Punto al Arte: 01 Arte gótico en Francia
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La pintura y la miniatura

Han sobrevivido en Francia pocos frescos de esta época. Los restos de pinturas murales góticas francesas son simples imitaciones de despiezos de piedra, combinados a veces con adornos de flores de lis. Raramente, como en una bóveda del oratorio de la casa de Jacques Coeur, en Bourges, se conservan figuras bellamente dibujadas (ángeles en este caso) entre los arcos de la bóveda.

Piedad de Villeneuve-les-Avignon (Musée du Louvre, París). Esta obra maestra de la pintura provenzal del siglo XV es llamada así porque fue conservada en la famosa cartuja. La fúnebre y delicada belleza de Cristo, el amargo dolor de su Madre, el desconsuelo de San Juan y de María Magdalena contrastan con la serenidad del donante, cuyo retrato admirable es uno de los mejores de la pintura gótica. De autor desconocido, aunque atribuible a Enguerrand Charonton. 

En cambio, existirían en abundancia en la Francia gótica, pinturas sobre tabla tan excelentes como las esculturas en piedra o los relieves en marfil. En los altares y objetos muebles que desaparecieron durante las guerras de religión y la Revolución debía de haber obras maestras de pintura. Algunas de tales obras maestras se conservan, pero son muy escasas y entre ellas cabe destacar por su calidad extraordinaria, la tabla de la Piedad de Villeneuve-les-Avignon que actualmente se encuentra en el Museo del Louvre, y la de la Coronación de la Virgen, obra de Enguerrand Charonton, todavía conservada en Villeneuve-les-Avignon, ambas del primer cuarto del siglo XV.

Coronación de la Virgen de Enguerrand Charonton (Hospice de Villeneuve-les-Avignon). Pintada hacia 1454, esta tabla maravillosa describe la concepción medieval del mundo con colores de una increíble intensidad. Sobre la visión torturada del infierno, la tierra extiende el manto de un paisaje de colinas y ciudades, mientras en el cielo, entre nubes de ángeles y ante legiones de bienaventurados, la Trinidad corona a la hermosísima Virgen. 
Por otra parte, el arte de decorar libros con pinturas tenía antecedentes gloriosos en la miniatura francesa de la época carolingia. Pareció amortiguarse su fantasía creadora en la época románica; los libros franceses ilustrados de los siglos XI y XII no permiten sospechar las magníficas obras que se producirán más tarde. La importancia de la miniatura gótica francesa desdice en cierto modo del tamaño de los manuscritos. Habitualmente, los libros con miniaturas de las escuelas carolingias eran códices monumentales, y las ilustraciones eran más bien cuadros pintados sobre pergamino que decoraciones de un texto. En la época gótica, el libro se reduce al tamaño que es más corriente en la actualidad, y la miniatura es realmente un enriquecimiento de un escrito. Forma ya parte del arte del artífice librero, no del pintor.

⇦ Miniatura del Breviario de Belleville de Jean Purcelle (Bibliotheque National, París). En esta miniatura se reproducen escenas bíblicas; en la parte superior se ve a David danzando ante el Arca de la Alianza y en la inferior a Judit matando a Holofernes.



El reinado de San Luis marca el apogeo de la escuela de iluminadores de libros, que tiene su principal centro en París. Dante, al encontrar en el infierno al más famoso miniaturista italiano de su época, hace honor a aquel arte: ch'alluminar è chiamata in Parigi . . . La Universidad se vio obligada a dictar medidas prohibitivas en vista del abuso, entre los estudiantes, de los libros caros e iluminados que imponía la moda. En el siglo XV se formó en Aviñón otro centro importante de decoración de libros, pero éste experimentando ya fuerte influencia italiana.

   Los manuscritos ilustrados no son las Biblias voluminosas y sacramentarios monásticos del período carolingio, sino textos aislados, salterios y evangeliarios para uso personal o de piedad doméstica. Las Biblias completas no llevan ilustración marginal, sino páginas enteras decoradas con escenas dentro de un marco que se ha subdividido en recuadros.

En la época de Felipe Augusto y San Luis los libros más característicos son los salterios. En ellos había dos tipos de miniaturas: uno que imita las formas de los ventanales o vidrieras, dividiendo la página por medio de círculos dentro de los cuales están representados los episodios narrativos; en el otro, las escenas se hallan encerradas por un marco con fondo de arquitectura: pináculos, rosetones, tejados y arcadas con contrafuertes.

⇨ Miniatura del Libro de Horas del Mariscal de Boucicaut (Musée André Jacquemart, París). La escena representa a san Leonardo liberando a dos prisioneros. A diferencia de la anterior esta miniatura ocupa toda la página del Libro de Horas sin estar supeditada al texto.



Más tarde, en los siglos XIV y XV, los libros típicos son los llamados Libros de Horas. Acostumbran a estar bellamente encuadernados, con cierres de plata; algunos de ellos van precedidos del retrato de su posesor, rodeado de los santos predilectos de su devoción o simplemente de las personas de su séquito. Siguen después los calendarios, con la ilustración correspondiente a cada mes y el espacio destinado al santoral; a continuación, viene el texto; éste lo constituyen las oraciones y rezos diarios con alguna que otra miniatura puramente decorativa a toda página, que a veces ofrece muy poca relación aparente con el contenido del libro. Por lo general, son escenas de la vida de los santos o de la Virgen, como la Natividad, la Adoración de los Reyes o la Visitación, y en algunas ocasiones, muy raras, representan escenas de los relatos del Antiguo Testamento.

Les Très Riches Heures du Duc de Berry 
(Museo Condé, Chantilly). Obra de los 
tres hermanos de Limbourg, Poi, Hermann 
y Hennequin, los cuales trabajaron en él 
hasta su muerte en 1416. La miniatura 
representa el encuentro de los tres Reyes 
Magos, previo a la Epifanía. Sus respecti-
vas indumentarias revelan la distinta pro-
cedencia de los tres reyes. Por otra parte, 
uno de los grandes atractivos de estas 
miniaturas es la importancia concedida al 
paisaje, en el que se distinguen dos de 
los mayores edificios góticos de París: la 
catedral de NotreDame y la Sainte-Chapelle. 
En la época clásica de la miniatura parisiense, o sea el período del reinado de San Luis, las miniaturas suelen estar ricamente decoradas con oro y colores vivísimos, que se combinan y suavizan armónicamente, sin estridencias. Después, en el siglo XIV, sobre todo en la escuela de Aviñón, los campos de oro disminuyen sensiblemente para predominar los azules y verdes imitando las miniaturas de Bolonia y Siena. Por fin, en el siglo XV, en las escuelas del centro de Francia y de Borgoña el oro desaparece por completo, los fondos recobran sus colores naturales, el cielo y los árboles sólo están salpicados con puntos y líneas metálicas de oro y plata para dar más brillantez al color.

Los mejores autores de Libros de Horas a fines del siglo XIV y principios del XV son los hermanos Limbourg (Pol, Hennequin y Herrriann) y sus obras maestras son las miniaturas realizadas para el duque de Berry a partir de 1410, entre las que destacan las del famoso códice de las Très Riches Heures que conserva el Museo Candé, de Chantilly.

Otra manifestación importante de la pintura en la Francia gótica son las vidrieras para los grandes ventanales de las catedrales, decorados maravillosamente con escenas y figuras. Reyes y prelados tenían gran empeño en que las nuevas iglesias no careciesen de ellas, y así el escudo del generoso donante suele campear en las orlas que rodean la composición principal del centro.

En Francia, la primera escuela de decoradores de vidrieras parece ser la de Saint-Denis, en tiempo del abad Suger. El gran prelado cuenta su personal intervención en la obra de reconstruir y decorar la abadía, la que deseaba fuese digna de su empleo de panteón de los reyes de Francia. Algunas de las vidrieras descritas por Suger se han conservado hasta hoy, aunque muy mutiladas. Los vidrieros de Saint-Denis iniciaron después a los artistas de Chartres en el arte de decorar los ventanales de su catedral, y en esta ciudad debió de formarse una escuela que fue la principal durante la última mitad del siglo XII y comienzos del XIII.

Artistas de Chartres serían los que decoraron los vidrios de las otras catedrales francesas, pues reproducen en ellas los mismos temas que aparecen en Chartres por vez primera. Durante el reinado de San Luis, también en la decoración de vidrios fue París el centro principal de toda Francia; entonces se fabricaron las preciosas vidrieras de la Sainte-Chapelle, que de manera tan maravillosa contribuyeron al efecto general del edificio, dándole la impresión de luz y transparencia.

Vidriera de la abadía de Saint-Denis, París. En esta vidriera están representados el abad Suger y Salomón, al que se ve recostado. Para Suger, abad de Saint Denis, Dios era 1uz, por lo que su templo debía permitir su entrada y que inundara todo su espacio. En Saint Denis cristalizó, por primera vez, el nuevo sistema constructivo denominado gótico. 
Las escenas figuradas en los ventanales son las mismas que aparecen en los relieves y miniaturas, pero tal vez en este arte de la vidriería los decoradores estaban más influidos por las prescripciones más o menos inspiradas de los canónigos y letrados que las encargaban. En las vidrieras es donde encontramos las representaciones más alambicadas de la mística medieval, los temas más sutilmente interpretados y con relaciones más íntimas entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Las escenas de las vidas de santos reproducen también el repertorio de las leyendas de Jacopo de la Vorágine; cada escena va dentro de un círculo o un recuadro rodeado de una orla. La brillantez de los colores está acentuada por el contraste de los negros contornos del plomo que sostiene los vidrios.

Se ha concedido a este capítulo una extensión considerable, porque en Francia no sólo nació y creció el arte gótico, sino que allí también se perfeccionó. Al estudiar el arte gótico en las diversas escuelas nacionales, se verá que casi podrían calificarse de provinciales. Contribuye al afrancesamiento de Europa la circunstancia de haberse trasladado el Papado a Aviñón. El prestigio de la Curia pontificia, tan bajo en la época románica, fue restablecido por obra de Cluny, y los papas, alejados del eterno campo de batalla que fue Italia, en las márgenes del Ródano aceptan y propagan la cultura francesa como la que mejor incorpora el espíritu de la cristiandad. El arte gótico es el fundente del espíritu occidental.

Fuente: Historia del Are. Editorial Salvat.

Notre-Dame de París


Tanto por su situación, en la Île de la Cité, en pleno corazón de París, como por las referencias culturales y literarias que ha generado, Notre-Dame es probablemente la catedral gótica más famosa del mundo. El obispo Maurice de Sully fue quien puso la primera piedra y, aunque el presbiterio fue consagrado en 1182, la nave no se concluyó hasta 1250. Más tarde los arquitectos Pierre de Montreuil y Jean de Chelles realizaron las fachadas norte y sur del transepto.

Notre-Dame es un magnífico exponente de la mentalidad medieval y de los logros alcanzados en el campo de la arquitectura. Se trata de un edificio de una majestuosidad y elegancia acordes a la capital monárquica, cuya bóveda del coro, con una altura de 33 metros, es la mayor de las construidas hasta la fecha. Una vez comenzados los trabajos en la nave principal, se decidió aumentar su altura dos metros más: para fortalecer el sistema de resistencia frente el peso de la bóveda principal se recurrió a los característicos arbotantes exteriores de la arquitectura gótica.

Entre los primeros ejemplos de la nueva tendencia arquitectónica, la catedral presenta aún la tendencia románica de ilustrar mediante la solidez y el volumen el poder divino que postulaba la institución religiosa. En la fachada occidental se intenta equilibrar la verticalidad de las dos torres, que se corresponden con las dobles naves laterales del templo, con la horizontalidad de las bandas y las galerías decoradas.

Era en la torre sur donde se encontraba la legendaria campana del siglo XV, que fue fundida y vuelta a vaciar en 1686, según cuenta la leyenda, con oro y piedras preciosas, de ahí la claridad de su tañido. El pórtico central está consagrado a Cristo, cuya figura aparece en el parteluz, rodeado en las jambas por sus doce apóstoles. Cristo está representado en el tímpano, y en el dintel el Juicio Final y la Resurrección.

La nave se encuentra rodeada de vidrieras gracias a su bóveda de crucería -concentrándose las cargas en los pilares como puntos concretos-, lo que permite que la luz penetre por los laterales. Sin embargo, dada la altura de la nave, la relativa delgadez de sus muros exigió la construcción de los contrafuertes exteriores que se intercalan entre las vidrieras para contrarrestar el empuje lateral ejercido por la bóveda. El transepto de la catedral es muy corto, y no sobrepasa la alineación de la nave lateral extrema.

Con el perfeccionamiento de la arquitectura gótica, en el siglo XIII se ampliaron las ventanas del claristorio y se consiguió aumentar la entrada de luz natural al interior de la catedral.

Los brazos superiores de los arbotantes que sujetan la girola estabilizan el muro interior contrarrestando la presión de las bóvedas, y los brazos inferiores sujetan los muros exteriores. Las tallas y esculturas con que se encuentra decorado el edificio representan elementos vegetales, animales y fantásticos.

Parte de la decoración fue transformada en el siglo XIX por la restauración del arquitecto Viollet-le-Duc, quien sustituyó también al chapitel sobre el crucero, de 96 metros de altura, que había sido destruido durante la Revolución francesa.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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