Con San Longino, realizada para ser
colocada en uno de los nichos interiores de la iglesia de San Pedro, GianLorenzo Bernini entra en su etapa de madurez.
A partir de 1624
hasta el final de sus días, se ocupó exclusivamente de obras religiosas. En
ésta, de la que se conservan más de treinta bocetos preparatorios, Bernini
rompe con la idea de que la escultura había de estar hecha de un solo bloque de
piedra. Al igual que muchos de sus grupos y figuras, su San Longino, se compone
de múltiples piezas: la cabeza, el tronco, los brazos, el manto de delante y el
manto de detrás.
Bernini acepta una
única perspectiva. Sus estatuas están concebidas en profundidad, están
compuestas como imágenes para un único y principal punto de vista. Juega con el
sentido de la unifacialidad rompiendo, de esta manera, con la multifacialidad
manierista.
Incorpora también
en su obra otros rasgos esenciales de la plástica, barroca, como es la
teatralidad por medio del dinamismo. Sus figuras no sólo se mueven libremente en
profundidad sino que parecen pertenecer al mismo espacio en el que el
espectador se encuentra. Sus esculturas, distintas a la estatuaria renacentista,
necesitan la continuidad del espacio que las rodea porque sin éste perderían su
razón de ser, se descontextualizarían. Así, San
Longino, que mira hacia la luz celestial que cae desde la cúpula, ha de ser
contemplado dentro del espacio para el que fue concebido y en relación al
espectador, pues es una representación.
A través del mármol
nos transmite diversas texturas: el tacto de las ropas, con su grosor, diverge
con la suave piel. La caída del ropaje, trabajada con magníficos pliegues que
vuelan agitadamente, parece apoyar y participar en la actitud mental de la
figura. El cuerpo exaltado de San Longino está casi oculto bajo la pesadez del
manto: es la conquista del cuerpo por el ropaje.
La nueva
importancia conferida al ropaje como factor determinante para reforzar el
impacto emocional de la obra se encontrará durante los mismos años en las
pinturas de Cortona, e incluso en las de un artista como Guido Reni.
En la composición
sobresale al mismo tiempo la sencillez y el dramático movimiento acentuado por el
cruce de diagonales de la lanza y los brazos, que forman a su vez un triangulo.
La figura contiene
un profundo naturalismo, expresa un pathos
extraordinario, un sentimiento muy influenciado por el manierismo y el helenismo.
Uno de sus puntos de reflexión es la escultura de Miguel Ángel, y su otra
fuente de inspiración es su conocimiento del mundo clásico.
Durante casi
cincuenta años, Bernini trabajó simultáneamente en múltiples empresas, muchas
de ellas se realizaron durante largos períodos de tiempo enlos que incorporaba
cambios y alteraciones mientras el desarrollo de la obra lo permitía. Así,
necesitó diez años para finalizar esta monumental escultura, pues no la dio por
terminada hasta 1641.
Gian Lorenzo
Bernini esculpió este Longinos
colosal, de más de tres metros, para ser ubicado en una de las hornacinas que
decoran los grandes pilares que sustentan la cúpula de la basílica de San Pedro
de Roma, realizada por Miguel Ángel.
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat