En Aníbal cruzando los Alpes (Hannibal
crossing the Alpes), tal como indica la redacción del título, Turner presenta ante todo un paisaje. En primer plano se sitúan las tropas
cartaginesas encabezadas por Aníbal que de camino a Roma se encuentran con una
inmensa tormenta de nieve. Hay que precisar que en el siglo XIX la figura de
Aníbal estaba muy de moda al relacionarse con Napoleón.
Pero el gran protagonista de la
composición no es el general cartaginés sino la tempestad que están padeciendo
sus tropas al cruzar los Alpes. Dicha tormenta parece haber sido tomada
directamente del natural y luego interpretada por la imaginación del artista.
El protagonismo de tal fenómeno atmosférico ha hecho que este lienzo sea
también conocido con el nombre de La
tormenta de nieve.
Es posible que la pintura
describa la escena presenciada por el artista en 1810, en Yorkshire, donde
pasaba una temporada en compañía de su amigo Walter Fawkes. Se cuenta que
Turner admirado por la fuerza de una tempestad, tomó apuntes de color y de
forma en el reverso de una carta, profundamente absorto, como en éxtasis.
Las figuras, a contraluz, no son
más que pequeños elementos que animan la composición, fundamentalmente para
expresar la grandeza de la naturaleza frente al ser humano, uno de los
conceptos más utilizados por el Romanticismo. El ejército de Aníbal queda
reducido a unos personajes minúsculos, es la naturaleza sublime la que los
engulle. Su interés por los fenómenos atmosféricos le hará repetir esta fórmula
de trabajo en múltiples ocasiones.
De hecho, es una pintura de
historia, habla de las guerras púnicas, con las que hace un paralelismo con las
guerras napoleónicas, pero Turner gira la pintura de historia dando importancia
al paisaje. Une la pintura de historia y el paisaje para interesarse por
efectos lumínicos y atmosféricos.
El colorido empleado sigue siendo
oscuro, aunque aquí contraste profundamente con el amarillo de la luz de la
tormenta, más aclarado por el blanco que utiliza en la zona de la derecha.
A petición de Turner, el cuadro
presentado en la exposición de la Royal Academy en el año 1812, fue colgado muy
abajo, a la altura de los ojos, a fin que los espectadores se vieran inmersos
en el interior del gran torbellino que formaba la nevada y por tanto
percibiesen "la impresión de terror y majestuosidad". Esta ubicación
provocaría un gran éxito en los espectadores, siendo enormente elogiado, aunque
en un primer momento los organizadores se negaron a colocar un cuadro en una
posición tan baja. Como era habitual, la tela estaba acompañada de unas poesías
escritas por el propio Turner para la ocasión.
Se aprecia especialmente el
interés por los juegos de luz y por las atmósferas, pero evoluciona hacia una
técnica que diluye las formas en una polvareda muy luminosa. La gama· cromática
proviene de los venecianos, que tanta admiración causaron a Turner, y de la
pintura de Rembrandt, de quien captará los contrastes de luz y sombra. De igual
manera las fuentes de inspiración del inglés más importante del romanticismo,
se encuentran en los paisajes de Claude Lorrain, Nicolas Poussin y Dughet, por
los cuales sentía también gran fascinación.
Este excelente óleo sobre lienzo,
de 237,5 x 146 cm
y conservado en la Tate Gallery
de Londres, deviene el símbolo de la estética de lo sublime y de lo pintoresco.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.