El Pantocrátor del ábside de Sant Climent de Taüll es una de las obras maestras de la pintura románica. Su datación debe corresponderse con la fecha de consagración del templo, el 10 de diciembre de 1123, tal como aparece en la inscripción que hay en el fuste de la primera columna.
En el ábside, el espacio más importante al ser el lugar donde se manifiesta el poder absoluto de la divinidad, se representa la Maiestas Domini (Cristo en Majestad) en medio de ángeles, portadores de los símbolos de los evangelistas, y elevándose majestuosamente sobre el colegio apostólico y la Virgen dispuestos en un friso seguido.
Cristo aparece sentado, inscrito en la mandorla mística, símbolo de su gloria y majestad. Sus pies descansan sobre una semiesfera con motivos vegetales que representa la Tierra. Sujeta con la mano izquierda el Libro de la Vida y la Sabiduría, en el que se puede leer Ego sum lux mundi (Yo soy la luz del mundo), mientras que con la mano derecha, levantada majestuosamente, hace la señal de bendecir. Con estos gestos ya hace patente su fuerza y autoridad divina, que aumenta por sus dimensiones sobrehumanas.
Dentro del círculo divino aparecen la primera y última letra del alfabeto griego, la alfa y la omega, como símbolos del principio y el fin de todas las cosas. En los tramos de la bóveda inmediato al ábside surge la Mano de Dios (Dextera Domini), inscrita en un circulo, y la imagen del Cordero Místico (Agnus Dei) con los siete ojos, aquí el artista sigue explícitamente la narración apocalíptica.
La Maiestas entronizada está representada con una sutil geometrización de las formas. Destaca la simetría perfecta de su cabeza, su cabello con los rizos escalonados y simétricos, que se dejan caer hasta los hombros, y la barba, que recuerda a una flor de lirio. Su gigantismo, reminiscencia de los Pantocrátores de las cúpulas de las iglesias bizantinas, unido a una rigurosa ejecución, consigue marcar la distancia esencial de su divinidad respecto al ser humano. Su figura respira autoridad y triunfo.
El artista ha conseguido imbuir a los animales emblemáticos de Marcos y Lucas, el león y el toro, en una gran potencia energética a partir de la seguridad de la línea en el dibujo de curvas cargadas de tensión.
La brillantez y la amplia gama de colores es otro de los puntos a resaltar del llamado Maestro de Taüll. Azules, rojos y amarillos constituyen una gama cromática equilibrada que dotan al conjunto de una elegante belleza que realza aún más el valor de los seres representados que forman parte del cortejo de la teofanía.
Debajo, la irregularidad de los arcos y algún detalle menor, como la extraña figura de María, perjudicada por el excesivo geometrismo, ha hecho pensar a algún investigador que hubo otro pintor o que esta zona fuese obra del taller del artista.
La calidad e intensidad de colores empleados, la extraordinaria belleza del dibujo, la habilidad de la composición, el uso de la línea para enriquecer las formas, así como la geometrización de las facciones, son muestras claras de la maestría del artista, pocas veces igualada.
Este formidable fresco, procedente de la valle de Boí, en Lleida, acredita uno de los mejores pintores del románico hispánico. Actualmente se conserva en el Museu Nacional d’Art de Catalunya, en Barcelona, considerado el más rico del mundo en pintura románica.
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario.