Romero de Torres, Julio (Córdoba, 9 de noviembre de 1874 - ibídem, 10 de mayo de 1930) Pintor español.
Biografía
Era hijo del pintor y maestro
andaluz Rafael Romero Barros, director del Museo de Bellas Artes de Córdoba,
quien le inició en el sendero de la pintura desde muy temprana edad. Así, ya en
1907 pudo concurrir el joven Julio Romero de Torres a la exposición de pintores
independientes celebrada en el Círculo de Bellas Artes (Madrid).
El realismo melodramático de sus
primeras composiciones (como Conciencia
tranquila o Vividoras del amor)
no parecía preludiar el estilo personal, tan marcado y característico, que
luego sacó a relucir en su obra de madurez. En efecto, a raíz del lienzo
titulado Musa gitana -que obtuvo el
Primer Premio en una Exposición Nacional celebrada en Madrid-, el pintor
cordobés adoptó una línea nacionalista y folclórica, atenta a los tópicos
meridionales y centrada, principalmente, en el retrato de la mujer andaluza. Se
trata de un estilo en el que predomina la mezcla del retrato realista con un
cierto aire idealista que sitúa a sus figuras en un vago halo intemporal, como
si pretendiera hacer de las características físicas de la mujer andaluza un
arquetipo universal de la belleza femenina.
Aupado por los cánones
modernistas vigentes en su tiempo, logró éxitos -no exentos de una virulenta
controversia crítica que siempre acompañó al enjuiciamiento artístico de su
pintura- en varias exposiciones nacionales e internacionales, como las realizadas
en Barcelona (1911), en Madrid (1912) y en Munich (1913). Pero lo cierto es que
en su tiempo fue aclamado por pintores, escritores y contempladores de su obra,
quienes celebraban la exaltación de los tópicos nacionalistas difundidos por la
obra de Romero de Torres; para probarlo, baste con recordar que las monografías
de su pintura y los catálogos de sus exposiciones venían autorizados por
comentarios elogiosos de autores como Jacinto Benavente, Ramón María del Valle
Inclán, Gregorio Martínez Sierra o Santiago Rusiñol.
Entre la copiosa galería de
retratos que plasmó en sus lienzos, cabe destacar el de la Señora de Urquijo, el del genial torero Juan Belmonte y el de la artista Pastora Imperio; además, pintó obras tan conocidas como La niña de las naranjas, Amor místico y amor profano, Marta y María, Poema de Córdoba, La Saeta,
Cante hondo, Chiqueta Piconera, Las niñas
de la ribera y El Retablo del Amor.
Abanderado de un romanticismo
ciertamente trasnochado en la actualidad, pero muy del gusto de la gente de su
tiempo, Julio Romero de Torres resolvió en cada uno de sus cuadros un problema
planteado en forma de copla andaluza, lance de toreo o episodio de romancero
gitano. Hizo, además, especial hincapié en los sentimientos trágicos y
legendarios propios de la religiosidad y la cultura de sus paisanos, lo que
explica la inmensa popularidad de que gozó tanto en vida como muchos años
después de haber desaparecido. Durante su entierro, los miembros más humildes
de las clases menos favorecidas se juntaron con una nutrida representación de
la aristocracia cordobesa, testimoniando así el fervor y la admiración que
habían despertado el pintor y su obra. Los hogares más populares de la España
rural exhibieron durante mucho tiempo reproducciones de las principales obras
de Romero de Torres, casi siempre decorando las extensas páginas de unos
enormes almanaques. Su recuerdo quedó vivo, además, en coplas y tonadillas
folclóricas, y se hizo presente durante algún tiempo en las ilustraciones de
sellos y papel moneda. En la actualidad, una buena parte de su obra -bastante
desprestigiada por la crítica moderna- puede contemplarse en la Casa Museo que
la ciudad de Córdoba ha dedicado a uno de sus artistas más universales.
Obra realizada en 1948 por este polifacético artista -pintor, escultor, escritor- que fue uno de los fundadores del grupo surrealista. Su obra es variada, multiforme, caracterizada por un inacabable afán de invención que le llevó tanto a descubrir objetos y a unirlos en extrañas composiciones totémicas como a modelar grandes divinidades de un raro sabor arcaico. (Museo Nacional de Arte Moderno, París). Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.
También llamado Charing Cross Bridge fue realizado en 1906. Aquí el color produce violentos contrastes, pero parece seguir ciertas leyes de armonía, ya que los planos de color se escalonan del verde intenso hasta el verde grisáceo del fondo. La pintura se ha aplicado desde luego con rapidez y agresividad, directamente tal y como sale del tubo, como si el ansia de adaptar la forma al color lo dominase todo. Sin embargo, existe cierta estructuración geométrica. (Musée d'Orsay, París)