Toda la evolución de la escultura
da testimonio de que la fuerza de la expresión se conquista contra el
servilismo respecto al modelo. Pero por otra parte es bien sabido que ocurre
siempre, hasta en la obra de arte que se quiere más representativa, algo
especifico, que tiene su origen en el medio cultural que la ve nacer o en la
personalidad del que la engendra, y que la diferencia de una pura réplica.
El beso de Constantin Brancusi (Museo Nacional de Arte Moderno, París). Las formas sencillas y de delicado acabado caracterizan la obra del escultor rumano, que, siguiendo la lección de Rodin, se interesó a la vez por los movimientos vanguardistas de su tiempo, en particular por los fauvistas y cubistas. Esta célebre obra, realizada en piedra en 1907 y concebida a partir de la esencia de la forma cúbica, busca a partir de la simplicidad el acercamiento al sentido real de las cosas.
No habría que considerar, en efecto, que el rechazo del realismo y una agresividad puramente negativa contra las formas del hombre hubieran bastado para fundar la nueva escultura: la renovación no surge nunca más que de una oposición constructiva; hizo también falta en ella una especie de vuelta a los orígenes. Carola Giedion-Welcker -una de las más lúcidas miradas sobre la escultura moderna ha mostrado cómo la escultura moderna, habiendo perdido su función objetiva original -función simbólica y mágica, o función religiosa-, había ido llegando poco a poco a separarse de la vida completamente. En el extremo de esta degradación se encuentran las Victorias amaneradas de un Saint-Gaudens y las frivolidades recargadas de un Carrier-Belleuse, el populismo anecdótico de Constantin Meunier y las empalagosas desnudeces de un Falguière. Maillol contrasta con todas estas variantes del academicismo por su visión sintética. A su nivel se anuncia, aunque todavía tímidamente, el intento del siglo XX de dotarse de un nuevo mundo plástico que encuentre su dignidad en su despego, y sus referencias en sí mismo.
⇦ Estudio para el retrato de Mademoiselle Pogony de Constantin Brancusi (Tate Modern, Londres). tsta es una de las numerosas versiones que hizo el artista del retrato de la famosa bailarina entre 1919 y 1920. Con esta obra Brancusi iba buscando cada vez una mayor depuración de la forma.
Rodin, poco antes, llevando más
allá los avances del expresionismo, había desbrozado el terreno por un camino
opuesto al de Maillol: la liberación de la escultura del exterior hacia el
interior por el vivo entusiasmo del modelado, el impulso de las formas y su
animación en un espacio que la sombra y la luz se disputan.
Si bien la sobriedad de Maillol
contrasta con la exaltación de las superficies por la que Rodin sublimó las
formas, uno y otro tienen su posteridad en la escultura contemporánea; con el
primero se vincula la corriente de simplificación deliberada de los volúmenes,
el segundo, en cambio, está en el origen de la desintegración de la masa en la
luz.
Este proceso evolutivo que ha
conducido del antropomorfismo a una estructura de ritmo más que de tema, con su
origen sobre todo en sí misma, se vuelve a encontrar a otro nivel, en la
creación individual de la mayor parte de los escultores en los que se detiene
hoy nuestra atención. Pocos son entre ellos los que han hecho de entrada
escultura "cubista" o "abstracta", sin pasar por el
aprendizaje figurativo.
El problema que se plantea
entonces es el de saber si esta evolución histórica de las formas esculpidas no
es demasiado gradual para que todavía pueda asignarse a la escultura moderna un
verdadero punto de partida. "Ese punto de partida existe -respondía
Brancusi, patriarca rumano de la escultura de vanguardia-, es el Balzac de
Rodin".
⇦ Torso de muchacha de Constantin Brancusi (Fogg Art Museum, Cambridge, Estados Unidos). Realizada en 1921, esta escultura es un ejemplo del estilo de este autor que, tras abandonar la influencia de Rodin, a partir de 1908 evolucionó hacia un estilo más personal influido por la escultura prehistórica y africana. Trabajó intensamente en mostrar la naturaleza subyacente de la imagen mediante una simplificación extrema de la forma: el huevo y el cilindro fueron las formas predominantes en sus obras.
Efectivamente, esta estatua
terminada en 1898 parece que ocupa un lugar decisivo en la evolución de la
escultura. Obra tempestuosa, resultaba indiscutiblemente innovadora por su
dinamismo interno, por su sentido del "sacrificio", por su modelado
magistralmente elíptico. Y sin embargo, por su intención de expresar un
personaje determinado, por sus líneas generales que son claramente las que
corresponden a un hombre de pie, el Balzac de Rodin conserva un contacto con la
tradición. Con la perspectiva de la que disponemos hoy, vemos claramente que la
ruptura operada por Brancusi fue mucho más radical, y que es a través de su
obra, al mismo tiempo que a través de la de los cubistas, donde la escultura se
disoció verdaderamente de la estatuaria. La objetividad nos obliga a anotar, en
efecto, que la Catedral, formada por dos manos enfrentadas, en la que Rodin
vuelve a una especie de simbolismo figurativo, es prácticamente contemporánea
(1908) de la primera cabeza cubista modelada por Picasso en 1909, y a
constatar, con Robert Lebel, que cuando murió, en 1917, el maestro de los
Burgueses de Calais "otra escultura se había fa instaurado, que no debía
nada (digamos mejor: qué no debía gran cosa) a la suya".
De esta otra escultura, los
pioneros fueron sobre todo los cubistas. Pero Brancusi los precede
cronológicamente, y ante todo por su fecha de nacimiento. Nació el mismo año
1876 en que nacieron González y Duchamp-Villon (cuya carrera sería abreviada
por la guerra), pero unos diez años antes que la mayoría de los maestros de la
plástica cubista: Laurens (1885), Archipenko (1887), Zadkine (1890), Lipchitz (1891).
Por otra parte, su Beso es de
1908. Este Beso, antítesis del, más célebre, de Rodin, de hecho es más cúbico
que cubista, o si acaso lo es sólo en la medida en que su arcaísmo llama la
atención sobre un retorno a las formas primarias.
Las columnas sin fin de Constantin Brancusi (Museo Nacional de Arte Moderno, París). La reflexión sobre el mundo fue para este artista la reflexión sobre la propia escultura mediante la cual consiguió reducir la forma, el mundo, a las fuerzas elementales que lo animan . La idea de esta obra, realizada en madera y yeso, ocupó gran parte de su vida.
Antes que Brancusi, nadie había
rechazado tan enérgicamente la sumisión al modelo. Después de él, la estatuaria
de anécdota y de epidermis, el neoclasicismo gesticulante de los salones
oficiales, dan la impresión de algo inconveniente.
⇨ Femme debout de Jacques Lipchitz (Kunstmuseum, Basilea). Tras una etapa realista influida por Rodin, su relación con los cubistas le llevó a crear una escultura de formas geometrizantes, arquitectónica y monumental muy expresiva. Esta obra de 1918 muestra la tendencia de Lipchitz por las composiciones angulares y verticales.
Brancusi opuso muy pronto el
sentido de lo fundamental al naturalismo clásico, y a la dispersión
impresionista de Rodin opuso el deseo de pureza, como lo atestiguan las dos
versiones de la Musa dormida (1906 y 1909-1910). Su camino se define
rápidamente como una especie de animismo de la forma original: esa forma que
contiene todas las otras, símbolo de lo permanente y de lo universal, que es el
óvalo irreprochable, el huevo que, apenas diferenciado para sugerir los rasgos
de un rostro y colócado sobre un pedestal de madera, será la Musa. Recomenzado
en diversas réplicas de bronce pulido o de mármol, será a continuación el
Recién nacido (1915), y después el Comienzo del mundo (1924). El brillo
impecable del metal o, del mármol subraya aún más la sencillez del óvalo con
los ojos cerrados del que la Escultura para un ciego y la Negra rubia
constituyeron nuevas variantes o transposiciones (1926). El Torso de joven en
forma de Y invertida, el pájaro reducido a un huso dorado, el pez y la foca
reducidos a un puro impulso esculpido en mármol proceden de la misma economía
formal.
Una doble denominación se injerta
muy a menudo en la forma madre; una para recordar su pretexto natural, y la otra,
más distante, aludiendo a un símbolo; así la Foca (Museo Guggenheim, Nueva
York, de 1934) se titula también Milagro.
⇦ Figura abstracta de Oskar Schlemmer (Museo de Arte Moderno, Viena). Esta escultura realizada en 1921 en bronce niquelado corresponde a la época en que el artista se incorporó a la Bauhaus y demuestra la tendencia a la estilización de la figura humana que cultivaba este artista.
Su esencialismo se apoya ante
todo sobre lo creado. Pero al mismo tiempo parece que en ciertas obras
recuperaba la intuición de los arquetipos en los que convergen las grandes
civilizaciones: el Rey de reyes (también llamado El espíritu de Buda, de 1937)
parece un enorme peón de ajedrez colocado sobre un tornillo de prensa de lagar.
Estas obras a gran tamaño le condujeron a las esculturas arquitectónicas como
la Puerta del beso y la Columna sin fin, de treinta metros de altura, en acero
dorado, y recortada desde la base a la cúspide como si fuese una cremallera,
que fue erigida en 1937 en los Cárpatos. En cambio, el Templo de la liberación no
pasó del estado de proyecto.
Esta búsqueda de la esencia de
las cosas fue puesta en marcha por otros caminos y en otro estado de espíritu.
Entre 1909 y el principio de la década de 1920 X el imponente macizo de la
aportación cubista a la escultura dibuja sobre el horizonte de las artes una
línea extraordinariamente rica y accidentada. En relación con él, y en una
amplia medida, se han definido, o pueden ser mejor captadas, las corrientes
ulteriores.
El cubismo parece que
simultáneamente atrae y rechaza a la escultura. La atrae porque el problema del
volumen es su mayor preocupación, y el cubo es la representación misma de la
tercera dimensión. Pero la rechaza también, puesto que inmediatamente se impone
la idea de que la ambición de la pintura cubista de representar todas las caras
de un objeto por el rebatimiento simultáneo de los planos es realizada de una
manera natural en la forma esculpida, en torno a la cual podemos dar la vuelta.
Odalisca de Ossip Zadkine (Museo Reattu, Aries). Obra realizada en 1936 en madera policromada, que muestra el contenido lírico que este autor imprimía a su escultura cubista, movimiento al que se adhirió a partir de establecerse en París en 1909, donde entró en contacto con la vanguardia artística.
Odalisca de Ossip Zadkine (Museo Reattu, Aries). Obra realizada en 1936 en madera policromada, que muestra el contenido lírico que este autor imprimía a su escultura cubista, movimiento al que se adhirió a partir de establecerse en París en 1909, donde entró en contacto con la vanguardia artística.
Desde este punto de vista, la
misma expresión de "escultura cubista" parece paradójica: "la
simultaneidad de los diferentes puntos de vista que crean sobre la superficie
plana una acumulación de perspectivas contradictorias, evocadoras de volúmenes
y movimientos, perdía parte de su razón de ser con los volúmenes reales del objeto
esculpido (...). Cierta ambigüedad (...) entre la idea de volumen sugerido y el
volumen mismo se nota ya en las primeras obras cubistas de Lipchitz y de
Zadkine, y en las de Laurens" (Jean Selz).
⇦ Escultura 23 de Rudolf Belling (Stadtisches Museum Abteiberg, Moenchengladbach). Obra realizada en 1923 por uno de los representantes de la escultura cubista.
⇦ Escultura 23 de Rudolf Belling (Stadtisches Museum Abteiberg, Moenchengladbach). Obra realizada en 1923 por uno de los representantes de la escultura cubista.
¿Acaso la pintura cubista condena
a esa petición de principio a la escultura cubista?, es evidente que las
guitarras y los abanicos de Laurens y de Zadkine derivan de la emblemática
característica de los pintores cubistas, y que a este nivel la escultura
cubista no ha inventado nada específico. Pero también es evidente que el
segundo decenio de este siglo contempló el nacimiento -legítimo o no- de una
escultura cubista. Admitiendo que la realidad volumétrica irrefutable que
caracteriza a la escultura sea incompatible con el concepto de volumen
sugerido, o, con mayor precisión (puesto que toda pintura clásica tiende más o
menos a sugerir el volumen), con el de multiplicidad de los puntos de vista y
de los planos, que es la noción clave del cubismo en pintura, hay que reconocer
que éste había creado casi instantáneamente un estilo y un sistema de
referencias; y que por consiguiente es normal que la escultura del mismo
período transmita su reflejo: se trata de un estilo que esquematiza la forma en
acentos, cortes, aristas y planos separados; con referencias procedentes en
particular de la influencia de las artes primitivas (de los precolombinos y de
los egipcios a las maderas negras).
⇦ Figura de pie de Alexander Archipenko (Landesmuseum, Darmstadt). Obra esculpida en 1920 por este artista ruso durante su época parisina, en la que entró en contacto con el movimiento cubista, que le llevó a interesarse por captar el movimiento de la forma humana descamponiéndolo en formas geométricas. La creación de esculturas a base de ensamblajes y la combinación de sus esculturas con la pintura (escultopintura) le convirtieron en un innovador que se anticipó a los ensamblajes dadá y que descubrió el valor volumé- trico del vacío, del hueco.
Por este motivo, aunque la idea de un paso directo de las dos a las tres dimensiones en el interior de la concepción cubista pueda molestar a las mentes lógicas, nada impide considerar que el ambiente de la época haya podido restituir a la escultura, por osmosis, los datos de la semántica cubista puestos en circulación por las telas de Picasso, de Braque y de Juan Gris, a partir de 1911-1912.
⇦ Figura de pie de Alexander Archipenko (Landesmuseum, Darmstadt). Obra esculpida en 1920 por este artista ruso durante su época parisina, en la que entró en contacto con el movimiento cubista, que le llevó a interesarse por captar el movimiento de la forma humana descamponiéndolo en formas geométricas. La creación de esculturas a base de ensamblajes y la combinación de sus esculturas con la pintura (escultopintura) le convirtieron en un innovador que se anticipó a los ensamblajes dadá y que descubrió el valor volumé- trico del vacío, del hueco.
Por este motivo, aunque la idea de un paso directo de las dos a las tres dimensiones en el interior de la concepción cubista pueda molestar a las mentes lógicas, nada impide considerar que el ambiente de la época haya podido restituir a la escultura, por osmosis, los datos de la semántica cubista puestos en circulación por las telas de Picasso, de Braque y de Juan Gris, a partir de 1911-1912.
La palabra clave del cubismo es
la objetividad. Figuras centrales como Lipchitz o Picasso, o representantes más
marginales como Schlemmer, Csáky, Belling, lo cierto es que todos los
escultores cubistas tuvieron de común la voluntad de romper con la actitud
psicológica y sentimental. Esta observación nos conduce de nuevo a un arduo
problema que hasta ahora sólo hemos rozado: el de la influencia de las artes
primitivas, especialmente africanas y oceánicas.
Si este arte de origen arcaico o
exótico ejerció efectivamente su influencia sobre la visión de estos
innovadores, particularmente sobre los cubistas (Brancusi, en lo que a él se
refería, lo negó siempre), fue en la medida en que descubrieron la primacía del
objeto sobre el tema y, que comprobaron en la práctica su intuición de "la
autonomía del hecho plástico ".
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.
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