Punto al Arte: 06 El arte de los celtas
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Arquitectura y escultura de piedra

Merece especial atención la escultura de piedra, cuya producción está prácticamente concentrada en territorio galo. Como ya se ha dicho, el arte celta parece concebido para lucimiento personal. No se conoce ninguna obra de arquitectura monumental, sea de tipo religioso o con funciones civiles. Ciertamente el uso de la madera como material constructivo puede ser en parte responsable de este desconocimiento.

Hermes bicéfalo (Musée Borély, Marsella). Buena parte de la escultura de piedra celta, prácticamente concentrada en territorio galo, está relacionada con los cultos desarrollados en recintos religiosos de algunos oppida del sur de Francia, en la desembocadura del Ródano, como Roquepertuse, de donde procede esa obra, cuyos ojos salientes y cejas de acentuado arco le proporcionan una fuerte carga expresiva.



Durante el período de La Tène aparece un tipo de asentamiento en altura y fortificado, el oppidum, y quizá sean las fortificaciones las obras arquitectónicas más monumentales, que denotan además un carácter colectivo. Los oppida se caracterizaban, por tanto, por cumplir una función defensiva, pero al mismo tiempo desempeñaban el papel de centralizar las actividades productivas artesanales, las relaciones comerciales y las funciones políticas y religiosas de un territorio, ocupado por otros asentamientos dependientes del principal y cuya explotación agropecuaria proporcionaba la base económica para el mantenimiento de toda la estructura sociopolítica.

La civilización de los oppida supone la generalización de una estructura jerarquizada y estatal en la Europa continental. Es lógico pensar, pues, que esta centralización de funciones debería de reflejarse en edificios de diversa categoría. La excavación de poblados como Manching o Aulnat ha permitido detectar plantas de construcciones que se pueden interpretar como graneros comunitarios, talleres, casas, pero ningún elemento arquitectónico monumental de piedra.

En cuanto a lugares de culto, la información es algo más amplia, por lo menos para constatar su existencia, aunque no se conozca su arquitectura. Hay que recordar que los escritores romanos dicen en más de una ocasión que los celtas -y es entonces cuando se habla de los druidas- se reunían para las ceremonias cultuales en bosques sagrados, de lo que ha quedado constancia en la epigrafía y la toponimia que lugares con características geográficas sobresalientes -montañas, ríos, bosques- eran objeto de culto como residencia de las divinidades.

Tarasca de Noves (Musée d'Avignon). Los celtas vivían inmersos en un mundo de héroes y dioses, de espíritus y reencarnaciones. La llamada Tarasca de Noves, es la estatuilla de un monstruo, fechada en el segundo período de La Téne, que devora a su presa apoyando las garras sobre dos cabezas recién cortadas. Entre sus fauces aún pueden verse restos de la presa a la que ha devorado. Su boca y sus dientes son muy amenazantes.
Así pues, es posible que no necesitaran edificios arquitectónicos. No obstante, en algunos lugares se conocen recintos circulares con agujeros para postes que seguramente albergaban algún tipo de construcción de madera, como es el caso de Tara y Navan Fort en Irlanda o de Goloring en Alemania. En el sur de Francia, en la desembocadura del Ródano, se conocen algunos oppida, como Entremont y Roquepertuse, con recintos religiosos en el interior del poblado. Precisamente con estas construcciones y con los cultos allí desarrollados se relaciona buena parte de las esculturas galas.

Los escritores clásicos han transmitido relatos sobre crueles sacrificios humanos, representados, por ejemplo, en el caldero de Gundestrup; en Roquepertuse se han conservado las jambas de una puerta con cráneos humanos incrustados, mientras que en Entremont estos cráneos aparecieron en el santuario y clavados en la muralla. Evidentemente, las representaciones escultóricas de cabezas cortadas están relacionadas con estos cultos, así como la terrorífica escultura de la Tarasca de Noves, que representa un monstruo sentado con sus garras clavadas sobre dos cabezas humanas y una pierna saliéndole de la boca.

Las figuras humanas completas son excepcionales y siempre muy toscas. Hay que destacar aquí las esculturas de guerreros galaicos, sin cabeza y sólo hasta media pierna, en las que se ha puesto especial atención en destacar los atributos del guerrero: el escudo y la espada.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

El fin del arte celta

La conquista romana y el posterior proceso de romanización provocaron la desaparición de este arte, como ocurrió también con la lengua, incorporando parte de Europa al Imperio romano, bajo una misma lengua, unas mismas instituciones, un mismo arte. Pero no ocurrió del mismo modo en la periferia septentrional, oriental y, sobre todo, atlántica, donde la estética decorativa insular se mantuvo desde los primeros monumentos cristianos hasta influir en algunos aspectos decorativos del arte románico y gótico. Asimismo, la perduración de las estructuras mentales - religiosas, políticas y sociales- dieron lugar a una maravillosa literatura épica que alude a una sociedad heroica reflejada en las leyendas de Conchabar y Cuchulainn y en el ciclo del rey Arturo. 

La perduración de ritos ancestrales que cada año se repiten en determinadas festividades religiosas que marcan el inicio de cada estación remite a simbolismos religiosos, relacionados con los ciclos agrícolas y pastoriles y con cultos astrales que más de dos mil años de cristianismo no han conseguido erradicar del todo.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

La derrota celta Télamon

En el año 225 a.C. se produjo la última gran batalla de los pueblos celtas de la Galia contra Roma. Esta batalla tuvo lugar cuando los galas iban en expedición conquistadora a Etruria. Estos sorprendieron a los romanos en Montepulciano, obligándoles a refugiarse. El ejército romano quedó a la espera de refuerzos y cuando estos llegaron, la batalla se libró en las inmediaciones de Télamon (o Talamone) y tuvo lugar perpendicularmente a la Via Aurelia.

Las fuerzas galas constaban de 50.000 hombres, entre infantería y caballería, que fueron brutalmente aplastadas por los romanos, que contaban con 80.000 guerreros. El saldo final fue de 40.000 muertos y 10.000 prisioneros, entre los cuales se encontraba el rey Concolitano, ya que el otro soberano, Aneoresto, se dio muerte antes de ser capturado. 

Dios de Bouray (Musée de Saint-Germain-en-Laye). Con este nombre se conoce esta estatuilla de bronce datada en el siglo I a.C. y que representa la última fase de la evolución escultórica celta. Su anatomía simplificada marca un diseño ornamental. 
                                        

Hubo dos frentes: una lucha de caballería en la colina Aquilone y otra de infantería en el llano. Los galos mataron a Cayo Atilio Regulus, que era el general de la caballería romana, si bien resistieron y consiguieron avanzar frente a los galos. Las tornas cambiaron y los romanos consiguieron acorralar a los celtas, dando fin a la batalla, una de las más sangrientas de la historia romana. Afianzó el dominio latino sobre la Galia Cisalpina.

Fuente: Texto extraído de Historia del Arte. Editorial Salvat.

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