construcciones de estructura en extremo regular y sencilla. El máximo exponente es sin duda el palacio de Katsura, en las inmediaciones de Kyoto, tan admirado por los arquitectos del siglo XX.

La ola de Katsushika Hokusai (Museo Guimet, París). Una estampa del gran introductor del paisaje en el Ukiyo-e. Es una de sus obras más populares en Occidente, una de las que mejor describe su personalidad y refleja perfectamente su halo poético. 

Las características del período de Edo o Tokugawa (1615-1867) no se diferencian del anterior. Katsura, por ejemplo, obra de dos generaciones que denotan una increíble unidad estilística, no fue terminado hasta 1645. Prosigue especialmente el desarrollo del mingei, que incluye también la cerámica, una de las artes más cotizadas de Japón. El Japón de los Tokugawa se halla dividido en doscientos clanes, cada uno de ellos con un jefe y cada jefe con su castillo. La preponderancia cada vez mayor de los comerciantes e industriales exige empero una nueva clase de arte más a su alcance. Así surge en el siglo XVII, junto a las escuelas de Kano y Tosa, el Ukiyo-e o arte de la estampa, con la personalidad de Harunobu. Y también el kabuki, teatro más realista y divertido que el no, que habrá de convertirse con el tiempo en el teatro nacional japonés.

Bailarina sobre fondo de olas de Harunobu (Museo Guimet, París). Estampa que es muy característica del tipo femenino grácil, de las delicadas "mujeres flor" creadas por el artista. El tema callejero refleja muy bien el mundo del Ukiyo-e, correspondiente al ascenso de una nueva clase social que desplazó a la nobleza militar: la burguesía de mercaderes.   

En el período Meiji (1868-1912) los contactos con Occidente marcan la evolución del arte japonés hacia el arte europeo. En 1884, Fenollosa y Okakura Kakuzo organizan la primera muestra de arte tradicional japonés; luego siguen las exposiciones internacionales: la de Chicago (1893), que tanta influencia habrá de tener en la obra de Frank Lloyd Wright, y la de París (1900), decisiva para la pintura postimpresionista.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

En búsqueda de mono no aware

Una escena del rollo que ilustra la Historia de Genji (siglo XII), ejemplo del 

estilo "Yamato-e" y a la vez del refinamiento de la vida cortesana. 

La obra Genji monogatari, o Historia de Genji, es uno de los hitos de la literatura japonesa, pues retrata magistralmente la sociedad cortesana de su época y es la primera novela que se conoce de la escritura japonesa, exclusivamente centrada hasta entonces en la recreación de mundos fantásticos a mayor gloria de las leyendas niponas.


Estructurada en 54 capítulos y terminada en el año 1004, el argumento de la historia es de lo más lineal y sencillo, aunque, gracias a las excelentes dotes narrativas de la autora, Murasaki no Shikibu, no por ello la obra deja de estar provista de interés. En ella se narran los sucesivos encantos y desencantos amorosos del joven principe Genji, hijo de una de las concubinas del emperador Ichijo. Genji, a la muerte de se madre, queda bajo la protección del emperador, pero, incapaz de controlar sus pasiones, cae en brazos de otra concubina de Ichijo. De este modo, el resto de la obra nos muestra a un Genji que víctima de sus amores mal escogidos decide, finalmente, apartarse del mundo. Tras su muerte, la novela se centra en las vicisitudes de Karou, hijo de una de las concubinas de Genji, pero no de éste.


Novela de engaños y desengaños amorosos, es una espléndida reconstrucción de la forma de interpretar el mundo que tenía la élite japonesa de la época. En la obra impregnada de la melancolía, algo decadente y afectada, de la opulenta corte, se aprecia la presencia de una tensión que deriva de la aspiración imposible por llegar al mono no aware, la belleza íntima de las cosas, que arrastra a los personajes al sufrimiento y la perdición.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

El período Tokugawa


Palacio Nijo, en Kyoto. Residencia de la dinastía Tokugawa, fue construido entre 1603 y 1626, y ampliado y renovado en el siglo XIX. La imagen muestra la puerta china del palacio. 

El período Tokugawa es uno de los capítulos claves de la historia japonesa y ayuda a entender el tradicional aislamiento que, por lo menos hasta hace pocas décadas, ha caracterizado a la sociedad de Japón. Esta época, que se prolonga desde finales del siglo XVI hasta bien entrado el siglo XIX, cuando se inicia el período Meiji, también se denomina shogunato Tokugawa o shogunato tardío. Tokugawu le-yasu, el primero de los gobernantes de la mencionada familia iba a llevar hasta sus últimas consecuencias los rasgos de la sociedad, clasista y rígida, que se había gestado durante los siglos anteriores. De este modo, se acentúan las diferencias sociales y se afianza la estructura feudal del país, se sigue una política claramente autárquica con respecto al exterior y se intenta reunificar un Japón que, como ya se ha señalado, se hallaba dividido en numerosos clanes.


Posteriormente, los sucesivos herederos del primero de los Tokugawa intentaron, sobre todo, controlar y centralizar todo la autoridad, pero no tuvieron más remedio que aceptar un difícil equilibrio de poder entre ellos y los jefes de los clanes de las provincias.

Asimismo, y para comprender el largo período que los Tokugawa consiguieron mantenerse como gobernantes, hay que atender a diversas razones. Una de ellas fue su capacidad para evitar cualquier intento de revolución por parte del pueblo y la formación de camarillas en las esferas más altas que amenazaran su estatus. La segunda razón, tan poderosa como la primera, fue su inteligencia estratégica al unir indisolublemente los asuntos de estado a la religión. Para ello, otorgaron numerosos privilegios a las instituciones budistas, lo que, aparte de garantizarles el apoyo de sus dirigentes, les permitía contar con la fidelidad de buena parte del pueblo.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Las dinastías Song, Yuan, Ming y Tsing


Bajo la dinastía Song, aun a pesar de las dificultades políticas en que el país a menudo se halló, la cultura china experimentó gran adelanto. El budismo, implicado en algunas de aquellas perturbaciones, fue objeto de una severa represión, y se refugió en los monasterios, principalmente en los de la secta Ch’an, más conocida en Occidente según la pronunciación japonesa Zen (introducida en China durante el siglo VI por el monje hindú Bodhidharma), mientras los aristócratas y letrados se interesaban de nuevo por la doctrina de Confucio, lo que preparó el triunfo del neoconfucianismo durante el siglo XIII.

⇨ Jarro verde (Museo Británico, Londres). Fechado entre los años 1127 y 1279, esta pieza procede de la provincia sureña de Zhejiang y pertenece a la dinastía Song Meridional. Tiene la forma de las piezas de jade ritual encontradas en muchas tumbas neolíticas de 2500 a.C. Muchos hornos cerámicos de los alrededores de Longquan comenzaron su producción hacia el año 1 000 y continuaron hasta la época de la dinastía Ming. 



La cerámica alcanzó gran excelencia, sobre todo las porcelanas, de elegantes formas o inspirada ornamentación incisa o pintada, generalmente de temas florales. Destacan ya las vasijas de coloración verdegris, famosas después en Europa (los vasos céladon, tan celebrados en Francia durante los siglos XVII y XVIII). La arquitectura se renueva; datan de esta época muchos de los pailús o monumentales portales de recintos urbanos, con sus tejadillos superpuestos.


Los emperadores Song protegieron la pintura de los estilos tradicionales, y a finales del siglo XI el emperador Huei-tsong se distinguió personalmente como autor de composiciones con pájaros y ramajes floridos. Pero aparte de este arte académico, existió una pintura progresista, que cultivó una forma de paisaje panorámico concebido en verticalidad y realizado, sobre seda o papel, a la tinta china, a veces con leves toques policromos. Son maestros en esta tendencia: King’ Hao, Tong Yuan, Yu-Kien y sobre todo Li Tang. Otro interesante grupo lo integraron autores como Mu-hi o Leang-kai, seguidores de la secta Ch’an y recluidos, como monjes, en los monasterios de esta secta. Su pintura, al lavado de tinta sobre papel, denota sensibilidad aguda, con destellos de una modernidad que aún sorprende.

En 1233 las hordas tártaras de Gengis Khan, procedentes de la Mongolia, se apoderaban de Kaifong, y el nieto de aquel gran guerrero, Kubilai Khan, tomaba en el año 1276 Hang-Tcheu e implantaba en toda la China una dinastía mongol, la titulada Yuan.

Pabellón del príncipe Teng. Esta pintura sobre seda forma parte de la serie del Salón de las Melodías Celestiales, en la corte de la exquisita dinastía Song. Su autor, hoy desconocido, dibujó con absoluto detalle la pagoda del príncipe, mostrando su enorme alzado en contraste con la nave que se acerca por el agua y las figuras humanas que se asoman a recibirla por las ventanas y terrazas. 

Bajo esta dinastía, que duró hasta 1368, se incrementaron ciertos aspectos de la literatura, como el teatro y la novela; en cambio, el arte no experimentó gran progreso. Sin embargo, el veneciano Marco Polo, que vivió en China desde 1276 a 1292, pudo trazar un brillante cuadro del lujo que reinaba en la corte de Khanbaliq, asentada en lo que sería después la actual Pekín (Beijing). En pintura, la predilección de los soberanos mongólicos se encaminó hacia los temas de caza y escenas con caballos, en los que se distinguió el pintor Jen Jen-fa. Al final de la dinastía aparecen en el Sur destacados paisajistas, como Wang Mong y Ni Tsan.

La dinastía fundada por Kubilai introdujo poco después en China el arte de elaborar alfombras. Sedas y cerámicas se produjeron también en abundancia, y ya entonces destacó el centro porcelanero de Ching-te-chen, uno de los más importantes durante la época siguiente.

En 1368 un antiguo monje budista, Yuan-chang, que asumió el nombre de Tai-tsu, fundó la dinastía Ming, destinada a reinar largamente (hasta 1644) y cuya capital estuvo al principio en Nanking, hasta que en el año 1403 se instaló en Pekín, que había sido la de los emperadores de la dinastía anterior.

Joven noble a caballo, de Qian Xuan (Museo Británico, Londres). Pintado durante el período Yuan del siglo XIII, su autor ha dibujado con un trazo muy sutil del pincel un joven arquero cuya sencilla majestuosidad contrasta con la simple carencia de fondo. Esta exacerbación de la belleza de la juventud es extremadamente importante en una época en la que los soberanos morían muy pronto en pleno combate, dadas las circunstancias tan conflictivas que vivía el imperio. 

La dinastía Ming (“Luminosa”) fue intensamente nacionalista y reaccionaria. Preocupada por preservar de posibles invasiones el territorio chino, restauró y amplió la antigua Gran Muralla, erigida durante el siglo II. Se emprendieron, en cambio, por mar algunas grandes expediciones, que cesaron bruscamente durante la primera mitad del siglo XV, y desde entonces las costas fueron hostigadas por aventureros o por los corsarios japoneses, mientras China volvía a recluirse en su antiguo aislamiento. Por un caprichoso contraste, Europa comenzó entonces a establecer, por mar, contactos directos y regulares con China; los primeros navegantes portugueses arribaron en 1517, y los holandeses en 1601.

Salvo el fundador de la dinastía y su tercer representante, Yung Lo, todos los soberanos Ming murieron jóvenes, tras haber vivido recluidos en la atmósfera viciosa de la corte y haber abandonado el manejo de los asuntos en manos de eunucos del harén imperial. Desde sus comienzos, la dinastía se esforzó por restablecer las instituciones culturales del período Song. Su interés por la arquitectura se concentró en el esfuerzo para urbanizar la nueva capital, Pekín, según un plan presidido por las estrictas normas geománticas rituales; en el centro estaba la “ciudad prohibida”, donde únicamente podían vivir el emperador y las personas a él allegadas; esta parte quedaba englobada dentro de la “ciudad imperial”, y ambas estaban ceñidas por muros rojos coronados por tejas amarillas.

Templo del Cielo (Pekín). Esta plataforma de tres pisos coronada por un tejado circular de 30 m de diámetro fue construida para honrar anualmente a los ancianos dioses de la tierra. Sobre sus cónicos tejados resplandece el azul oscuro y el reflejo del cielo, ensombreciendo la base para refrescar el suelo y las paredes del templo. Esta composición arquitectónica y cromática, que imita el arte de los Song durante el renacimiento Ming, simboliza la conexión entre el mundo terrenal y el celestial. 

Ciudad prohibida (Pekín). El interior del recinto comprende varios pabellones donde sólo podía vivir el emperador y su corte, aislados del resto de la sociedad en calidad de rango superior de la humanidad. Estos palacios, de robusta monumentalidad, forman uno de los más grandes conjuntos palaciegos construidos en China.  

⇦ Piedra y flor, de Wen Cheng-Ming. Contemporáneo de los renacentistas italianos, que asimilarían sus técnicas pictóricas gracias al comercio con Oriente, el arte longevo de Wen Cheng-Ming recuperaría la tradición de sus maestros emplearía los mínimos elementos compositivos para obras como este poema ilustrado, de una sobriedad estremecedora, que sería posteriormente muy imitado por los impresionistas y los cartelistas europeos. 



Entre las construcciones más importantes de los Ming, que en Pekín o sus alrededores han logrado preservarse de devastaciones, destaca, en el recinto de la misma capital, el Templo del Cielo, empezado en 1420 y terminado en 1753, bajo el emperador de la dinastía manchú Kien-lung. Es circular, de tres plantas superpuestas, y con tejados que recubren tejas azules. Otro edificio importante es el santuario del mausoleo del emperador Yung Lo, situado en el conjunto monumental formado por las tumbas de la dinastía, a unos 30 kilómetros de Pekín. 


Con los Ming, prosiguen la tradición pictórica de la dinastía anterior Shen-Cheu (1427-1509), Wen Cheng-Ming (1470-1559) y Kiu Ying (1500-1550). Estos contemporáneos de Leonardo da Vinci, Miguel Ángel y Tiziano constituyen -como ellos~ una cima de la historia del arte. Nunca han armonizado tan viva y libremente en la pintura china, forma, contenido y tema. Wen Cheng-Ming, que vivió hasta una edad muy avanzada, es el que ejerció mayor influencia en la pintura posterior. Finalmente, Tong Ki-tchang (muerto en 1636) representa en esta época el paisaje concebido con realismo. 

Vasija con esmalte alveolado (Museo Británico, Londres). Esta pieza fue elaborada durante el período Xuande de la dinastía Ming (hacia 1426-1435) y la decoración representa a un dragón entre nubes. La inscripción que hay en el cuello de la vasija demuestra que fue fabricada bajo los auspicios del Yuyongjian, una sección de la casa Imperial. Los chinos perfeccionaron la técnica del esmalte alveolado en el siglo xv, época en que se hizo esta pieza, considerada adecuada para uso imperial. Algunos modelos de vasijas fueron copiados de los antiguos bronces chinos, y ciertas formas y motivos recuerdan la porcelana contemporánea. 

Las artes menores presagiaron ya bajo esta dinastía el gran florecimiento que experimentarían, durante el siglo XVIII, el bordado, la talla del marfil y la del jade, esteatita y cristal de roca, las labores lacadas y taraceas, la pequeña escultura en bronce y el adorno de esmalte cloisonné

En cuanto a las producciones cerámicas, la porcelana tiende a remplazar por completo el gres. En la fábrica imperial se elaboraron las piezas más lujosas (con fondos amarillo o turquesa), mientras las porcelanerías de Ching te-chen, en Fukien, producían ejemplares de blanc de Chine en forma de figuritas o vasijas (a veces con adorno calado al trasluz), junto con grandes cantidades de piezas de ornamentación azul o policroma. Mucho de todo esto fue importado por los holandeses a Amsterdam, a partir del siglo XVII. 

⇦ Plato de porcelana (Museo Guimet, París). Antes de caer en el academicismo formal y en el excesivo recargamiento ornamental de los dibujos, que degeneraría por la demanda constante del barroquista gusto occidental, los pintores y ceramistas preferían copiar a los maestros antiguos y reproducir lo más fiel posible sus técnicas y temáticas. El rococó europeo viviría un auge extraordinario de chinoiseries gracias a la liberalidad política del comercio propugnado por el emperador Yung-cheng. En esta pieza ya se entreve cierto abigarramiento de las figuras y los objetos, hábilmente repartidos sobre el fondo de la escena, destacando en el centro la joven que sostiene con languidez una flor de delicado colorido y líneas muy finas. 



La corrupción de la dinastía Ming provocó un descontento que determinó su súbita caída en 1644. Por escasez de espacio no se entrará a detallar la serie de acontecimientos que coadyuvaron a la insta uración de la dinastía Tsing manchú, la última que hubo en el Celeste Imperio. Su primer representante, el emperador Kang-hsi, que reinó 60 años desde 1662 a 1722, fue un gobernante esclarecido, y puede decirse que gracias a él China entró en su última etapa de prosperidad, que perduró hasta el siglo XIX. Kang-hsi se interesaba por las ciencias y por las artes. Estudiaba con misioneros jesuitas cuestiones matemáticas y de ciencias naturales (el jesuita Verbiest, que construía los cañones para su ejército, le proyectó en 1670 su observatorio astronómico). El gran centro porcelanero de Ching te-chen, destruido desde el año 1644, fue restaurado por Kang-hsi y bajo su reinado produjo las mejores porcelanas con abundancia de figuras y flores policromas de impecable calidad. 

⇨ Plato de porcelana "familia verde" (Museo Guimet, París). Según la tonalidad predominante que lucía la decoración de la porcelana, se denominaban por el color, como en este caso. Procedente de la época Kang-hsi del siglo XVII, aves y plantas forman la composición decorativa de este plato, dibujados con la delicadeza característica de los artesanos chinos. 



En pintura, antes del 1700, la anterior tradición refloreció en el Sur con Pa-ta-Chenjan (también llamado Tchi-ta), seguidor de Siu-Wei, mientras que un pintor que fue monje, Kuen-tsan (apodado Che-tchi), representó una modalidad del paisaje junto con Tao-tsi y Kong Hsien. Durante el siglo XVIII destacaron, con Kao-kipei, sus compañeros, los cultivadores de la "pintura con la uña" (llamada así porque pintaban valiéndose de la punta de los dedos), y en Yang-tcheu existió otro grupo importante, el de los "excéntricos", o individualistas, con Hua Yen, Li Chan, King Nong, y otros. 

Bajo Yung-cheng (1722-1735), hijo y sucesor de Kang-hsi, y después, durante el largo reinado de Kienlung (1736-1795), el ambiente de la corte china fue parecido al de las grandes cortes europeas del período rococó. El mismo emperador, aficionado a las Bellas Artes, mantuvo una academia que regentaba el jesuita milanés padre Castiglione (llamado Lang Chining). La brillantez de este reinado se reflejó en las artes decorativas, y especialmente en las bellas cerámicas y porcelanas policromas que entonces se exportaban a Europa a través de la Compagnie des Indes francesa, o de su rival, la compañía inglesa. Búcaros, tibores, taburetes para jardín (en forma debarril), figuras y platos, lucen delicadas composiciones florales cuya policromía sirve, según su tonalidad predominante, para clasificar en varios grupos toda esta lujosa producción:" familia negra","familia amarilla"," familia verde"," familia rosa". 

Esta fue la última gran época del arte chino, antes de que se produjera el estancamiento que caracterizó al siglo XIX. 

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Arte de China


China es un vasto país que vivió durante largo tiempo sin contactos con el mundo occidental, ni con el sur asiático, y algunos de los valores que exaltó en su humanismo difieren bastante de los occidentales. Esto contribuye a acrecentar el interés que esta civilización ofrece, no sólo desde el punto de vista de la historia del pensamiento, sino también desde el de la historia de las actividades artísticas.

Kuan Lin guiando a un alma (Mu-

seo Británico, Londres). La escena
representada en esta pintura, pro-
bablemente una copia del período 
Ming de un original hoy desapare-
cido, recuerda a una versión orien-
tal del mito de Caronte cruzando 
el Estigia.  
Este aislamiento se prolongó hasta que en primer lugar las conquistas del emperador Han Wuti, entre los años 121 y 102 a.C, y después, entre los años 74 y 102, las del general Pan Tchao, contribuyendo a prolongar a través del Pamir la Ruta de la Seda, permitieron un enlace permanente con Persia y la India. Esta comunicación había de significar, en su día, un aflujo de influencias artísticas persas, y desde luego facilitó la penetración de la estatuaria del budismo.

El arte chino cuenta también con una prolongada prehistoria. Los hallazgos de mayor antigüedad, realizados en Yang-chao, en el norte del Honan, datan de una época que cabe situar entre los siglos XIX y XVII a.C. y han proporcionado una cerámica con decoración pintada geométrica, además de cuchillos de hueso o sílex y hachas de jade. Contemporánea a ello, o poco posterior, es la cerámica encontrada en la región de Panchan, en Kansu, con espléndida ornamentación policroma de espirales, volutas y losanges.

Cabezas de hacha, discos y cuchillo ceremonial (Royal Ontario Museum, Toronto). Entre estas herramientas y utensilios de diversos períodos neolíticos, se han identificado algunas que pertenecieron a la dinastía Shang, que gobernó la zona entre los siglos III y II a.C. 

Ninguna relación ofrecen estas vasijas de Panchan con las blancas, de muy refinada forma y con adorno hecho a molde (zonas de grecas), que han proporcionado las excavaciones de la región de Anyang, correspondientes a la segunda de las dinastías semimíticas, la de los Shang (unos 1.500 años a.C).


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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