Punto al Arte: Seurat y Signac, el puntillismo

Seurat y Signac, el puntillismo

El parisiense Georges Seurat (1859-1891), nacido en una familia burguesa regularmente acomodada, fue hombre meticuloso y de carácter sumamente retraído. En sus últimos años, aunque ya no vivía con su madre (entonces viuda) cada día iba a almorzar con ella; pero hasta que el pintor murió de una pulmonía infecciosa, y de la misma enfermedad falleció un hijito suyo, ni la madre del artista ni sus amigos habían tenido la más leve sospecha de que compartiese su vida, desde hacía algunos años, con una amiga.

Como le había acontecido a Degas, recibió a su paso por la Escuela de Bellas Artes una enseñanza que se basaba, principalmente, en el respeto por la tradición de los discípulos de Ingres. Pero el interés del joven alumno se había concentrado en el examen y admiración de las obras de Delacroix, en el Museo.

Une baignade a Asnières de Georges Seurat (National Gallery, Londres). El crítico Félix Fénéon fue quien acuñó el término "neoimpresionismo" y apoyó a Seurat en esta nueva concepción plástica. Esta obra muestra un momento de paz y de descanso en un paisaje nada bucólico ya que en la parte superior se puede ver el humo de las chimeneas de las fábricas. 

A través de este estudio, se había enfrascado en investigar acerca de los problemas del cromatismo, leyendo cuanto de ello habían escrito los sabios en estas materias, y comprendió así la importancia de la ley que el físico Chevreul había formulado respecto al “contraste simultáneo de los colores”; al mismo tiempo, preocupado por los secretos de la composición, halló datos esenciales para sus propósitos en la Grammaire des Arts du Dessin, de Charles Blanc, y acabó formulando una teoría estética de alcance universal basada en la armonía cromática (a base del empleo exclusivo de los tonos complementarios) y el valor de las líneas constructivas (ascendentes, descendentes y horizontales). Elaboraba esta teoría según realizaba sus obras, de dibujo o pintura, desde 1882, año en que empezó a pintar.

En cuanto al cromatismo se propuso Seurat sustituir los efectos de “color-luz”, que los impresionistas obtenían poniendo sobre el lienzo pinceladas yuxtapuestas, por una síntesis de los tonos complementarios, que se efectuaría en la retina del ojo del espectador.

Fue un artista caracterizado por su extrema seriedad, que se concentraba intensamente antes de pasar a la acción y que, en sus relaciones sociales, se manifestaba aparentemente como extraño y distante.

⇦ Poseuse de face de Georges Seurat (Musée d'Orsay, París)~ Seurat pintó esta obra en el invierno de 1887, durante el cual, según su propia confesión, trabajaba en el taller "en una tela de investigación y, si es posible, de conquista". En este caso, lo era de las leyes de la síntesis y el contraste, de la pintura construida en pequeñas manchas circulares de colores puros; es decir, lo que hoy conocemos con el nombre de puntillismo.



Como se acaba de exponer, no participaba de la vida bohemia en que transcurría la existencia de los artistas de vanguardia, sus amigos, en el París de la época, sino que, por el contrario, se recluía en su estudio para trabajar exhaustivamente, sin poner límites al tiempo, sobre los bocetos y apuntes que tomaba del natural antes de pasar el resultado de aquel análisis a sus telas.

Como se desprende de todo lo dicho hasta ahora no concebía la creación espontánea y sí confiaba, en cambio, en una inspiración proporcionada por la insistente labor sobre unos temas artísticos escogidos previamente.

Trabajador infatigable, Seurat ejecutó en 1883 su gran composición Une baignade á Asnieres, que hoy se halla en la Tate Gallery de Londres. Esta pintura, a modo de fresco mural, representa el trozo de una orilla del Sena, con bañistas o espectadores que descansan en una mañana apacible. Fue pintada en menudas pinceladas, siguiendo, empero, la técnica impresionista, mas extrayendo de ella una matización cromática completamente inédita. Su ejecución fue precedida de buen número de pequeños estudios preliminares realizados al óleo y al aire libre, mientras el pintor, en la quietud de su estudio, iba pintando la obra definitiva.


Le cirque de Georges Seurat (Musée d'Orsay, París) Esta obra sobre la temática circense pintada entre 1899 y 1890 quedó inconclusa por la prematura muerte -a los treinta y un años- del pintor. Pero su verdadera obra, la revolución puntillista, ya se había cumplido. Después de elaborar Mi método, brevísima y clara síntesis del pensamiento de Seurat respecto a los procedimientos que habían de ordenar la pintura, el artista los aplicó a su obra con el máximo rigor. Cuatro colores fundamentales: rojo, verde, amarillo y azul, y ocho colores intermedios componen su paleta. Con este limitado cromatismo Seurat empezó una serie sobre el circo. La Parade de Cirque fue expuesta en 1888 en el cuarto Salon des lndépendants; los críticos la juzgaron una obra maestra de la nueva escuela. 


El castillo de los papas de Paul Signac (Museo de Arte Moderno, París). Signac consigue en esta obra, gracias a pequeñas pinceladas, grandes matices de color. La pintura no está dibujada, es mediante el color de las pinceladas que consigue crear el contorno de las figuras. Junto con Seurat y Redon, el artista fue uno de los impulsores de la Societé des Artists lndépendants fundada en 1884.

La Baignade no fue admitida en el Salón oficial, y entonces Seurat la mandó al Salón des Indépendants que se celebró aquel año, donde en mayo y junio se expuso, atrayendo hacia su autor a otros jóvenes: Dubois-Pillet, CrossSignac. Hasta entonces, el único amigo de Seurat había sido el pintor Aman-Jean, compañero suyo en la escuela; pero a partir de entonces trabó gran amistad con Signac, quien, conociendo a Pissarro, se lo presentó.

El año 1885 fue también para Seurat muy laborioso; le ocupó durante varios meses la realización de su segunda obra: Un dimanche aprés midi a rile de la Grande Jatte (hoy en el Art Institute, de Chicago). Los apuntes para esta nueva realización los tomaba el pintor por las mañanas, del natural, en el lugar que había escogido como escenario de su cuadro en el Bois de Boulogne.

Ambas obras ambicionaban la evocación de un momento en lugares determinados; su intención era, pues, tan real como la de las pinturas típicas de los impresionistas, y en la Tarde del Domingo la paleta era aún la estricta del impresionismo; pero aquí Seurat había sustituido las pinceladas por diminutas manchas circulares (a modo de topos) que llenaban por completo la superficie del cuadro. Con esta nueva pintura del que sus adeptos consideraban ya como jefe del “neoimpresionismo”, había nacido una modalidad de pintar hasta entonces desconocida, a base de pinceladas en forma de puntos (Pointillisme).

Puerto de Marsella de Paul Signac (Museo Metropolitano de Nueva York). En 1884, con veintiún años fogosos, inteligentes y batalladores, Signac conoce la obra de Seurat y queda deslumbrado. Juntos establecen las bases del neoimpresionismo. A la muerte de Seurat. es Signac quien toma el relevo como jefe de la nueva escuela. Viajero y gran navegante, Signac visita y pinta todos los puertos de Francia, grandes telas cuidadosamente estudiadas en las que trata de equilibrar sabiamente los distintos elementos de la naturaleza para conseguir "el resultado más armonioso, más luminoso y más coloreado". 

Pissarro, que se adhirió pasajeramente a esta nueva técnica, hizo exponer este lienzo en la octava (y última) exposición celebrada por los impresionistas. La Tarde del Domingo -que aquel mismo año figuró también en una exposición organizada en Nueva York por Durand-Ruel, como al año siguiente sería expuesta en Bruselas- despertó indignaciones y entusiasmos, y su defensor principal, el crítico y escritor simbolista Félix Fénéon, en su importante estudio: Les impressionistes en 1886, definió esta nueva tendencia.

La producción de Seurat fue escasa. Además de las dos pinturas reseñadas, comprende las siguientes composiciones (todas ellas rigurosamente “puntillistas”): Las poseuses, que representa tres desnudos de modelo femenino -en realidad, tres estudios de un mismo modelo- en la sala de trabajo del autor (1888, hoy en la Fundación Barnes, Estados Unidos) y La Parade de Crique (de aquel mismo año, hoy en una colección estadounidense), Le Chahut (1890, en el Museo Kröller-Müller, en Holanda), Mujer empolvándose (1890, Galería Nacional de Londres) y finalmente Le Cirque, obra que no pudo terminarse (1891, Musée d’Orsay, París). Aparte de estas pinturas de composición figurativa, que a distinción de las dos obras anteriormente comentadas han sido consideradas siempre como un poco “heladas” o figées, dejó Seurat paisajes fluviales o marítimos, en algunos de los cuales su teoría cromática triunfa plenamente en efectos de color extraordinariamente vibrantes.

Les cyprés á Cagnes de Henri Edmond Cross (Museo Nacional de Arte Moderno, París). Cross fue discípulo de Seurat, cuyo temperamento, según definición propia, "reclamaba la gramática, la retórica y la lógica". En el neoimpresionismo se encontró, pues, como pez en el agua. El paisaJe toma nueva fuerza en el siglo XIX como pintura válida por sí misma y no como fondo de otras historias y narraciones. En este caso son unos cipreses los protagonistas, como lo fueron en el cuadro de Van Gogh La noche estrellada (1889), aunque la visión que da Cross del paisaje es de gran placidez y la del holandés es casi de pesadilla. 

Su seguidor Paul Signac (1863-1935), gran propagandista de la pintura “de los colores del prisma” (como él decía), publicó un libro de gran interés: D’Eugéne Delacroix au Neo-impressionisme (1899), y sucedió a Seurat en la jefatura de la tendencia por él iniciada, que indistintamente después fue llamada puntillismo o divisionismo. Además de Dubois-Pillet, H. E. Cross y Maximilien Luce, que fueron sus constantes mantenedores, se adhirió por un tiempo al puntillismo Pissarro, y a título de ensayo hicieron lo mismo Gauguin y su amigo D. de Montfreid, y Van Gogh, así como, un poco más tarde y de modo también ocasional, el español Darío de Regoyos.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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