El siglo XVIII
representa, sin exagerar, el 70 o el 80 por ciento de lo que queda del conjunto
que construyeron los colonos a lo largo de toda la América española. Hay
razones para esta preeminencia: del siglo XVI quedan pocos monumentos. Muchos
de ellos y otros muchos del siglo XVII fueron agrandados o enriquecidos en el
XVIII. Después, pese a la relativa contribución del neoclásico, puede decirse
que la historia eclesiástica se detuvo. Es lógico que los edificios que
sobresalen aún hoy pertenezcan en su inmensa mayoría al siglo XVIII y esto
desde California hasta el sur de Chile.
Fachada de la catedral de Zacatecas (México). Ejemplo del barroco colonial, aquí se muestra un detalle de la fachada de estilo churrigueresco, con una exuberante y rica decoración de vides y angelitos sobre columnas salomónicas que flanquean las imágenes de los santos. Fue construida entre 1730 y 1752.
Catedral de Oaxaca (México). Vista parcial de la fachada de estilo barroco del siglo XVIII, que fue construida entre 1741 y 1752. Está formada por tres cuerpos rematados por un frontón curvo con la Virgen en una hornacina central rodeada de varios santos.
En aquel tiempo, América Central y el Caribe habían prosperado en tal forma que ello repercute en la arquitectura: nuevos palacios urbanos, conventos de ciudad y de campo aparecen como resultado de algunas inmensas fortunas, especialmente las logradas en la explotación de minas. No es casual que Guanajuato, San Luis Potosí, Zacatecas y Taxco sean ciudades enriquecidas por
Iglesia de San Cayetano, en Guanajuato (México). Detalle de la fachada de esta iglesia, también conocida por La Valenciana, nombre de las minas de oro y plata que tuvieron su auge productivo en la segunda mitad del siglo XVIII. Decididos a dotar a la población de un templo tan rico como las minas, sus propietarios iniciaron su construcción en 1775 sobre un crestón de la veta madre, utilizando piedra rosa de una cantera cercana. En 1788 concluyó esta obra, digna representante del arte churrigueresco.
El introductor de esta variante barroca de la
columna salomónica fue, en realidad, otro andaluz, Jerónimo Balbás, que lo
había empleado en un retablo. Es la época también del magnífico portal de la
iglesia de la
Santísima Trinidad , del Colegio de las Vizcaínas y de la
capilla de Balvanera agregada a la antigua iglesia de San Francisco. Al norte
de la Ciudad de México se levanta entonces el convento de San Martín de
Tepotzotlán cuya fachada es de 1760-1762. El templo que se encuentra detrás es
anterior en un siglo, pero la fabulosa decoración de retablos gigantescos
dorados de arriba abajo, es también de mediados del siglo XVIII. En fin, el
último episodio mexicano del barroco comporta obras como la capilla del Pocito,
obra del arquitecto Guerrero y Torres (1792), posible autor también de la iglesia
de la Enseñanza (1772-1778).
El resto de México arde en un chisporroteo cuyas
mejores luces serán las iglesias de Tlaxcala, las de Oaxaca (incluyendo la
catedral), las de Morelia, Guadalajara, Querétaro, Guanajuato (especialmente La Valenciana). Quizá la más armónica de
todas sea, sin embargo, la
de Santa Prisca (1748-1758), en Taxco, que, aunque un poco
anterior, parece resumir las virtudes del estilo.
Iglesia de Santa Prisca, en Taxco (México). Construida por Diego Durán entre 1748 y 1758 por encargo de José de la Borda, rico propietario de una mina de plata, toda su ornamentación revela la preferencia que los criollos de las pequeñas ciudades sentían por el gusto mestizo, frente al barroco europeizante de las capitales.
Es imposible en breve espacio dar cuenta de la
profusión de monumentos erigidos durante el siglo XVIII en esa parte de
América. Baste señalar la hermosa y proporcionada catedral de La Habana, los
conventos de Santa Clara, de las Capuchinas y la Universidad, en Antigua.
Igualmente es inútil recordar que se ha hablado aquí de la arquitectural gran
programa”; hay siempre otra paralela y “espontánea” que ha servido para
construir iglesias, capillas y millares de casas cuyo origen puede remontarse a
modelos andaluces o nórdicos de España, según sean abiertas sobre patios y
galerías o concentradas y provistas de balcones protuberantes para protegerse
del clima. Este fenómeno se volverá a encontrar también en América del Sur.
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.
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