Canope de la Villa Adriana, en Tívoli, en el que aparecen con claridad las influencias helenísticas. |
Adriano fue uno de los pocos emperadores romanos que no construyó ningún Foro, pero, en cambio, realizó uno de los conjuntos más impresionantes y personales: la villa de Tibur o villa Adriana, en Tívoli, cerca de Roma, una de las más ricas y extensas villas imperiales romanas.
Su cronología ha sido objeto de debate, pues se levantó en diversas fases, iniciándose la primera en el año 118 d.C.
En la más original empresa constructiva de Adriano se evocan algunos de los más célebres lugares y monumentos arquitectónicos que dicho emperador había visitado durante sus viajes por las provincias del imperio. En ella reunió los recuerdos de ciudades y paisajes que más le habían cautivado. Por ejemplo, el conjunto arquitectónico llamado Canope rememora uno de estos viajes, pues el emperador lo nombró así como recuerdo de su visita a la antigua ciudad egipcia del mismo nombre.
El emperador Adriano era también un gran amante del arte griego, hecho que se manifiesta en el término de muchos de los edificios que la forman. Liceo o academia, son vocablos que rememoran la antigüedad griega. Esta reminiscencia por los tiempos pretéritos se enfatiza con la decoración de una serie de ricas esculturas, copias de originales griegos, como las versiones de las cariátides del Erecteón de la Acrópolis de Atenas. Nunca se copiaron tantas estatuas griegas de época clásica y helenística como en la época de Adriano. Su fascinación por la lengua y cultura griega queda completamente reflejada en su obra. Además, la villa también mantiene una decoración riquísima a base de estucos y mosaicos.
Piazza d'Oro de la Villa Adriana, en Tívoli, de planta mixtilínea. |
Sobre vestigios de una villa anterior, posiblemente de época tardo-rrepublicana, y aprovechando los suaves desniveles, Adriano quiso construir una lujosa villa campestre, un lugar de descanso y reposo que tuviese diferentes construcciones. La villa de Tívoli se extiende sobre cuatro ejes principales, que son los llamados complejos de Roccabruna, el Canope, el Peale y la Piazza d’Oro.
Estos conjuntos reúnen numerosas estructuras arquitectónicas independientes, de muy diversas finalidades, donde un sistema de túneles y pasadizos comunicaban todas las partes que, al mismo tiempo, quedaban perfectamente integradas en el espléndido paisaje. Así, en Roccabruna destaca un edificio en forma de torre cubierto con cúpula, que seguramente estaba destinado para admirar el entorno paisajístico. Sin embargo, la originalidad más extrema de estos complejos radica en las plantas de algunos de sus edificios, que aparecen con la sensación de movimiento y que llegada la hora de cubrirlos imponían soluciones difíciles y sorprendentes. De hecho, gran parte de las estancias se realizaron con trazados complejos y atrevidos que de alguna manera revolucionaron la arquitectura romana. Esta complejidad se aprecia en la planta mixtilínea de la Piazza d’Oro o en el Teatro Marítimo, conocido como la Villa de la Isla, uno de los espacios más emblemáticos por estar rodeado de un canal de agua.
A pesar de que en el siglo XVI fue brutalmente expoliada, La Villa Adriana se yergue todavía hoy como uno de los monumentos más fascinantes, que ha dejado huella en obras de Borromini e incluso en la típica casa de Campo inglesa del siglo XVIII.
El complejo de Antinoo o La Villa Adriana está situado a las afueras de Roma iniciándose su construcción a partir de año 118 d.C.
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.
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