La experiencia artística surgida
de la interacción entre el consciente y el inconsciente más allá del análisis
racional se refleja en el arte del siglo XIX de una forma continuada
caracterizando la idiosincrasia del espíritu romántico europeo. Esta actitud
ante la vida y el arte adopta en cada país y en cada uno de sus artistas tintes
especiales. Si bien el romanticismo mediterráneo puede considerarse más
racional y comedido, a pesar aun de la teatralidad de algunas obras, el
romanticismo de los países del norte de Europa adopta un tono más arrebatado, a
veces incluso excéntrico, que se aleja de la serenidad en pos de recónditos
espacios de reflexión. Para comprender la personalidad romántica de algunos
autores decimonónicos y la esencia del simbolismo de finales de siglo hay que
destacar a dos autores ingleses cuya cronología artística inicia el mismo siglo
XIX y cuya influencia será constante a lo largo de este período: Heinrich Füssli o Fuseli y William Blake.
Titania despertando de Johann Heinrich Fuseli (Kunstmuseum, Wintherthur). El artista pintó este cuadro en 1794 inspirándose en la obra de Shakespeare El sueño de una noche de verano. En él, la fantasía del artista pudo dar rienda suelta a su imaginación, muy inclinada a crear mundos de hadas, elfos y personajes monstruosos, un mundo de encantamientos y sortilegios muy acorde con su mentalidad romántica.
Hijo de un pintor y estudioso de
la historia del arte, Heinrich Fuseli
(17 41-1825) inició, inducido por su familia, la carrera eclesiástica, la cual
abandonó obligado por un escándalo acontecido a raíz de una denuncia contra un
magistrado corrupto. Tras abandonar su carrera, en 1763 se trasladó a Berlín,
donde estudió artes y más tarde se estableció en Inglaterra como traductor de
textos franceses y alemanes. Este artista de origen suizo conoció la obra de
Mengs y Winckelmann a través de su padre, y él mismo tradujo algunos de los
textos participando en la difusión de estos autores y su entusiasmo por la
antigüedad clásica. A pesar de sus conocimientos del mundo antiguo como
dibujante y pintor, Fuseli demostró preferencia por los temas literarios.
El pintor Joshua Reynolds le
animó a seguir la carrera artística y a visitar Italia. Roma sedujo a Fuseli no
por su riqueza artística más clásica, sino a través del manierismo de las obras
de Miguel Ángel, Parmigiano o Pontormo. A su regreso a Inglaterra realizó una
serie de obras que sorprenden por su capacidad imaginativa y alejamiento de las
técnicas y expresiones clásicas; entre ellas destaca La pesadilla (1781) por la exageración romántica sobre el terror.
Más adelante trabajó para la Shakespeare Gallery de Boydell y fue nombrado
miembro de la Royal Academy. Su mundo, poblado de fantasías inquietantes,
pierde toda conexión con el equilibrio y la serenidad preconizado por
Winckelmann como modelo estético y encuentra en Milton o Shakespeare las
fuentes de inspiración.
La pesadilla de Johann Heinrich Fuseli (lnstitute of Arts, Detroit). Con este lienzo de 1781, el autor abre los canales al sueño y al mundo fantástico antes de que se publicaran los aguafuertes de Goya, convirtiéndose en un precursor del surrealismo.
Las pinturas de Fuseli condensan
toda la potencia de la irracionalidad que caracteriza a los protagonistas de
los dramas y grandes tragedias literarias. Sus personajes poseen la terribilità
de las figuras de su admirado Miguel
Ángel y obedecen al drama de su destino como los héroes de las antiguas
tragedias o los protagonistas miltonianos del Paraíso perdido.
De la imaginación peregrina de
Fuseli surgen escenas de gran carga emotiva, pobladas de seres irreales que
emergen de las brumas, de la oscuridad, a través de un dibujo fluido y vigoroso
resaltado por tonos parduzcos y también por efectos teatrales de luces y
sombras.
Beatriz dirigiendo el carro que transporta a Dante de William Blake (Tate Gallery, Londres). En 1824, Blake comenzó a ilustrar La divina comedia de Dante, obra de la que forma parte esta pintura y que dejó inacabada a su muerte.
De la misma forma que Fuseli se
inició en el mundo del arte conducido por el entusiasmo hacia el mundo clásico,
también el pintor, poeta y grabador inglés William
Blake (1757-1827) empezó su formación artística copiando modelos de la
antigüedad en una academia cuando era aún niño. Más tarde trabajó en el taller
de James Basire, con quien se familiarizó con el espíritu medieval y le enseñó
la técnica del grabado. El trabajo de grabador fue el medio que le permitió
ganarse la vida, no sin grandes dificultades, realizando encargos para
editores.
Blake se inspiró en los textos
mitológicos y de religiones ocultas, en la Biblia y los poemas de Dante, para
producir una extensa obra basada en la primacía de la emoción sobre la razón,
la fantasía sobre la realidad. Una singular fuerza mística y espiritual se
desprende de los numerosos dibujos realizados para ilustrar sus poemas,
ediciones publicadas por el mismo autor con grabados coloreados a mano. Con
este sistema imprimió Cantos de inocencia
(1789), Cantos de experiencia (1794)
y diversos Libros proféticos
(1783-1804). Las acuarelas incluidas en el Libro
de Job o los poemas de Dante, muestran su progresivo alejamiento del
neoclasicismo a medida que la poesía o la filosofía adquieren mayor carácter
visionario.
Elohim creando a Adán de William Blake (Tate Gallery, Londres). En esta obra, el artista reflejó una de las constantes que se manifestarían durante toda su vida: la lucha contra el materialismo. Sobre un fondo que parece corresponder a una puesta de sol y cuyos rayos rojos se dibujan en un firmamento de color azul oscuro, la figura del Dios creador, Elohim según los primeros capítulos de la Biblia, pasa a gran velocidad sobre el barro del que acaba de surgir su criatura, después de pronunciar las palabras de la creación.
Influido por las realizaciones
medievales y manieristas, utilizó un sistema de composición espacial propio
recreando el color, la luz y la sombra de manera subjetiva con objeto de
transmitir el mensaje a partir del poder de la imaginación. De ahí su fácil
adscripción a las primeras corrientes románticas y su alejamiento del
clasicismo. Formulaciones que anticipan el simbolismo de finales de siglo y la
tendencia del Art Nouveau.
En sus obras Blake se rebela ante
la razón y los valores materialistas del siglo XVIII: la mitología personal
sustituye a la naturaleza exterior. Fantasía que le singulariza de entre los
representantes más radicales del romanticismo.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.