Punto al Arte: Las grandes catedrales españolas

Las grandes catedrales españolas

El arte gótico fue en España de importación francesa, como en todos los demás países de Europa, pero acaso tan sólo Alemania pueda parangonarse con España por la manera entusiástica de recibir este arte francés y asimilarlo de modo tan perfecto. Ni Italia, ni Inglaterra, ni las demás naciones del centro y el norte de Europa hicieron, durante los siglos que estuvieron bajo la sugestión de las formas góticas, nada más que emplearlas como por necesidad, repitiéndolas como una lección aprendida que se recita de memoria. No ocurrió así en España. Las catedrales de León, Burgos y Toledo, por la pureza de su estilo y la magnitud monumental de su disposición, pueden ponerse al lado de las más espléndidas francesas.


Catedral de Burgos. Una de las máximas realizaciones del gótico hispano, reúne la rica variedad de formas que aparecen sucesivamente en los siglos XIII, XIV, XV y XVI. Se ha dicho que se inspira en las catedrales francesas, sin parecerse a ninguna de ellas. Si las flechas de las torres tienen aspecto francés, la articulación es nórdica y el cimborrio típicamente plateresco: las reformas y añadidos se sucedieron hasta el siglo XVII.  

⇨ Catedral de Burgos. En su interior resulta fácil también apreciar la yuxtaposición de formas nórdicas y elementos decorativos platerescos. El triforio se abre en grandes arcos escarzanos con arquivoltas adornadas de insólitas cabezas humanas; la complicación de la bóveda de crucería se halla próxima a un gótico flamígero. Se inició en 1221 en sustitución de la antigua catedral románica y la linterna se acabó en 1567.  



No hay disminución de espíritu ni pérdida de fuerza expresiva en las formas góticas al atravesar éstas los Pirineos, y gran parte de la población se asimiló el estilo gótico francés de tal manera, que los constructores de iglesias rurales, casas particulares, palacios y castillos siguieron empleándolo cuando ya había sido arrinconado en su país de origen. Además, el estilo gótico en España no se mantuvo estacionario, sino que evolucionó y aceptó las novedades de las escuelas flamenca y renana, adaptándolas a las características españolas, y nunca los constructores de la Península permanecieron apartados del movimiento internacional.

Vale la pena prestar atención a algunas de las vías de penetración de este estilo en la Península; en primer lugar, España había sido preparada para recibir el estilo gótico por los monjes del Cister, que a principios del siglo XIII, o antes aún, construyeron sus grandes conventos de la Orden reformada; después, en el reino de Aragón, influyeron las relaciones que la casa condal de Barcelona tenía con el Languedoc y Provenza y la intimidad de trato de los obispos catalanes con los de Narbona, de Montpellier y de otras sedes en el Mediodía (Midi) de Francia.

Catedral de Toledo. La Puerta de los Leones, del siglo xv, es un portal lateral que se abre al transepto y que tiene una profusa decoración escultórica. Los maestros de esta catedral fueron Martín y su sucesor Petrus Petri (o Pedro Pérez), "cuya fama cundió por sus buenos ejemplos". Fue comenzada en 1291 y se obró en ella hasta el siglo XVIII.  

Catedral de Toledo. Este detalle permite apreciar el interior de las naves y el trascoro. Una de las características más importantes de esta catedral es la doble girola que rodea la parte trasera del presbiterio. Otro de los elementos característicos es el número de naves, que en este caso son cinco. 

En el reino castellano-leonés existía también una preparación del estilo francés meridional en la escuela de Galicia, pero fueron los casamientos de varios reyes con princesas de las casas de Anjou, Borgoña y Plantagenet los que motivaron la introducción del gótico francés en el centro de la Península. Llegó éste tan pronto, que varias catedrales españolas son anteriores a algunas de las francesas más renombradas.

El primer monumento que hay que tener en cuenta al estudiar el arte gótico en el centro de la Península es la catedral de León, con sus magníficos ventanales, que conservan la mayoría de sus vidrieras policromas, y cuyo interior está matizado y manchado por los rayos de luz que hasta coloran, según las horas del día, a los devotos y visitantes.

Fachada de la catedral de Cuenca. Está situada en la plaza Mayor de la ciudad. Este templo, de estilo gótico normando, empezó a construirse en el siglo XIII, durante la época de esplendor de la ciudad. A lo largo de los siglos XIV y XV se añadieron otros elementos, entre ellos la girola. La fachada aparece dividida en dos cuerpos; en el inferior están las entradas, la principal y las dos laterales, y en el superior los tres grandes arcos a imagen de los inferiores con bello rosetón en el central.  

La catedral de Burgos, sin duda alguna más importante que la de León, es también obra puramente gótica, aunque hoy esté como sepultada entre la acumulación de nuevas bellezas que se le han ido añadiendo con el transcurso de los siglos. Se ha dicho que en Burgos hay dos catedrales superpuestas: una del siglo XIII, que lleva adherida otra del XV.

Catedral de Ávila. El ábside queda encerrado en una torre que sobresale de la muralla que formaba parte del recinto defensivo de la ciudad. El aspecto militar de esta catedral, ilustra acerca de la atmósfera una época dominada por la lucha espiritual y la territorial que los cristianos libraban contra los musulmanes de la Península.  

La planta de la catedral de Burgos es de tres naves, con girola en el ábside y capillas; el transepto tiene una sola nave, y los pilares que flanquean el crucero, en el centro, son muy grandes, como en las iglesias románicas, para recibir la torre o lucernario octogonal. Por fuera tiene otras dos torres en la fachada; su aspecto, no tan cambiado como en el interior por los aditamentos posteriores, es el de una catedral francesa de buen estilo. Las naves están sostenidas por una hábil combinación de contrafuertes, y tiene, además, grandes ventanas partidas, con vidrieras, aunque no tan grandes como las de León.

La catedral de Segovia es el último ejemplo de gótico hispano. Fue comenzada en 1525 según proyecto de Juan Gil de Hontañón y se concluyó en el siglo XVII. Puede apreciarse en esta vista del ábside la estructura externa de su cabecera y sus capillas radiales adornadas con pináculos sobre los contrafuertes que sostienen a los arbotantes.  


Acaso fuera español el primer arquitecto de la catedral de Toledo, aunque de él sólo se sepa que se llamaba Martín y dirigió la obra entre los años 1227 y 1234. Una lápida sepulcral de 1291, todavía en la catedral, pide un recuerdo y gloria eterna para cierto Petrus Petri magister ecclesie Sanete Marie Toletane. ¿Quién era este Petrus Petri (Pedro Pérez) que demostraba tanta originalidad y audacia al planear la construcción? Para los franceses, naturalmente, ha resultado un francés, un tal Pedro de Corbie, el cual, inter se disputando, dibujaba en el álbum de Villard de Honnecourt la planta de un ábside muy parecido al de la catedral de Toledo. Para los arqueólogos castellanos sería un maestro del país que continuó, mejorándola, la traza del maestro Martín.

La catedral de Sevilla se comenzó en 1402, pero no fue concluida hasta 1506. Ocupó el lugar de la antigua Mezquita Mayor y fue concebida como una obra excepcional. El Cabildo reunido acordó en 1401 "labrar un templo de grande magestad e de rica labor de cantería, qual conviene a tan noble catedral que sea el más grande e más bien dispuesto que haya en estos nuestros Reynos". 

La catedral de Toledo tiene particularidades que demuestran verdaderamente un genio más independiente del que solían tener los maestros que venían del otro lado de los Pirineos. No está calculada, como las de León y Burgos, con pilares reducidos que fían, para el equilibrio, en los contrafuertes exteriores: en Toledo, los pilares son gruesos y el sistema de contrafuertes es sumamente reducido, casi embrionario. Tiene cinco naves, escalonadas de la central a las laterales, lo que contribuye no poco a contrarrestar el empuje. Las dos naves laterales dan la vuelta al ábside, formando una doble girola o nave anular, de un efecto extraordinario.

Catedral de Sevilla, puerta de la Lonja, llamada también del Príncipe. En esta imagen vemos el aspecto general de uno de sus nueve portales. El tamaño de la catedral de Sevilla hace que sea la catedral de estilo gótico más grande de toda la cristiandad. Las riquezas provenientes del territorio americano hicieron posibles la suntuosidad que podemos ver en algunas partes de la catedral, como en el caso de esta puerta de la Lonja o del Príncipe. 

Posee también grandes ventanales a lo largo de la nave mayor y en las fachadas del transepto, de modo que la iglesia resulta sumamente iluminada. La catedral de Toledo fue en la época de su mayor esplendor, y lo es en gran parte todavía, algo único en el mundo; una especie de guardajoyas que conserva intactas las esculturas, los sepulcros, los tapices, las alfombras y los muebles con que la catedral primada se ha ido enriqueciendo por el genio fastuoso de Castilla.

Excepcional, única, sin antecedentes ni imitaciones en España, es la catedral de Cuenca, construida en época temprana, pues se consagró el ábside en 1208. Cuenca fue reconquistada por Alfonso VIII, casado con una princesa inglesa, Leonor Plantagenet, y es opinión de Lampérez que la reina debió de llamar a arquitectos anglonormandos para la dirección de la catedral. La iglesia de Cuenca tiene detalles que no se encuentran más que en catedrales normandas o inglesas. Es un monumento bellísimo, que se diría trasplantado, como la catedral de León, con la diferencia de que ésta es de un gótico universal, mientras que la de Cuenca corresponde a un estilo local y peculiar, y efímero como todo lo excesivamente singularizado.

Catedral de Sevilla. Impresionante nave central con una cubierta de bóvedas de crucería, mostrando los nervios y su asentamiento sobre soberbios pilares. El edificio consta de cinco naves -la central más alta que las otras-, un ábside semicircular y otras dos naves más formadas por las capillas laterales, las cuales también casi ocultan los contrafuertes dobles. 

Si las de Ávila, Sigüenza y Ciudad Rodrigo son ejemplos de catedrales de transición entre el románico y el gótico, y Toledo, Burgos y León muestran la penetración del estilo gótico francés puro en el siglo XIII, las catedrales de Salamanca y Granada son modelos interesantísimos de otro período de transición entre el gótico y el primer estilo de renacimiento español que ha sido llamado plateresco.


La catedral de Salamanca no se concluyó hasta fines del siglo XVIII, pero en sus partes principales es todavía de estilo gótico por su estructura y hasta su decoración, pero todo interpretado con un espíritu nuevo. Las basas de las columnas presentan gran complicación de molduras, y las bóvedas son estrelladas, con multitud de nervios entrecruzados que han perdido todo recuerdo del primitivo uso de los arcos aristones. Por fuera, pináculos y torres están llenos de ornamentos superpuestos, aunque establecidos con orden y gusto exquisitos.

La catedral de Palencia fue construida a fines del siglo XIV sobre una cripta visigótica. Se ha dicho que es una réplica de la catedral de Burgos con algunos elementos de la de León. Aquí se la· aprecia en toda su longitud: la nave central más elevada que las laterales, la puerta de acceso al crucero, el campanario y una complicada cabecera monumental. 

Las catedrales de Segovia y Granada corresponden al mismo estilo de transición que está presente en la de Salamanca. Es sorprendente la rapidez con que se verificaba el cambio y los esfuerzos y caudales empleados para estas construcciones de vanguardia. España, después en general recelosa de lo nuevo y lo exótico, acogía entonces con furor los últimos inventos, se los asimilaba y transformaba, quedando ella misma más hispánica por su absorción.

Catedral de Ciudad Rodrigo. Vista de la galería norte y del claustro. La peculiaridad de éste consiste en que una de sus alas pertenece al gótico cisterciense -caracterizado por su austeridad decorativa y pureza de las líneas- y las otras tres al último período gótico.     

Las construcciones en España de fines del siglo XV son de una perfección técnica, de una habilidad de plan y precisión de detalle que admiran más en un país propenso a descuidar lo elemental para abstraerse en la concepción de las síntesis. Y lo más extraordinario es que estos monumentos se construyeron antes de que pudiera emplearse el oro de América. Si no se temiera la paradoja, podría decirse que no fue el oro de América lo que facilitó la construcción de las últimas catedrales españolas, sino que el mismo espíritu que animaba a canónigos y potentados a levantar monumentos tan descollantes fue lo que les hizo avanzar a través del piélago para recibir un continente en recompensa. Esto se demuestra en el caso de la catedral de Sevilla, empezada en el año 1402, casi un siglo antes del primer viaje de Colón. 

Seu Vella, antigua catedral de Lleida. En esta vista destaca su torre de setenta y seis metros de altura, es de base octogonal y tiene altos ventanales góticos. Durante la Guerra de Sucesión la catedral de Lleida se convirtió en cuartel militar por lo que años más tarde se inició la construcción de la catedral nueva. 

Es muy conocido el acuerdo del cabildo de “hacerla tal y tan buena que no hubiera otra igual, aunque los venideros los tuvieran por locos”. La gigantesca catedral es aún de formas góticas francesas, pero ordenadas de un modo original que no se parece al de ninguna otra. Es la mayor iglesia gótica del mundo. Tiene cinco naves y las capillas son tan altas, que forman como dos naves más, o sea siete en conjunto. La del centro es mucho más alta que las dos siguientes laterales, y para contrarrestar su empuje hay unos dobles contrafuertes muy bajos que exteriormente apenas se ven por ocultarlos las capillas. La catedral de Sevilla remata en un ábside plano, sin girola, debido tal vez a haberse interrumpido la obra ya en el siglo XVI.

⇦ Catedral de Tarragona. La nave central de este templo es casi románica por su amplitud de catorce metros y su moderada altura. Está separada de las naves laterales por pilares con pares de columnas cilíndricas apoyadas en machones cuadrangulares. En su construcción, de tipo cisterciense, se aprovecharon sillares romanos. 



Satélites de estos monumentos de primera magnitud son las iglesias catedrales góticas de Burgo de Osma y de Falencia; la de Oviedo, que sustituyó de la antigua basílica del Salvador; las de Calahorra y Astorga; las de Alcalá, Bilbao, etc. Muchas de ellas tienen todavía el claustro con aberturas decoradas con calados. Algunas veces el aspecto de estos claustros resulta modificadísimo por las nuevas capillas abiertas más tarde y los aditamentos posteriores de sepulcros de otro estilo, pero contribuyen a caracterizar la personalidad de cada obra.

Las grandes catedrales francesas perdieron muy pronto los claustros; antes de la Revolución fueron destruidos ya por los cabildos. En cambio, en España la catedral de Pamplona lo único que conserva intacto, de su primitivo edificio gótico, es el claustro. Pero, por regla general, tales claustros se enriquecieron y reformaron continuamente; así es curioso observar en la catedral de Ciudad Rodrigo cómo, siendo aún una de las alas del claustro de puro estilo cisterciense, las otras pertenecen a los últimos tiempos del goticismo. Una catedral románica, como la de Santiago, tiene también un claustro gótico del siglo XV.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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