En Naranjas y limones, Julio Romero de Torres vuelve al personaje que predomina en casi toda su producción pictórica: la mujer y, más concretamente, la mujer andaluza. El artista cordobés pintó numerosas figuras femeninas, damas morenas de misteriosa y profunda mirada que produjeron un cierto escándalo en su época, debido a la carga erótica que ofrecían por su semidesnudez.
La obra de Julio Romero de Torres resulta singular en el pan, o rama de la pintura española de su tiempo. Nada tenía que ver con lo que entonces se hacía. Sin embargo, la manera de tratar los desnudos, con un erotismo inherente, fue uno de los factores que potenciaron el gran éxito que tuvo tanto en España como en Hispanoamérica durante la primera mitad del siglo xx.
En Naranjas y limones, la joven muchacha presenta un patetismo que la hace inquietantemente erótica, sentimiento aumentado por llevar entre sus pechos desnudos un puñado de naranjas. Hay una especial introspección psicológica en su mirada. Sus ojos producen una intensa sensación de misterio. Este enigmático misterio remite a obras como La Gioconda de Leonardo da Vinci. De hecho, con frecuencia recurre en sus cuadros a la pintura española e italiana del pasado.
Éste es uno de sus cuadros más frescos. La expresión, como casi la de todas sus mujeres, es concentrada, sin ningún tipo de alegría, pero la escena transmite una sensualidad más libre, menos tortuosa. Cada una de sus pinturas está cargada de significación, de historia, que alude simbólicamente a elementos que no están del todo presentes, lo cual demuestra la atracción por la composición, serena y equilibrada de los primitivos italianos.
El artista pintó a "la mujer morena". Nadie más ha conseguido reflejar con tanto énfasis la belleza y la melancolía que caracteriza a las mujeres andaluzas. Llegó incluso a adoptar una postura crítica ante la sociedad por la situación que tenían que soportar muchas jóvenes asoladas por la miseria y la desesperación. Así, los gestos, casi sin fuerza, muestran la resignación, mientras que el rostro infantil expresa la voluntad de encontrar una salida a tal situación.
A diferencia de grandes pintores, como Picasso, Romero de Torres no tuvo un papel predominante en la irrupción del arte moderno. Sus obras no suponen una ruptura radical frente al estilo artístico predominante, sino que reflejan un realismo burgués de principios del siglo XX.
El cuadro evoca imágenes de los prerrafaelistas, como Rossetti y Burne-Jones, de los nazarenos y de los simbolistas. Pero, no hay que olvidar que Naranjas y limones lo pintó en el momento de mayor madurez, hacia 1927-1929, cuando ya hacía muchos años que había realizado su largo peregrinaje por Italia. A través de este viaje pudo contemplar a los grandes artistas del Renacimiento, sobre todo Leonardo da Vinci, Miguel Ángel y Rafael. Su obra integrará una estética de clara influencia renacentista que resolverá con marcado acento simbólico.
Naranjas y limones, que mide 103 x 74 cm, se conserva en el Museo Julio Romero de Torres, la antigua casa que habitó el artista en Córdoba.
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.