Aunque Durero estuvo al servicio del emperador, só-
lo tuvo ocasión de retratarlo directamente
cuando, du-
rante la Dieta de Augsburgo, posó ex profeso para él
y pudo
dibujarlo al carbón. Este retrato del Emperador
Maximiliano I (Kunsthistorisches
Museum, Viena), que
tiene entre las manos la granada, símbolo de unión en-
tre los
pueblos, se considera el mejor de los dos que
realizó. El mentón autoritario y la
sobriedad del traje
son atributos inconfundibles del "último de los caba-
lleros".
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Maximiliano I era hijo de
Federico III y se convirtió en el gobernante de un imperio que él habría de
hacer mucho más grande e importante. Incluso mucho antes de ascender al trono,
su matrimonio con María de Borgoña le permitió gobernar los territorios que
regentaba su esposa. Ya en 1493, tras la muerte de su padre, se convirtió en
emperador, Maximilano I, y sus esfuerzos se concentrarán en dos frentes.
Quizás el más importante de ellos sea su
denodada política por ampliar los límites del imperio. Efectivamente,
Maximiliano quería recuperar el esplendor del mismo y para ello optó
preferentemente por una hábil política de matrimonios. Por ejemplo, su mismo
matrimonio con María de Borgoña tenía esta finalidad, y nuevos pactos
matrimoniales le otorgaron poder en Bohemia y en Hungría.
A pesar de que durante su gobierno hubo de ver
el inicio de la decadencia de su imperio, pues numerosos territorios reclamaron
y consiguieron la independencia, como, por ejemplo, la confederación de Suiza
en el año 1499, peor resultado obtuvo en el segundo de sus frentes: la reforma
interna. La intención de Maximiliano era crear un estado eficaz y para ello
promulgó diversas Dietas, o medidas centralizadoras, y creó un consejo
permanente de regencia para asegurar la unidad imperial en tiempos de crisis.
Pero estas medidas nunca llegaron a buen puerto pues con ellas Maximiliano
pretendía algo que se antojaba imposible: la cohesión de un vasto imperio que
aglutinaba demasiados pueblos y sensibilidades.
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.