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El período Tokugawa


Palacio Nijo, en Kyoto. Residencia de la dinastía Tokugawa, fue construido entre 1603 y 1626, y ampliado y renovado en el siglo XIX. La imagen muestra la puerta china del palacio. 

El período Tokugawa es uno de los capítulos claves de la historia japonesa y ayuda a entender el tradicional aislamiento que, por lo menos hasta hace pocas décadas, ha caracterizado a la sociedad de Japón. Esta época, que se prolonga desde finales del siglo XVI hasta bien entrado el siglo XIX, cuando se inicia el período Meiji, también se denomina shogunato Tokugawa o shogunato tardío. Tokugawu le-yasu, el primero de los gobernantes de la mencionada familia iba a llevar hasta sus últimas consecuencias los rasgos de la sociedad, clasista y rígida, que se había gestado durante los siglos anteriores. De este modo, se acentúan las diferencias sociales y se afianza la estructura feudal del país, se sigue una política claramente autárquica con respecto al exterior y se intenta reunificar un Japón que, como ya se ha señalado, se hallaba dividido en numerosos clanes.


Posteriormente, los sucesivos herederos del primero de los Tokugawa intentaron, sobre todo, controlar y centralizar todo la autoridad, pero no tuvieron más remedio que aceptar un difícil equilibrio de poder entre ellos y los jefes de los clanes de las provincias.

Asimismo, y para comprender el largo período que los Tokugawa consiguieron mantenerse como gobernantes, hay que atender a diversas razones. Una de ellas fue su capacidad para evitar cualquier intento de revolución por parte del pueblo y la formación de camarillas en las esferas más altas que amenazaran su estatus. La segunda razón, tan poderosa como la primera, fue su inteligencia estratégica al unir indisolublemente los asuntos de estado a la religión. Para ello, otorgaron numerosos privilegios a las instituciones budistas, lo que, aparte de garantizarles el apoyo de sus dirigentes, les permitía contar con la fidelidad de buena parte del pueblo.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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