En
1926 Robert Desnos y Georges Malkine se pusieron en contacto con un trío de
amigos que compartían una casita destartalada, en el número 54 de la calle de
Chateau, en la parte posterior de Montparnasse, y vivían al margen de las
convenciones sociales. Marcel Duhamel, Jacques Prévert e Yves Tanguy fueron presentados inmediatamente a Ereton e integrados
en el movimiento, y la calle de Chateau se convirtió durante los dos o tres
años siguientes en la sede de una actividad surrealista renovada e intensa.
Fanáticos del cine y de las novelas folletinescas, asiduos clientes de los
bares del barrio, ociosos con vehemencia, los Pieds-Nickelés de la calle de Chateau hacían gala de un desenfreno
humorístico y de una ferocidad en el escándalo público de tal envergadura que
no tenía en el surrealismo precedentes.
Viejo horizonte de Yves Tanguy (Galería Pierre Matisse, Nueva York). Hasta 1926, la obra de este pintor pudo considerarse como la de un naif, pero fue precisamente a partir de 1928, año en el que conoció a Breton, cuando surgió su estilo personal, lleno de misterio. Estas formas extrañas parecen sumergidas en un océano fantástico, en una atmósfera submarina que Tanguy explotaría pacientemente hasta 1930.
Cita de las paralelas de Yves Tanguy (Fundación Emanuel Hoffmenn, Offentliche Kunstsammlung, Basilea). A raíz de un viaje a África realizado en 1930, la obra de este pintor experimentó un cambio definitivo: las formas se hicieron más precisas, salieron del océano para mostrarse sobre la tierra y a pleno sol. En este cuadro de 1935, los extraños objetos que pueblan este universo desolado, recuerdan minerales o huesos gigantescos reunidos en una visión apocalíptica que sobrecoge y sorprende a la vez.
Yves Tanguy se descubrió a sí mismo en este clima de anarquía aceptada mutuamente. Tanguy solamente pintó durante una treintena de años, desde 1925 hasta su muerte. Su trabajo era frecuentemente lento y minucioso, con interrupciones que podían durar semanas, incluso meses, de modo que su obra es poco abundante, se halla dispersa en colecciones existentes en lugares muy diversos, y, en definitiva, es poco conocida. El Museo Nacional de Arte Moderno de París sólo posee un cuadro suyo, y Francia, después de su muerte, ha omitido concederle la menor retrospectiva. Es preciso, pues, admitir que en su propio país Tanguy ha continuado siendo, en cierto modo, un artista maldito. Con todo, no sólo fue el más puro y el más auténtico de los surrealistas, sino también, en todo el arte moderno, uno de los artistas más singulares e irreductibles. Horizontes lejanos bajo cielos inmensos, menhires vegetales, una luz que alumbra los mil matices del nácar y del ágata, son algunos de los componentes de la obra de Tanguy, que tiende ante la mirada de quien la contempla, la pantalla móvil de sus enigmas.
El tiempo amueblado de Yves Tanguy (Colección James Thrall Soby, New Canaan, Connecticut). Esta obra de 1939 evoca un universo destruido, poblado de extraños objetos fantásticos, que viene a ser como una premonición de una edad futura en la que sería posible la bomba ató- mica. Se ha dicho que este pintor es indudablemente uno de los surrealistas más singulares e irreductibles.
⇨ Robert Desnos de Georges Malkine (Biblioteca Literaria Jacques Doucet, París). Retrato realizado en 1921 del poeta surrealista, que experimentó con la escritura automática basada en las imágenes oníricas. Al pintor, Desnos le dedicó su poema Destino arbitrario.
A menudo se veía en la calle de Chateau a Georges Malkine. Músico, pintor y poeta, era, ante todo, un explorador intrépido, insaciable de logros ilusorios y empeñado en poner de acuerdo a sus actos y su comportamiento con sus ambiciones espirituales. Malkine fue un surrealista ejemplar. Después de su éxito inesperado en la primera exposición que efectuó en la Galería Surrealista de la calle Jacques Callot, en 1927, desapareció en Oceanía y, desde entonces, al contrario que la mayor parte de artistas, no cesó de borrar sus pistas y de obstaculizar todo éxito eventual. Se le vio asumir las diversas funciones de corrector de imprenta, actor de cine y de teatro, y otras diversas. Emigrado a Estados Unidos durante veinte años, volvió a París a la edad de setenta años, para morir en 1969 en una buhardilla próxima a la Porte Saint-Denis, en un estado de extrema indigencia. Su obra es desconocida por parte del gran público, se ha dispersado o perdido, pero quedan restos de elevada calidad, sobre todo la serie de Estancias metafísicas pintadas al final de su vida y dedicadas a los poetas, músicos y artistas que había preferido.
Viejo horizonte de Yves Tanguy (Galería Pierre Matisse, Nueva York). Hasta 1926, la obra de este pintor pudo considerarse como la de un naif, pero fue precisamente a partir de 1928, año en el que conoció a Breton, cuando surgió su estilo personal, lleno de misterio. Estas formas extrañas parecen sumergidas en un océano fantástico, en una atmósfera submarina que Tanguy explotaría pacientemente hasta 1930.
Cita de las paralelas de Yves Tanguy (Fundación Emanuel Hoffmenn, Offentliche Kunstsammlung, Basilea). A raíz de un viaje a África realizado en 1930, la obra de este pintor experimentó un cambio definitivo: las formas se hicieron más precisas, salieron del océano para mostrarse sobre la tierra y a pleno sol. En este cuadro de 1935, los extraños objetos que pueblan este universo desolado, recuerdan minerales o huesos gigantescos reunidos en una visión apocalíptica que sobrecoge y sorprende a la vez.
Yves Tanguy se descubrió a sí mismo en este clima de anarquía aceptada mutuamente. Tanguy solamente pintó durante una treintena de años, desde 1925 hasta su muerte. Su trabajo era frecuentemente lento y minucioso, con interrupciones que podían durar semanas, incluso meses, de modo que su obra es poco abundante, se halla dispersa en colecciones existentes en lugares muy diversos, y, en definitiva, es poco conocida. El Museo Nacional de Arte Moderno de París sólo posee un cuadro suyo, y Francia, después de su muerte, ha omitido concederle la menor retrospectiva. Es preciso, pues, admitir que en su propio país Tanguy ha continuado siendo, en cierto modo, un artista maldito. Con todo, no sólo fue el más puro y el más auténtico de los surrealistas, sino también, en todo el arte moderno, uno de los artistas más singulares e irreductibles. Horizontes lejanos bajo cielos inmensos, menhires vegetales, una luz que alumbra los mil matices del nácar y del ágata, son algunos de los componentes de la obra de Tanguy, que tiende ante la mirada de quien la contempla, la pantalla móvil de sus enigmas.
El tiempo amueblado de Yves Tanguy (Colección James Thrall Soby, New Canaan, Connecticut). Esta obra de 1939 evoca un universo destruido, poblado de extraños objetos fantásticos, que viene a ser como una premonición de una edad futura en la que sería posible la bomba ató- mica. Se ha dicho que este pintor es indudablemente uno de los surrealistas más singulares e irreductibles.
⇨ Robert Desnos de Georges Malkine (Biblioteca Literaria Jacques Doucet, París). Retrato realizado en 1921 del poeta surrealista, que experimentó con la escritura automática basada en las imágenes oníricas. Al pintor, Desnos le dedicó su poema Destino arbitrario.
A menudo se veía en la calle de Chateau a Georges Malkine. Músico, pintor y poeta, era, ante todo, un explorador intrépido, insaciable de logros ilusorios y empeñado en poner de acuerdo a sus actos y su comportamiento con sus ambiciones espirituales. Malkine fue un surrealista ejemplar. Después de su éxito inesperado en la primera exposición que efectuó en la Galería Surrealista de la calle Jacques Callot, en 1927, desapareció en Oceanía y, desde entonces, al contrario que la mayor parte de artistas, no cesó de borrar sus pistas y de obstaculizar todo éxito eventual. Se le vio asumir las diversas funciones de corrector de imprenta, actor de cine y de teatro, y otras diversas. Emigrado a Estados Unidos durante veinte años, volvió a París a la edad de setenta años, para morir en 1969 en una buhardilla próxima a la Porte Saint-Denis, en un estado de extrema indigencia. Su obra es desconocida por parte del gran público, se ha dispersado o perdido, pero quedan restos de elevada calidad, sobre todo la serie de Estancias metafísicas pintadas al final de su vida y dedicadas a los poetas, músicos y artistas que había preferido.