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Artistas de la A a la Z

Las escuelas de imagineros

A partir de la segunda mitad del siglo XVI comenzaron a desembarcar en América Latina obras de arte europeo para decorar los nuevos edificios civiles y religiosos. Poco después llegaban también los primeros pintores y escultores, la mayoría de ellos procedentes de España, Flandes e Italia.

En el área andina, el paso del jesuita italiano Bernardo Bitti por Lima y Cuzco dio inicio a la difusión de los conocimientos artísticos europeos, en su caso de estilo manierista tardío. La posterior llegada de Mateo Pérez de Alesio y de Angelino Medoro, quienes trabajaron en Lima, Santa Fe de Bogotá y Quito, consolidó las influencias italianas sobre artistas posteriores, entre ellos Gregorio Gamarra, Lázaro Pardo Lago y Luis Riaño.

Catedral de Córdoba (Argentina). En contraste con el clasicismo de la fachada, ejecutada bajo la dirección de Blanqui, la gran cúpula, construida a mediados del siglo XVIII por el arquitecto sevillano Vicente Muñoz, es un perfecto ejemplo de dinamismo barroco. Las cuatro torrecillas angulares, que sirven de contrafuertes a la enorme cúpula, están inspiradas en el románico castellano-leonés. 

A esta corriente se superpusieron ya a mediados del siglo XVII las influencias flamenca y española, debidas a las obras enviadas desde España de los talleres de imaginería de Francisco de Zurbaran y Juan de Valdés Leal. Exponentes de esta fusión fueron los artistas Juan Espinosa de los Monteros, orientado a la corriente flamenca, y Martín de Lozaiza y Marcos Ribera, estos dos inspirados en la obra del pintor español José de Ribera.

Ruinas de la iglesia de la misión de San Ignacio, en Misiones (Argentina). Aquí se ven los restos de la fachada de la iglesia, que los jesuitas construyeron y que formaba parte de la misión fundada por la Compañía en los territorios de las actuales repúblicas de Argentina y Paraguay, a fin de evangelizar a los indígenas. 

⇦ Iglesia de San Francisco de Asís, en O uro Preto (Brasil). Esta ciudad es una joya arquitectónica debido a la concentración de edificios que están suntuosa y profusamente ornamentados, de ahí que la UNESCO  la haya proclamado Patrimonio de la Humanidad en 1980. Uno de los tesoros es esta iglesia, en la que intervino el famoso Aleijadinho, quien, a pesar de su discapacidad física realizó verdaderas maravillas en ésta y otras edificaciones de Ouro Preto. 



A la labor de estos artistas se sumó la de los pintores indígenas, que desde el principio firmaron sus obras y trabajaron en colaboración con los artistas extranjeros. Los pintores de la escuela cuzqueña combinaron las formas decorativas indígenas con las europeas, sobre todo con las de la escuela flamenca, siempre ricamente decoradas en oro.

Sin embargo, la consolidación de la pintura indígena como estilo diferenciado no se produjo hasta la irrupción de Diego Quispe Tito, nacido en 1611, quien se inspiró en los ejemplos derivados del manierismo, aunque su obra fue clave para la escisión entre las tendencias españolas y autóctonas.

El trazo fino, la influencia de los grabados flamencos, la abundancia de elementos decorativos en los trajes, rasgos que definen en su conjunto a la escuela cuzqueña de pintura, fueron precisamente los elementos que caracterizaron la obra de esta figura de la plástica andina. Otros pintores indígenas de interés fueron Casilio de Santa Cruz y Juan Zapata, este último inspirado en la obra de pintores españoles.

Catedral de San Pedro de los Clérigos, en Recite (Brasil). Fachada de estilo típicamente colonial, que presenta los dos campanarios y una entrada principal en el centro con ornamentos barrocos. Una característica de esta iglesia es el patio dispuesto en forma de cuadrilátero con el atrio escalonado y dos calles laterales que se van estrechando a medida que se alejan del patio. Llamada también plaza del libramiento y del tercio, esto indica la función comercial que antiguamente se le daba a este espacio al acabar la trilla. 

En Bogotá, ya en el siglo XVIII, destacó Gregorio Vázquez de Arce, el principal seguidor de la escuela sevillana de Murillo en América, junto con el mexicano Juan Rodríguez Juárez, en tanto que en Quito los mejores representantes de la pintura americana fueron Miguel de Santiago y Nicolás Javier de Goribar.

La trayectoria de la escultura ornamental, en un estilo extremadamente recargado, sería similar a la de la pintura. En México destacó el español Jerónimo Balbás, autor del retablo mayor de la iglesia del Sagrario; en Guatemala, Quirio Cataño y Juan de Chávez y en Quito, Bernardo Legarda. En Lima ejerció una notable influencia la obra del escultor de la escuela sevillana Juan Martínez Montañés.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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