Francisco de Goya y Lucientes
nació circunstancialmente en el pueblo de Fuendetodos (Zaragoza) el 30 de marzo
de 1746. Su padre tenía un taller de dorador en Zaragoza, donde habitualmente
residía. En esa ciudad se formó Goya. Cursó sus primeras letras en la escuela
del padre Joaquín y allí trabó amistad con Martín Zapater, amistad a la que
sería fiel durante toda su vida, como lo atestigua una jugosa correspondencia,
fantástica y rigurosa fuente de noticias relativas al gran pintor. Viendo su
padre la fuerte inclinación por el arte que sentía el joven Goya, lo puso de
aprendiz en el taller del pintor José Luzán. Las lecciones de éste y algunos
ejemplos de González Velázquez y del aragonés Francisco Bayéu, que había de
intervenir en su vida, no hicieron sino animar el genio innato de Goya, que, en
realidad, fue un total autodidacto. Así lo prueban sus pinturas del Relicario
de Fuendetodos (hacia 1762), hechas a los 16 años, con precoz e inusual
destreza y tipología en buena parte original. Goya organiza sus primeras
composiciones como una especie de arabesco que le sirve de base para disponer
sobre él impactos luminosos, casi deslumbrantes, siguiendo en esto algo de la
fórmula de Luzán.
Sacrificio a Vesta de Francisco de Goya y Lucientes (Colección particular, Barcelona). Pintado en Roma en 1771, ésta es una de las obras de juventud del artista, en la que ya se perfila la fuerza de su temperamento.
En 1763, y luego en 1766, Goya se
presenta a dos concursos de la Academia de San Fernando en Madrid, fracasando
en ambos. Es probable que entrara en relación con Francisco Bayeu ya con
ocasión de su primer viaje a la capital. Éste fue un momento clave en la vida
del joven aspirante a pintar porque tal rechazo comprometía seriamente su
futuro económico, por lo menos el más inmediato. Los fracasos académicos le
vedaron el disfrute de una pensión de estudios, que le hubieran hecho más
llevadera la existencia, pero esto no le hizo renunciar al viaje a Roma, que él
consideraba indispensable para continuar su formación. En 1771 se hallaba en la Ciudad Eterna , como
se sabe por una carta suya fechada en Roma el 20 de abril de ese año. Tomó allí
parte en un certamen convocado por la Academia de Parma; no ganó el premio,
pero alcanzó seis votos y tuvo una referencia favorable en el acta del
veredicto, lo que habría de compensar la frustración de un logro mayor. De este
modo, la estancia en Italia fue muy productiva, pues entraría en contacto con
el neoclasicismo, difundido por Vien. De esa etapa se conservan diversos
cuadros sobre temas clásicos, obras de pequeño formato y forma monumental, y el
retrato de Manuel Vargas Machuca, su
primera obra conocida de uno de los géneros que más haría por su carrera.
⇦ La maja y los embozados de Goya (Museo del Prado, Madrid). Entre 1780 y 1790, el pintor se dedicó a realizar cartones para tapices con escenas de la vida cotidiana española, a las que les imprimía una visión amable y alegre.
Corto debió de ser su paso por
Italia, ya que en octubre de 1771 estaba de nuevo en Zaragoza, donde se
estableció como pintor independiente, ganándose una amplia y adicta clientela
que en seguida reconoció en Goya sus habilidades pictóricas. El primer encargo
importante que recibió el pintor se le adjudicó el21 de octubre de 1771 con la
aceptación, por parte del Cabildo del Pilar, de su proyecto y presupuesto para
la pintura del coro de la capilla de la Virgen, llamado" careto". En
1772 terminó esa decoración al fresco y en el mismo año o en el siguiente pintó
su primer Autorretrato, obra
magistral que inicia una serie comparable en calidad, aunque no es tan extensa,
a la de Rembrandt.
El 25 de julio contrajo matrimonio con Josefa Bayeu, hermana del pintor
Francisco. Y ya en 1774 ejecutó su primer ciclo grandioso: la decoración mural
de la Cartuja de Aula Dei (Zaragoza), una imponente obra en la que hay once
composiciones de tema bíblico tratadas con una síntesis de cualidades que son
ya típicamente goyesca: impulso barroco, serenidad neoclásica, simplificación
de la técnica, logros originales en . luz y composición.
A finales de 1774, vivía en
Madrid, residiendo por el momento en casa de su cuñado, Francisco Bayeu. Allí
nació su primer hijo, en diciembre de 1775. Según declaración de Goya, en
escrito de 1779, fue llamado por Antonio Rafael Mengs para que prestara su
colaboración en obras de la
corona. No debe descartarse, aunque los méritos artísticos de
Goya le hacían merecedor de tal trabajo, el apoyo prestado a su cuñado por
Francisco Bayeu, protector asimismo de su hermano Ramón. Goya fue empleado como
pintor eventual en la obra de los cartones para tapices. Este trabajo, aunque
ingrato por las limitaciones que imponía la técnica del tapiz, le permitió
subsistir en la capital, lo que no era poco importante, donde al principio
carecía de relaciones que le permitieran gozar de un fluido y seguro ritmo de
encargos. Luchando contra esas limitaciones, contra la tutela protectora pero
opresiva de su cuñado, Goya tardó un tiempo en imponer su personalidad, pero
desde entonces -sobre todo desde su nombramiento de pintor del rey con sueldo
fijo (i786)- inició una rápida carrera ascendente, que no puede extrañar, de un
lado por el genio goyesco, de otro por la medianía de quienes le pudieron
hacer· sombra: Maella, Castillo y los hermanos Bayeu. Hasta 1792 Goya seguiría
pintando cartones para tapices, en grupos entregados con cierta discontinuidad,
que señalan su progresiva victoria sobre las limitaciones técnicas y su
maestría en el amable rococó que atraía a la corte
Pero es preciso retroceder para
comentar esas fases: de 1777 es su cartón Maja
y embozados, mucho más rico en matices y opulento en forma y color que los
iniciales, pero todavía contenido por las "recetas" de los tapiceros.
Que podía incluir temas dramáticos en los cartones lo muestra El ciego de la guitarra (1778), del que
grabó un aguafuerte. Hay que comentar el hecho de que, al tener la oportunidad
de trabajar para la real casa, Goya pudo conocer las magníficas colecciones de
pintura que eran propiedad de los monarcas. Entre 1774 y 1779, por ejemplo,
grabó obras de Velázquez,
lo que prueba que sintió admiración por este artista de genio tan diferente al
suyo. En esos años, Goya no se limitó a los cartones; pintó también cuadros de
tema religioso y su tan conocido Autorretrato
a contraluz.
El ciego de la guitarra de Goya (Museo del Prado, Madrid). Este cartón para tapiz de 1778 le trajo muchos problemas al artista, ya que tuvo que rectificarlo varias veces porque era demasiado grande y tenía muchas figuras, lo cual encarecía mucho el trabajo de los oficiales de tapicería. Estaba destinado al dormitorio de los príncipes de Asturias en el palacio de El Pardo, donde el pintor trabajó durante muchos años.
En 1780, Goya recibe su primera
compensación moral, a la que pudo no ser ajeno su cuñado Francisco Bayeu: el
nombramiento como miembro numeraría de la Academia de San Fernando, cargo de
gran importancia y que sin duda Goya viviría como uno de los momentos más
relevantes de su carrera hasta ese momento. El 7 de mayo de ese año presentó,
como pieza de recepción, un magnífico Crucifijo,
en que se aprecian ciertas audacias técnicas de detalle en un concepto de
magistral ejecución y por lo general académico, como no podía ser de otra
manera en una obra que le" servía" para presentarse ante el resto de
los miembros de la
Academia. En 1780-1781, Goya retornó a Zaragoza para decorar
al fresco una cúpula del Pilar. Sus audacias -libres linealismos,
deformaciones-, aunque quizá también el éxito que ya acreditaba, le valieron la
desaprobación de su cuñado Bayeu, director de la obra, y una querella con éste
que duró tiempo y que los lazos familiares quizá contribuyeron a agravar más
que a atenuar. Una vez que estuvo de regreso a la capital no tardó en recibir
de la corona un importante encargo: la pintura de uno de los grandes altares
para la basílica de San Francisco el Grande, con la imagen de San Bemardino de Siena predicando ante
Alfonso V de Aragón. Al parecer, el mencionado encargo se debió en parte a
la intervención del patricio aragonés Juan Martín Goicoechea, amigo del
ministro conde de Floridablanca y gran admirador de la pintura de Goya. En
1783, éste permite a Goya que pinte su retrato, con lo que inicia su galería de
efigies de altos personajes de la corte en los que el pintor aragonés da
muestras de su brillante maestría. El lienzo, sin embargo, fue recibido
fríamente por el poderoso político y es evidente que en él hay ciertos
desajustes, que llaman la atención en el conjunto de la obra del artista. Goya
pasó, no cabe duda, por un largo período de relativa crisis desde su llegada a
Madrid hasta unos 10 a
12 años más tarde. Pero 1783 fue un año importante para el pintor. Afirmó su
amistad con Ventura Rodríguez, arquitecto del Pilar, y entró en conocimiento
del infante don Luis de Barbón, hermano del rey. Esto le valió la ejecución de
una serie de retratos de la pequeña corte del infante, terminados en 1784, tras
los esbozos ejecutados en Arenas de San Pedro, en la residencia estival del
príncipe. El 2 de diciembre de 1784 le nació su hijo Francisco Xavier, único
que le sobreviviría. En 1785, Goya realizó una serie de retratos para el Banco
de San Carlos, donde tenía sus ahorros.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.
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