A Donatello se dedica
extensamente un apartado posterior de esta obra. A partir de este punto, se
hace referencia a los otros escultores toscanos del siglo XV y, en primer
lugar, a otro florentino, Andrea Cione, llamado por sobrenombre el Verrocchio,
nacido en 1435.
Fue el autor de las joyas,
trofeos y alegorías que usaron los Médicis en las fiestas que se dieron en
Florencia a mediados del siglo. Su David, más joven que el de Donatello, se le
puede comparar en perfección técnica. Pero mientras el pastor de Donatello
tiene toda la graciosa ingenuidad de un inocente y humilde pastorcillo, el
David de Verrocchio es un joven nervioso al que anima un extraordinario
dinamismo debido a la ambición de gloria, apuesto y muy elegante con su coraza
de cuero bordada con gran finura.
Además, Verrocchio labró varios
sepulcros por encargo de Lorenzo de Médicis: comenzó su composición por el de
Giovanni y Fiero de Médicis (el padre y el tío de aquel mecenas) que Donatello
ya no pudo ejecutar por ser demasiado viejo, y que es sencillo, en su
elegancia, y con esta sobria inscripción: patri patruoque (“para su padre y su
tío paterno”). Este monumento, originalísimo por su esquema, ya estaba colocado
en 1472 en el mismo lugar en el que ahora se encuentra: la Sacristía Vieja de
San Lorenzo construida por Brunelleschi. Consiste en un sarcófago de pórfido
rojo y verde, decorado con motivos de bronce y situado bajo una arcada abierta
en la que se ha colocado una curiosa reja formada por un retículo de cuerdas
entrelazadas.
Muerte de Francesca Pitti de Verrocchio (Museo del Bargello, Florencia). Andrea Cione, llamado JI Verrocchio, era el orfebre de los Médicis y realizó varias obras para sus protectores, como este relieve en mármol que representa la muerte de la abuela de Lorenzo de Médicis.
No hay en este sepulcro figuras
humanas de ninguna clase (ni los difuntos, ni representaciones sagradas), sólo
exquisitos temas decorativos alusivos a los Médicis: cuernos de la abundancia,
la punta de diamante, etc., y la elegantísima y breve inscripción citada. A
esta tumba siguieron los sepulcros de los hijos y de la esposa del mismo
Lorenzo de Médicis, y el de Giovanni Tornabuoni, su pariente y agente en Roma.
⇦ Dama de las prímulas de Verrocchio (Museo del Bargello, Florencia). Este busto, realizado en mármol, se cree que es el retrato de Lucrecia Donatti, amante de Lorenzo el Magnífico, y en él cabe observar la belleza de las manos de la retratada.
Aproximadamente de la misma época
deben ser el Cupido de bronce, fundido para una villa de veraneo de los Médicis
y hoy situado en el surtidor del patio del Palazzo Vecchio, y la célebre Dama
de las prímulas, busto en mármol que conserva el Museo del Bargello, en
Florencia, y que se ha supuesto representa a Lucrecia Donatti, amante de
Lorenzo el Magnífico. Su lírica sutil y sus admirables manos,
aristocráticamente cruzadas sobre el pecho, han servido de base para que
algunos críticos insinuasen que esta obra es el resultado de la colaboración
del Verrocchio con su entonces joven discípulo Leonardo da Vinci. En cambio es
bastante posterior, pues se terminó en 1483, el grupo de “La duda de Santo
Tomás”, pese a que le fue encargado en 1466, diecisiete años antes. En las dos
figuras de Cristo y Santo Tomás son en particular interesantes la relación
psicológica establecida entre ambos y el fastuoso drapeado de sus ropajes, que
hace pensar en una discreta influencia flamenca, por otra parte corriente en
todos los artistas florentinos a partir de la llegada a Florencia del Tríptico
Portinari de Hugo van der Goes.
⇨ Cupido de Verrocchio (Palazzo Vecchio, Florencia). Esta es una de las mejores piezas en bronce de Verrocchio; una obra que rebosa felicidad y ternura y que se halla colocada en el surtidor de la fuente del palacio florentino.
Mas, la obra característica de
Verrocchio como gran escultor es su estatua ecuestre de Bartolomeo Colleoni, en
Venecia, obra de tanto empuje como la del Gattamelata, en Padua, pero más
arrogante y teatral que la del astuto condottiere inmortalizado por Donatello.
El escultor florentino, recordando aquí su habilidad como platero, ha
guarnecido el caballo con un cinturón riquísimo de taracea, como la silla; el
guerrero, armado de punta en blanco, mira arrogante, persuadido de su poder. La
cabeza del jinete dista mucho de ser un retrato lleno de psicología, como el de
Donatello: vista de cerca, es basta y apenas modelada, sin detalles; pero hay
que ver el conjunto del caballo y su jinete sobre un pedestal de mármol
hermosísimo en una de aquellas pequeñas plazuelas de Venecia, donde el caballo
parece agrandarse y aquel hombre parece más alto sobre su lomo.
La estatua ecuestre de Verrocchio
sólo supera a la de Donatello en la circunstancia de que encuadra mejor en el
ambiente; la de Padua parece como perdida, colocada como está en un rincón de
una plaza irregular, lo que sin duda es poco acertado. Además, hay, entre
ambas, un clima emocional distinto: el Gattamelata de Donatello es una visión
llena de calma; el Colleoni del Verrocchio -en cambio- nos parece una figura
atormentada, pese a su gallardía, por la duda respecto a la propia
supervivencia.
Resulta curioso que las dos
únicas estatuas ecuestres que se conservan de los escultores florentinos se
hallen lejos de Florencia, ambas en la Italia septentrional: en Padua y en
Venecia. Cuando más tarde otro florentino, Leonardo da Vinci, se proponga a su
vez labrar una estatua ecuestre, será también al norte de Italia, en Milán,
donde acudirá, llamado expresamente para erigir esta obra; allí hizo los
proyectos y modelos de su famoso cavallo, que quedó sin terminar. Eran, en
realidad, los hombres más enérgicos de la Italia del Norte los que sentían el
ideal heroico de los condotieros y jefes de mesnada; para los florentinos
bastaba David derribando a Goliat.
Verrocchio murió en Venecia en
1488, los trabajos y fatigas que pasó para fundir su cavallo fueron, en parte,
a acortar sus días. Sus obras son relativamente poco numerosas; mas por su
doble carácter de pintor y escultor hubo de ejercer gran influencia sobre la
inmediata generación. De él dependen, como maestro, grandes ingenios de la
pintura italiana: Leonardo da Vinci, que con él colaboró en la realización de
la bella tabla del Bautismo de Cristo; Lorenzo de Credi y hasta el mismo Perugino.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.