Según
las tradiciones orales de los polinesios, hacia el 900 d.C. algunos
exploradores llegaron a las costas de una gran isla, de clima frío, regresando
luego a sus tierras de origen. Hacia finales del siglo XII, o principios del
XIII, se produjo una gran migración desde las islas Cook y de la Sociedad, en
la Polinesia central, que llegó hasta allí gracias a la utilización de grandes
canoas dobles.
Las nuevas tierras ocupadas por los
polinesios, que se denominaban a sí mismos maoríes, tenían condiciones muy
distintas a las conocidas hasta entonces, el clima era mucho más frío y la
vegetación muy diferente. Gracias a su gran capacidad de adaptación, pronto
fueron variando su tipo de vida.
Los grandes bosques de enormes pinos
kauríes, de tronco muy grueso y gran altura, les proporcionaban una excelente
madera; abandonaron, pues, las canoas de planchas y construyeron embarcaciones
que alcanzaban hasta 20 metros de largo, vaciando los troncos de kaurí. Los
bordes de estas canoas fueron cubiertos de ondulantes motivos en relieve que
sugerían las olas del mar, y en las proas y popas se colocaron tablas talladas
con motivos calados formando espirales y círculos concéntricos, y pequeñas
figuras de tikis, divinidades marinas protectoras.
Las casas de la Polinesia central,
construidas de modo que circulase el aire para ventilar su interior, sin más
paredes que ligeras colgaduras a modo de persianas, se convirtieron en refugios
cerrados para preservarse del frío. Una vez más, los maoríes utilizaron las
grandes posibilidades que les ofrecían sus bosques para construir grandes casas
ceremoniales de forma oblonga con un porche proyectado al exterior. Los
gabletes que formaban el techo, los dinteles de las puertas, los marcos de las
ventanas, las vigas, e incluso los entrepaños de las paredes interiores, eran
esculpidos con motivos geométricos en los que predominaban las líneas curvas y
entre los que se tallaban representaciones de los antepasados.
Los maoríes eran extraordinariamente belicosos, y las diferentes tribus vivían en perpetuo estado de guerra. Los poblados se establecían en lo alto de pequeñas colinas, protegidos con empalizadas y trincheras. El arma más común era una corta maza de piedra, hueso de ballena, o maderas muy duras, cuidadosamente tallada con motivos alusivos al clan de sus poseedores. Como es lógico, la lucha era siempre cuerpo a cuerpo; se practicaba el canibalismo ritual y los parientes del enemigo devorado estaban obligados a vengar la afrenta, lo cual, lógicamente, conducía a un encadenado de luchas por venganza. Generalmente sólo los jefes eran devorados; los demás enemigos derrotados eran sometidos a esclavitud.
Amuleto
protector en forma de diminuto
monstruo antropomorfo (Museo de
Saint-
Germain-en-Laye).
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El tatuaje
era una práctica muy común. Los hombres solían llevar tatuada la cara y las
nalgas; los diseños de los tatuajes eran del mimo tipo curvilíneo que la
decoración en madera, pero para cada hombre eran distintos. Los diseños eran
marcados con la punta de un cuchillo de piedra sobre la piel, y luego se los
frotaba con excrementos de perros, alimentados con materias muy grasas, lo cual
provocaba en el animal una gran secreción de bilis, que ennegrecía las
deposiciones; el tinte negro así obtenido penetraba en las heridas, que al
cerrarse producían negras cicatrices de gran contraste con la piel clara.
En Nueva Zelanda abunda el jade, y los
maoríes pronto lo consideraron como su tesoro más preciado. Lo tallaban con
gran esfuerzo debido a su dureza, y lo utilizaban especialmente para hacer
tikis, amuletos protectores, que se usaban como adorno.
Curiosamente, los maoríes tenían dos
tipos de diseño: junto a los fluidos motivos curvilíneos descritos hasta ahora,
que eran siempre hechos por los hombres, había motivos geométricos angulares
aplicados a la cestería, las esteras y los paneles de fibras entretejidas, que
adornaban el interior de las casas de reunión; este tipo de diseños estaba
reservado a las mujeres.
Aunque los maoríes lucharon bravamente contra los colonizadores ingleses, cuando al fin fueron derrotados aceptaron rápidamente la cultura de los vencedores, y en la actualidad se han adaptado a ella perfectamente. Su arte tradicional se conserva en los museos, pero los descendientes de los guerreros maoríes siguen tallando, con la misma destreza, interesantes objetos, que conservan los diseños tradicionales.
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat
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