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Los retratistas y paisajistas franceses

Mientras Boucher desnudaba así a las adolescentes bellezas del Parc des Cerfs, ejercía su gran talento de retratista otro de los mayores pintores franceses del siglo, Maurice Quentin de La Tour (1704-1788). Nacido en Saint-Quentin, se dedicó pronto, en París, al retrato al pastel, y en seguida obtuvo grandes éxitos. De este modo, en 1746 ingresaba en la Academia, y ya en 1750 lograba el gran honor de ser nombrado pintor del rey.

⇨ Autorretrato de Quentin de la Tour (Museo de Picardía, Amiens). La mirada del pintor parece que busca establecer contacto con el espectador. La sonrisa cómplice y su naturalidad contrastan con el envaramiento de los retratos del siglo XVIII. 



El retrato al pastel era un género que habían difundido por Europa hábiles pintores, como la veneciana Rosalba Carriera o como otro artista de auténtico talento, el ginebrino Liotard (ambos trabajaron en la corte de Sajonia). Pero La Tour superó incluso a Liotard, lo cual es realmente meritorio. Retrató a pensadores o Philosophes contemporáneos, como D' Alembert y Rousseau, a la esposa del Delfín, a Mauricio de Sajonia y a madame de Pompadour. Antes de morir se retiró a su ciudad natal e instituyó en ella una Escuela de Dibujo.

⇦ La condesa de Castellblanco de Juan Bautista Oudry (Museo del Prado, Madrid). El retrato de personajes importantes fue una de las actividades de este autor. En este caso es una noble condesa que aparece con su escudo nobiliario y su perro. El tratamiento del traje evidencia su preciosismo. 



Pero este período central del siglo XVIII fue pródigo en buenos retratistas, como J.-B. Perroneau (1715-1783), que se valió también a menudo del pastel, y Jacques-André Aved (1702 -1766), nacido en Douai e íntimo amigo de Chardin. Otro fue François-Hubert Drouais (1727-1775), de estilo almibarado, discípulo de Boucher y especializado en el retrato infantil.

Buenos representantes de las escenas de caza y naturalezas muertas basadas en estos mismos temas fueron, Alexandre-François Desportes (16611743) y J. B.Oudry (1686-1755). Oudry dirigió también la fábrica de tapices de Beauvais, para la que realizó numerosos cartones.

Niño de la peonza de Juan Bautista Oudry (Musée du Louvre, París). El modelo de este cuadro es el hijo del joyero de su barrio, bien vestido, con el cabello recién rizado y empolvado.  


La Benedicite de Jean-Baptiste-Simeon Chardin (Musée du Louvre, París). El sentido de la intimidad, que en Boucher o Fragonard tiene una significación soñadora y sensual, en este autor reviste la humilde densidad de las tradiciones artesanas de Flandes y de Holanda. Nadie mejor que él ha buceado en el alma infantil y ha evocado la calma y la ternura de la vida en el hogar. Buena prueba de ello son este famoso cuadro, penetrante observación del mundo de la pequeña burguesía francesa. 

Como habían hecho ya los holandeses, algunos pintores del XVIII francés muestran gran identificación con el ambiente que pintan. Esto se transparenta, sobre todo, en las pinturas de J.-B.-Siméon Chardin (1699-1779), hombre retraído y tranquilo, en cuyo realismo ferviente late una especie de protesta contra el arte meramente formalista. Gran parte de su obra es una glorificación de la materia a través de una afirmación, noble y concienzuda, de los valores de que se hallan revestidos los más humildes objetos. Este amor por las cosas, y su talento en combinarlas en composiciones de sutil construcción, parecen a veces presagiar el arte de Cézanne. Hay en ello, más que naturalismo, una verdadera ansia por rehabilitar aquello que el clasicismo pictórico había juzgado negligible. No menos poéticamente inspiradas son sus escenas íntimas: el Benedícite, el Niño de la peonza, La Aprovisionadora, etc. En su vejez ejecutó, al pastel, autorretratos importantísimos.

Los restos del almuerzo, de Jean-Baptiste-Simeon Chardin (Musée du Louvre, París). La pasta pictórica, en manos de Chardin, podía sugerir las cualidades táctiles de cualquier materia como nadie había conseguido antes de él: véanse la loza, el vidrio, el metal y la madera de su célebre cuadro de 1763.  

⇦ El pequeño dibujante de Nicolas-Bernard Lépicié (Musée du Louvre, París). El personaje retratado es C. Vernet, que transmite una gran calma e ingenuidad mientras realiza la actividad con la que evidentemente disfruta.



Entre sus imitadores destaca el pintor Nicolas-Bernard Lépicié (1735 -1784).

El paisaje no es muy abundante en la pintura francesa del XVIII; es un género pictórico que se halla entonces, en Francia, en su fase de preparación. Destaca, entre los pintores que realizaron viajes arqueológicos, el pintor de ruinas romanas Hubert Robert (1733-1808), que supo dar de ellas una visión hermoseada con destellos de poesía. Otros cultivaron la panorámica y la marina con lirismo, como Joseph Vernet (1714-1780), tronco de una larga familia de pintores. Otros, en fin, destacan ya por una visión completamente nueva y sincera del paisaje, como Louis-Gabriel More a u (1739-1805).


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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