⇦ Inocencio X de Velázquez (Galería Doria-Pamphili, Roma) Este retrato hizo exclamar al propio Pontífice: "i Demasiado verdadero!", y es uno de los más profundos y extraordinarios de toda la galería de Velázquez. La expresión casi siniestra de los ojos resulta obsesiva, insostenible. El acorde entre los diversos matices de rojo en yuxtaposiciones increíbles, que se contraponen al blanco del encaje, revelan una técnica cromática magistral. Velázquez lo pintó en Roma en 1650; entre las innumerables copias y versiones destacan una de Reynolds y otra de Francis Bacon.
En ese momento Velázquez se
hallaba ausente, en Italia, adonde consiguió que lo enviara su patrón real para
adquirir estatuas y cuadros. El 19 de marzo de 1650 logra un éxito enorme al
exhibir en el Panteón de Roma su Retrato
de Juan de Pareja, al que siguió el de Inocencio
X (Galería Doria). El mismo año fue elegido miembro de la Accademia di San
Luca, corporación de los pintores romanos. En un ambiente artístico que le
satisfacía plenamente, Velázquez se hubiera demorado indefinidamente en Roma si
Felipe IV no diera prisa a sus embajadores para que activasen su regreso.
En esa estancia en el Vaticano, donde ha pintado a los más destacados miembros de la corte pontificia -Olimpia Baldachini, cuñada de Inocencia X, la pintora Flaminia Triunfi (cuadros perdidos), El cardenal Pamphili (Hispanic Society) y Monseñor Camilo Massimi (Col. Banks, Kingston Lacy)-, cabe situar la ejecución de tres incomparables obras maestras: los dos pequeños paisajes de la Villa Médicis (Prado) y la composición Venus y Cupido (National Gallery, Londres). Acaso por primera vez en la pintura europea nos encontramos con dos paisajes indudablemente pintados del natural y al aire libre, cuando lo que hacían los pintores más modernos de la época era tomar del natural un dibujo que luego llevaban al lienzo en el taller, transformándolo al quererlo mejorar.
La impresión de realidad es tan
viva y directa en esos dos rincones de la Villa Médicis, que aún hoy se los
puede reconocer en Roma; y dado el aspecto uprotoimpresionista" de esos
paisajes de verdes finísimos y pinceladas en forma de u coma", como las de
Sidney o Monet, es lógico que suelan designarse con los nombres de El mediodía y La tarde. Respecto a La Venus del espejo, el más bello desnudo de
la pintura española, cabe interpretarla como un emblema del Amor atado a la
imagen de la Belleza, que sólo piensa en ella y da la espalda al espectador.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.