El Barroco es
el arte del siglo XVII. En un principio, apenas se manifiesta en el exterior de
las fachadas; sus libertades comienzan en la decoración, sobre todo en los
interiores, como se puede ver en iglesias como la de Il Gesù y Sant’Andrea del
Valle, de la última mitad del siglo XVI. Por lo demás, el barroco fue siempre
un arte de escultores; fueron escultores los que, trabajando como arquitectos,
hicieron barrocos los edificios. En los palacios particulares ocurrió lo mismo.
Véase, por ejemplo, la fachada del Palacio Borghese, en el Quirinal; sólo el
que esté bien iniciado notará en ella síntomas de Barroco; la ordenación
geométrica parece a primera vista proyectada por un Sangallo o un Rafael. Tan
sólo ciertos detalles de la cornisa, el balcón y el escudo delatan a su autor,
Flaminio Ponzio, poco respetuoso con la estética clásica. El Barroco está ya en
su interior, en las fuentes con sus frontones curvilíneos, guirnaldas y
cariátides.
Fachada del Palazzo del Quintinale de Cario Maderno (Roma). La entrada principal está flanqueada por la estatua de San Pedro, realizada por Stefano Maderno y la de San Pablo esculpida por Guillaume Berthelot.
Y las fortunas cambian de manos. A los Colonna, Orsini y Farnesio, suceden los Borghese, Doria, Pamphili y Barberini. Estos son los linajes de los papas del tiempo barroco. Por esto el palacio Borghese y el Barberini, así como el Doria-Pamphili, son las grandes mansiones de esta época.
Camilo Borghese ascendió al pontificado con el nombre de Paulo V en 1607.
Durante los dieciséis años de su pontificado se afianzó en Roma el dominio de
uno de los grandes mecenas de la época, su sobrino Scipione, que fue elevado al
cardenalato. Scipione fue quien ordenó construir el magnífico Palacio Borghese
en el Quirinal, ya citado, y la exquisita Villa Borghese, en las afueras de
Roma, por la parte de la Puerta del Popólo, obra del flamenco Jan van Santen,
cuyo nombre italianizado se convirtió en Giovanni Vansanzio. Todavía hoy esta
villa es una de las glorias de Roma, con el encanto y pompa de su época.
Villa Doria-Pamphili de Alessandro Algardi, en los alrededores de Roma. Éste es un ejemplo de mansión edificada en la campiña romana. Algardi, arquitecto y escultor del siglo XVII, se inspiró probablemente en la Villa Médicis y, si bien la decoración en estuco es clásica, adopta aquí un ritmo suelto y de extrema libertad. Los valores verticales se ponen de relieve y las esquinas sesgadas suavizan la transición de planos como si presintieran las ininterrumpidas sucesiones de curvas, las deliciosas licencias del Barroco "capriccioso, bizarro, stravagante".
Villa Doria-Pamphili de Alessandro Algardi, en los alrededores de Roma. Éste es un ejemplo de mansión edificada en la campiña romana. Algardi, arquitecto y escultor del siglo XVII, se inspiró probablemente en la Villa Médicis y, si bien la decoración en estuco es clásica, adopta aquí un ritmo suelto y de extrema libertad. Los valores verticales se ponen de relieve y las esquinas sesgadas suavizan la transición de planos como si presintieran las ininterrumpidas sucesiones de curvas, las deliciosas licencias del Barroco "capriccioso, bizarro, stravagante".
Consiste
esencialmente en un palacio, en el centro de cuya fachada se abre un pórtico
clásico, sobre el que se levantan dos pisos barrocos, el principal con ventanas
de frontones interrumpidos. A los lados, avanzan dos cuerpos salientes. Todas
las formas son ligeras y quieren dar una sensación de alegría y ausencia de
gravedad, con algo de escenografía. Detrás del casino, o pabellón que sirve de
museo y habitación, había un jardín cerrado –hortus
condusus– y
campos de labranza que hacían gala de su verdor natural para que la villa
pudiera contrastar su bucólica sencillez con las avenidas y parques de la parte
delantera.
Dibujo de la Planta del Palacio Barberini de Maderno, Borromini y Bernini, en Roma. |
Este mismo contraste
se encuentra en la Villa Doria-Pamphili, en el Janículo, la segunda de Roma en
extensión, superada sólo por la Villa Borghese. Después de sus puertas
monumentales hay un extenso parque urbanizado con avenidas. Más adelante se
encuentra la villa propiamente dicha, toda ella una deliciosa reminiscencia
palladiana, con su jardín privado, y más allá la campiña romana. Los Pamphili,
a quienes pertenecía la villa, lo mismo que el arquitecto Alessandro Algardi,
que la había proyectado, tenían suficiente buen gusto como para conocer que el
maravilloso paisaje de Roma es el más bello adorno que podían desear para su
tranquila residencia rural. El arquitecto y escultor Alessandro Algardi se vio
beneficiado por el acceso al solio pontificio en 1644 de Inocencio X, jefe de
los Pamphili, que sustituyó a Urbano VIII, miembro de la familia rival de los
Barberini. Bernini, que durante tantos años fue el arquitecto de estos últimos,
fue destituido por Inocencio X, que encargó las obras en proyecto a Algardi y
al Borromini.
Como los arquitectos
barrocos poseían especial instinto para estimar las condiciones del terreno
destinado a estos parques privados, cada villa de Roma tiene fisonomía propia.
Y otra villa del último período del Barroco es la del cardenal Albani, famosa
igualmente por sus colecciones de mármoles antiguos. Asimismo, muchas de las
villas de Frascati, el pueblo más inmediato a Roma, en los montes Albanos, son
también barrocas.
El Palacio Barberini, en Roma, no es tan grande como el Borghese, pero su
aspecto señorial está lleno de atractivos; le precede un jardín con una verja
magnífica. Es la obra de los grandes maestros romanos del arte barroco: Maderno, Borromini y Bernini trabajaron en él sucesivamente.
Villa Borghese, de Jan van Santen, en los alrededores de Roma. El arquitecto flamenco, llamado en Italia Giovanni Vansanzio, realizó esta soberbia mansión, que está rodeada de un gran parque cuya verja de entrada no conduce directamente al edificio: el artificio barroco exigía que la casa no pudiera adivinarse desde el exterior de a finca. La fachada se abre al paisaje mediante un pórtico flanqueado por dos cuerpos salientes, cuya austeridad representa la sobriedad clasicista frente a los excesos de Bernini. La ruptura con el palacio renacentista introvertido se ha consumado: ahora la mansión se volcará hacia el exterior.
Villa Borghese, de Jan van Santen, en los alrededores de Roma. El arquitecto flamenco, llamado en Italia Giovanni Vansanzio, realizó esta soberbia mansión, que está rodeada de un gran parque cuya verja de entrada no conduce directamente al edificio: el artificio barroco exigía que la casa no pudiera adivinarse desde el exterior de a finca. La fachada se abre al paisaje mediante un pórtico flanqueado por dos cuerpos salientes, cuya austeridad representa la sobriedad clasicista frente a los excesos de Bernini. La ruptura con el palacio renacentista introvertido se ha consumado: ahora la mansión se volcará hacia el exterior.
Las obras fueron
encargadas por Taddeo Barberini, sobrino de Urbano VIII, a Carlo Maderno. La
planta se compone de un cuerpo central, profundamente abierto al exterior
(realizado más tarde por Bernini), y dos alas que avanzan a ambos lados. El
cuerpo central realizado por Bernini consta de un solemne pórtico con molduras
dóricas sobre el que se alzan dos loggíe, la primera con pilastras
jónicas, y la segunda corintias. Los arcos de este último piso producen un
efecto óptico de perspectiva en profundidad gracias a estar construidos por dos
arcos concéntricos, alzados sobre las dos bases de un trapecio simétrico, y
unidos por planos inclinados respecto al de la fachada y por un tronco de cono.
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.
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