Los orígenes del pueblo hitita, también conocido como los
hatti, se remontan al m milenio a.C.
El núcleo principal de la cultura hitita y su cuna histórica se halla en la
gran meseta central de Anatolia. La zona en la que posteriormente se asentaría
el Imperio hitita estuvo poblada ya en el Neolítico, como demuestran abundantes
hallazgos arqueológicos entre los que se cuentan estatuillas votivas, relieves
de terracota y pinturas murales, así como la importante cerámica ciliciense y
las muestras halladas en las cuevas de Karain, Beldibi y Belbasi.
Posteriormente, y ya en plena Edad del Bronce, destacan las civilizaciones
protohititas de las regiones de Cilicia, Islahiye y el Hatay.
Jarro
de terracota hitita (Museo del Petit Palais, París). Teniendo en
cuenta que es una pieza de cerámica del siglo XIV a.C., son asombrosas la
esbeltez y la armonía de sus formas. Procede de Beycesultan (Turquía).
Vasija
trípode (Museo del Petit Palais, París). Pieza de cerámica hitita
procedente de Kültepe, datada hacia el siglo XVIII a.C.
En tiempos
de Sargón I de Akkad se sucedieron en Asia Menor, y particularmente en la
Anatolia Central, una serie de invasiones de pueblos indoeuropeos que, no
siempre de forma pacífica, ocuparon el territorio, fusionándose con los
indígenas. A una primera invasión de los luvitas
siguieron oleadas de otros pueblos arios que, al instalarse en el de nominado
país de Hatti, tomaron el nombre de hititas.
Los
invasores fundaron ciudades-estado, siendo Kusar (o Kussara) y Kanesh las
primeras en con seguir cierta supremacía sobre las demás. La ciudad de Kanesh
recibió posteriormente el nombre de Nesa, y sus habitantes, nesitas, nombre con el que también se
llegó a designar a los hititas.
El primer
rey hitita fue Pithana, que se hacía llamar «Gran Príncipe de Kusar». Su hijo
Anitta, conocido como «el aliado de la Tempestad del Cielo», conquistó la
ciudad de Nesa. Además de un gran guerrero, Anitta fue un eficaz gobernante que
supo ampliar los territorios hititas mediante audaces campañas militares y
mantener unidos a los pueblos conquistados. Anitta fue sucedido por su hijo,
Peruva. Al parecer, ni Peruva ni sus sucesores continuaron la política
expansionista iniciada por sus padres.
La
continuidad de los sucesores de los primeros reyes se ve oscurecida por la
ausencia de datos históricos. Al parecer, hubo un cambio de dinastía, y con
posterioridad aparece Tudhaliya I (1740-1710 a.C.) como uno de los forjadores
del poder hitita. Le sucedió su hijo Pusarruna (1710-1680 a.C.), cuyo hijo,
Labarna I, está considerado como el verdadero fundador del Imperio hitita.
Brasero
de terracota (Museo del Petit Palais, París). El
yacimiento de Kültepe ofrece una gran variedad de productos artísticos, que
permiten conocer el modo de vida del pueblo hitita de los tres primeros siglos
del II milenio a.C. En dicho yacimiento se encontraron numerosos jarros de
terracota, peculiares vasijas trípode y, entre otros, este brasero fechado en
el siglo XVIII a.C. y realizado en cerámica de arcilla rojiza ennegrecida con
betún.
El rey Labarna I (1680-1650 a.C.) llevó a cabo numerosas campañas victoriosas con las que engrandeció notablemente su reino. Convirtió la ciudad de Hattusa, situada estratégicamente, en capital y centro neurálgico del Imperio, y agrupó todas las ciudades-estado en una federación. Labarna I estableció en el Imperio una estructura de carácter feudal, con un Consejo de nobles, nombró virreyes de las ciudades conquistadas a sus numerosos hijos, y legisló la continuidad dinástica por sucesión. Dejó escritas dos obras de interesante valor histórico: una Autobriografía y su Testamento político.
Labarna I
fue sucedido por su hijo adoptivo Hattusil I, quien amplió aún más los
territorios del Imperio y estableció relaciones comerciales con todos los
países del Próximo Oriente. Su hijo Mursil I restableció el orden tras una
época de caos y sublevaciones. Mursil I fue asesinado, y a partir de entonces
el parricidio y el fratricidio se convirtieron en una práctica habitual para la
ocupación del trono.
La
debilitación causada por las luchas intestinas, junto con la presión de nuevos
invasores, entre ellos gaseas y hurritas, llevaron a eclipsar el Imperio
bajo el reinado de Telepinu, hacia el año 1650 a.C.
Fuente: Historia del Arte. Editorial
Salvat.
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