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El caballero la muerte y el Demonio


Entre 1513 y 1514, Alberto Durero casi abandonó su actividad artística; pero de aquellos años ha llegado este magnífico grabado de El Caballero, la Muerte y el Demonio (Ritter, Tod und Teufel).

La obra ilustra la vida del cristiano en el mundo práctico de la decisión y la acción. Durero hace alusión a un libro de Erasmo de Rotterdam titulado Enchiridion militis christianis (“Manual del Caballero Cristiano”), publicado por primera vez en 1504. El camino de la virtud es largo y lúgubre, por lo que el caballero ha de estar lúcido, sereno y fuerte, para esquivar los peligros y las tentaciones que le puedan acechar. Esto es precisamente lo que el maestro alemán expresa en su grabado.

En Durero, los adversarios del caballero no parecen reales y han de ser ignorados. En la escena vemos al principal protagonista, con rostro firme y revestido con armadura, lanza y espada, acompañado de su perro que atraviesa calmadamente un siniestro valle de rocas y árboles desnudos. En este viaje, que tiene como meta un imponente castillo que se divisa al fondo y que sin duda es la única visión agradable de toda la composición, surgen de entre las sombras personajes fantasmagóricos, a los que el caballero pasa sin verlos, manteniendo los ojos fijos en adelante y sin espantarse.

Las dos figuras monstruosas que le acompañan son la Muerte y el Demonio. La Muerte, como un cadáver en descomposición y coronada de serpientes que se retuercen, le asalta montada en un caballo descarnado. Esta figura, de clara inspiración tardomedieval, va vestida de blanco y tiende un reloj, cuya arena se ha filtrado hasta la mitad, alegoría de como la muerte llega pero no es inminente. Entre tanto, un demonio repugnante, con hocico de puerco, sonríe en una macabra mueca, blandiendo su pica. Con aire decidido y una sonrisa en los labios, el caballero prosigue tranquilo, indiferente, ante sus dos espantosas escoltas. Todo tiene un ambiente terrorífico, además la calavera depositada en el ángulo inferior izquierda, refuerza lo tenebroso de la escena.

El caballo monumental, basado en los estudios de Leonardo para el monumento a Francisco Sforza, va con paso mesurado y sin azararse, al igual que el perro de caza. Lo mismo que el hombre vestido de armadura personifica la fe cristiana, el canino denota tres virtudes: celo incansable, saber y razonamiento veraz.

La cabeza y cola del caballo están adornadas con ramos de hojas de roble, mientras que la lanza con una cola de zorro, signos que sugieren el retorno de una cacería.

El camino de la virtud parece largo y lúgubre, por lo que la dignidad del Jinete exige que para vencer a las tentaciones, ignore completamente sus manifestaciones. Se trata de una caza mística que conducirá al “Caballero de Cristo” por senderos abruptos hasta el castillo que se yergue a lo lejos, sobre las cumbres. Durero representa al soldado de Cristo, no obstante ha habido otras interpres-taciones: el caballero sería Savonarola o un vándalo, cómplice y víctima de la muerte y el diablo.

El grabado en buril sobre cobre, con una iconografía compleja sobrecargada de significados, es de una ejecución meticulosa. Además, en la imagen se estrena un nuevo monograma del artista, en el mismo lugar de siempre: una “S”, abreviatura de la palabra “Salus”.

Realizado hacia 1513, de aproximadamente 246 x 190 cm, se conserva en la Biblioteca Nacional de Francia de París.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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